Tania del R¨ªo: ¡°El trabajo de las madres buscadoras es la prueba de que el Estado no funciona¡±
La autora habla con EL PA?S de su ¨²ltimo libro, ¡®Las Rastreadoras¡¯, sobre las mujeres que buscan a sus desaparecidos y sobre la crisis de violencia que atraviesa el pa¨ªs
?Qu¨¦ cosecha un pa¨ªs que siembra cuerpos? ¡°Muerte¡±, responde Tania del R¨ªo, soci¨®loga feminista, activista y autora de Las rastreadoras (Aguilar), un libro que profundiza en la vida y las historias de las madres buscadoras de M¨¦xico y que analiza el fen¨®meno de la desaparici¨®n forzada en el pa¨ªs.
Ellas, las ¡°mujeres sabueso¡±, como les dice Del...
?Qu¨¦ cosecha un pa¨ªs que siembra cuerpos? ¡°Muerte¡±, responde Tania del R¨ªo, soci¨®loga feminista, activista y autora de Las rastreadoras (Aguilar), un libro que profundiza en la vida y las historias de las madres buscadoras de M¨¦xico y que analiza el fen¨®meno de la desaparici¨®n forzada en el pa¨ªs.
Ellas, las ¡°mujeres sabueso¡±, como les dice Del R¨ªo, son grupos organizados en la b¨²squeda de desaparecidos que existen por todo el pa¨ªs. En Sonora, Sinaloa, Guanajuato, Tamaulipas, Veracruz, Colima¡ grupos de familiares -en su mayor¨ªa mujeres- llegan en muchas ocasiones donde no llega el Estado en la b¨²squeda de sus familiares. Con poco o ning¨²n recurso, estos colectivos han optado por buscar con sus propias manos a sus seres queridos. Sobre ellas pesa la ausencia, como un espada de Damocles que les impide avanzar. No existe el duelo, no existe la certeza, solo la duda y la esperanza de alg¨²n d¨ªa encontrarles, vivos o muertos. Solo as¨ª llegar¨¢n al final de la angustia que las carcome por dentro y que cada d¨ªa las obliga a salir a la calle. ¡°El trabajo de las madres buscadoras es la prueba de que el Estado no funciona¡±, se?ala Del R¨ªo, originaria de Sinaloa, uno de los Estados m¨¢s violentos de M¨¦xico y escenario de disputas entre grupos del narcotr¨¢fico.
Del otro lado, la desaparici¨®n, como menciona la escritora, tiene como objetivo ