Dispositivos tecnol¨®gicos y sobreprotecci¨®n de los padres: dos enemigos para la salud mental de los adolescentes
Un joven que pase m¨¢s tiempo en el mundo virtual que el real y con unos progenitores temerosos que no le dejen desarrollar su independencia ver¨¢ afectada su relaci¨®n consigo mismo y su entorno
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, hemos visto como los problemas de salud mental de ni?os y adolescentes ha alcanzado cifras preocupantes. Trastornos como la ansiedad, la depresi¨®n, el acoso escolar, los trastornos de la conducta alimentaria o las adicciones, desgraciadamente, han alcanzado cifras hist¨®ricas y alarmantes. Son muchas las causas del gran sufrimiento que est¨¢n padeciendo en los ¨²ltimos a?os los menores, pero dos de los factores que est¨¢n influyendo de manera significativa son el uso de los dispositivos tecnol¨®gicos (m¨®viles, tabletas, videojuegos, etc¨¦tera) y el miedo de los padres que genera una gran sobreprotecci¨®n.
Las generaciones de hoy pasan mucho menos tiempo jugando cara a cara, hablando y mir¨¢ndose a los ojos que las generaciones pasadas. Como bien indica el psic¨®logo social estadounidense Jonathan Haidt ¡ªprofesor de Liderazgo ?tico en la Universidad de Nueva York¡ª en su magn¨ªfico libro La generaci¨®n ansiosa (Editorial Deusto, 2024), hemos pasado de una infancia basada en el juego cara a cara a una basada en el tel¨¦fono. Seg¨²n una investigaci¨®n de 2011, elaborada por el centro de estudios de opini¨®n Pew Research Center y titulada Teens, Smartphones & Texting, un 77% de los adolescentes de entre 13 y 19 a?os ten¨ªa tel¨¦fono en 2011, aunque solo un 23% de estos m¨®viles eran inteligentes. Esto significa que, a principios de la d¨¦cada de 2010, los adolescentes para poder acceder a internet o redes sociales deb¨ªan hacerlo desde el ordenador de casa o bien pedirles a sus padres que les dejaran su tel¨¦fono. Pero la situaci¨®n cambi¨® mucho en muy pocos a?os. En mayo de 2016, seg¨²n un estudio de Common Sense Media ¡ªuna organizaci¨®n sin fines de lucro dedicada a mejorar las vidas de los ni?os y las familias¡ª, cuatro de cada cinco adolescentes ya dispon¨ªan de un smartphone en sus bolsillos. La diferencia entre acceder a la red desde un ordenador en casa o hacerlo a trav¨¦s del m¨®vil es bastante grande y tiene importantes consecuencias para los j¨®venes.
Cuando un adolescente sin smartphone quiere consultar sus redes sociales no tiene otra opci¨®n que acceder a ellas en su casa y, probablemente, en el ordenador familiar. En cambio, un adolescente con un m¨®vil puede acceder a internet, redes sociales y contenido pornogr¨¢fico de manera ilimitada y gratuita, y todo esto fuera de casa y sin supervisi¨®n adulta. Por cierto, en ese mismo 2016 casi uno de cada tres ni?os entre los 8 y 12 a?os ya ten¨ªa smartphone [dato extra¨ªdo del estudio de Net Children Go, titulado Mobile. Riesgos y oportunidades en Internet y uso de dispositivos m¨®viles entre menores espa?oles (2010-2015)]. Y es que, como dice Haidt, los m¨®viles inteligentes, con todas sus posibilidades semejantes a una navaja suiza tecnol¨®gica, son inhibidores de experiencias reales, ya que no permiten mirar a los ojos, jugar, re¨ªr, tocar o solucionar conflictos. Los ni?os y los adolescentes necesitan jugar cara a cara, de manera sincr¨®nica y corp¨®rea. Cuando un menor no tiene cubiertas sus necesidades emocionales, las redes sociales pueden cubrir dicha necesidad. As¨ª, por ejemplo, un adolescente t¨ªmido que no encuentra su lugar en su grupo de iguales puede encontrarse c¨®modo e integrado en las redes sociales. Sean Parker, uno de los primeros directivos de Facebook, reconoci¨® en 2017 que crearon el bot¨®n Me Gusta para que el usuario se sintiera reforzado e integrado, lo que genera adicci¨®n debido a la necesidad de pertenencia que tiene el ser humano.
En cuanto a la sobreprotecci¨®n que ejercemos los padres sobre los hijos, la evidencia cient¨ªfica demuestra una y otra vez que los ni?os que tienen progenitores sobreprotectores, en un futuro, tendr¨¢n m¨¢s probabilidades de padecer trastornos de ansiedad, baja autoeficacia y dificultades de adaptaci¨®n (seg¨²n se afirma, por ejemplo, en el estudio Overprotective parenting and social anxiety in adolescents: The role of emotion regulation, publicado en enero de 2024 en ResearchGate, red social cient¨ªfica cuya misi¨®n es conectar a investigadores). Una de las necesidades afectivas que tiene el ser humano es ir ganando en autonom¨ªa para dejar atr¨¢s la dependencia tan absoluta con la que venimos a este mundo. Gracias a la curiosidad y las ganas de hacer las cosas por nosotros mismos, los beb¨¦s y ni?os peque?os van adquiriendo mayor autonom¨ªa. El peor enemigo que tiene el fomento de la autonom¨ªa es el miedo; concretamente, el miedo de los padres. La ansiedad, la presi¨®n y los temores de las figuras de apego pueden dejar al menor sin confianza, sin autonom¨ªa y sin destrezas para la vida. Un padre sobreprotector es aquel que no deja explorar ni curiosear a su hijo el entorno en el que se encuentra.
Vivir el mundo real, estar en contacto con amigos, mirarse a los ojos, conectar con la naturaleza, aburrirse, frustrarse y disfrutar de las experiencias que depara el d¨ªa a d¨ªa, adem¨¢s de gestionar el tiempo y el modo que pasamos en internet y las redes sociales, es s¨ªntoma de buena salud mental. La psic¨®loga estadounidense Jean Marie Twenge, que investiga las diferencias generacionales, en 2017 lleg¨® a la conclusi¨®n de que aquellos adolescentes que pasan m¨¢s tiempo en las redes sociales tienen mayor probabilidad de sufrir depresi¨®n y ansiedad, mientras que los que pasan m¨¢s tiempo con sus amigos y practican habitualmente deporte tienen una mejor salud mental. Por todo ello, se antoja imprescindible que los ni?os, adolescentes y j¨®venes no dediquen m¨¢s tiempo a un mundo virtual en detrimento de uno real y emocional, adem¨¢s que los adultos seamos capaces de acompa?arles en este proceso sin caer en los extremos de la sobreprotecci¨®n o la negligencia.