El duelo: cuando los beb¨¦s llegan y los abuelos se van
Lo que es ley de vida, que unas generaciones nazcan y otras mueran, puede producir en quien est¨¢ en medio un choque de sentimientos dif¨ªcil de manejar
Al poco de nacer mi hija, a mi madre le fue diagnosticado un agresivo c¨¢ncer de p¨¢ncreas, de modo que solo compartieron su estancia en el mundo durante 10 meses. Presenciamos, algo at¨®nitos, c¨®mo Marisa y Candela se daban el relevo en la existencia.
Todav¨ªa no tenemos claro si esa coincidencia fue una maldici¨®n o una bendici¨®n. Por un lado, la presencia del beb¨¦ hizo mucho m¨¢s llevadera la enfermedad de mam¨¢. Candela le dio un incentivo para soportar las penalidades, sobre todo emocionales, de la cercan¨ªa de la muerte. Era verla, tocarla, observar sus juegos y ruiditos, y se le olvidaba...
Al poco de nacer mi hija, a mi madre le fue diagnosticado un agresivo c¨¢ncer de p¨¢ncreas, de modo que solo compartieron su estancia en el mundo durante 10 meses. Presenciamos, algo at¨®nitos, c¨®mo Marisa y Candela se daban el relevo en la existencia.
Todav¨ªa no tenemos claro si esa coincidencia fue una maldici¨®n o una bendici¨®n. Por un lado, la presencia del beb¨¦ hizo mucho m¨¢s llevadera la enfermedad de mam¨¢. Candela le dio un incentivo para soportar las penalidades, sobre todo emocionales, de la cercan¨ªa de la muerte. Era verla, tocarla, observar sus juegos y ruiditos, y se le olvidaban todos los males, como si ninguna c¨¦lula maligna se estuviera reproduciendo por dentro. Se pasaba el d¨ªa pidiendo videos de la nieta, vi¨¦ndolos una y otra vez y envi¨¢ndoselos compulsivamente a familiares y amigos, llena de orgullo.
Algo similar hab¨ªa ocurrido cuando yo nac¨ª. Mi madre siempre me relataba la alegr¨ªa que le hab¨ªa dado mi nacimiento a mi abuela materna, c¨®mo mi presencia algodonosa le hab¨ªa proporcionado una raz¨®n para terminar de vivir. Esa historia me llenaba de un extra?o orgullo, como si nada m¨¢s nacer ya hubiera yo cumplido una primera misi¨®n en la vida. No pudo la abuela disfrutar mucho del beb¨¦, porque cuando ten¨ªa 18 meses una trombosis se la llev¨®. No conoc¨ª a mis abuelos. O murieron antes de que yo naciera, o cuando yo era solo un ni?o. Apenas queda alg¨²n recuerdo borroso y fantasmal perdido por ah¨ª. No imagin¨¢bamos que la historia de mi madre con mi hija ser¨ªa similar.
Mam¨¢ se fue en paz sabiendo que yo hab¨ªa formado una familia y que su legado gen¨¦tico perdurar¨ªa en Candela, as¨ª como su memoria. Tambi¨¦n a m¨ª me dio paz que mam¨¢ se fuera al otro mundo con estas certezas, como si cerrase su ciclo vital, como si ya hubiese hecho todo lo que ten¨ªa que hacer en esta parte cognoscible de la existencia. Mam¨¢ pudo saber, al menos por un rato, lo que se siente siendo abuela. La ¡°abu¡±, como quer¨ªa que Candela la llamase cuando conquistase el habla.
Pero, por otro lado, nos embargaba un hondo sentimiento de injusticia: el tener que coordinar en esos meses la infinita alegr¨ªa por la llegada de Candela con la infinita tristeza por la partida de mam¨¢. Me enfadaba esa coincidencia fatal, cuando por edad (teniendo en cuenta la esperanza de vida media), y dado el saludable estilo de vida que hab¨ªa practicado, mam¨¢ podr¨ªa haber conocido a su nieta hasta los 10 a?os, o incluso hasta la adolescencia, que eran los c¨¢lculos que yo hab¨ªa hecho antes de la llegada del adenocarcinoma pancre¨¢tico. Pero la vida siempre se empe?a en arruinar nuestras previsiones. Candela ser¨¢ ya para mam¨¢ un beb¨¦, as¨ª quedar¨¢ grabada en su memoria ultraterrena, si es que los muertos tienen memoria. No la ver¨¢ crecer. Candela nunca la recordar¨¢ m¨¢s all¨¢ de nuestras fotos y nuestros cuentos.
Una ausencia a¨²n m¨¢s grande
Cuando mam¨¢ acab¨® de morir apareci¨® el duelo, una ausencia a¨²n m¨¢s grande que la que hab¨ªa previsto, ocupado como hab¨ªa estado en el d¨ªa a d¨ªa del acompa?amiento hacia la muerte: pruebas, m¨¦dicos, hospitales, mensajes, amigos, funerales. Cuando todo esto pas¨®, y llegu¨¦ a casa despu¨¦s de dejar sus cenizas en el cementerio de Moreda (Asturias), la realidad me golpe¨® como un muro de hormig¨®n. Mam¨¢ no volver¨ªa a estar, mam¨¢ no volver¨ªa a llamar, mam¨¢ hab¨ªa perdido su existencia. Y eso me resultaba, no solo doloroso, sino completamente inveros¨ªmil.
Y ah¨ª segu¨ªa Candela, despu¨¦s de toda la vor¨¢gine de la muerte, que tanto protagonismo le hab¨ªa robado, ah¨ª segu¨ªa, reptando por el suelo, haciendo simp¨¢ticos movimientos con la manita, poni¨¦ndose perdida al comer trozos de fruta, siendo extremadamente adorable. Muchas personas bienintencionadas me dijeron que lo mejor para sobrellevar el luto era volcarme en la ni?a, que me quitar¨ªa todas las penas. Sin embargo, de pronto, la visi¨®n de Candela me causaba m¨¢s pena todav¨ªa, me recordaba cu¨¢nto la quer¨ªa mi madre, la injusticia de su muerte, c¨®mo le hubiera gustado verla crecer. Y me apetec¨ªa todo el rato mandarle fotos del beb¨¦ al WhatsApp, unas fotos que ya nadie ver¨ªa al otro lado.
Adem¨¢s, me resultaba molesto que, estando yo hundido en un pozo de tristeza, Candela estuviera tan contenta, como si tal cosa. Sab¨ªa perfectamente que un beb¨¦ de su edad es completamente inconsciente del drama circundante, pero hab¨ªa algo dentro de m¨ª que se revolv¨ªa contra eso, contra su indiferencia, contra su m¨¢s profunda y feliz infancia. C¨®mo pod¨ªa compaginar yo mi duelo con los juegos y las caranto?as a Candela, c¨®mo pod¨ªa yo transitar con naturalidad de un estado emocional a otro. Necesitaba paz y silencio, pensar en mam¨¢, en su marcha repentina, recomponer el mundo, descansar. Pero Candela solo provocaba ruido, un ruido alegre, pero ruido al fin y al cabo, como una fiesta en un cementerio.
Me preocup¨® este choque de sentimientos dif¨ªcil de manejar. Me preocup¨® no recuperar nunca m¨¢s el inocente estado de padre obnubilado. Finalmente, el tiempo, que todo lo destruye, pero que tambi¨¦n todo lo arregla, puso las cosas en su sitio. Ahora me alegra pensar que mam¨¢, de alguna manera, se ha fundido en Candela, y cuando veo en el rostro de Candela el parecido con mi madre, empieza a asomar una t¨ªmida alegr¨ªa, que deseo que se ponga en el cenit como el sol algunos mediod¨ªas.
Candela lleg¨® y mam¨¢ se fue. Cada una de ellas se ha perdido a la otra. Es ley de vida, como suele decirse, que estas cosas ocurran. Pero como me dijo una amiga, que es diputada, ¡°la ley de vida es una ley que deber¨ªamos derogar¡±.
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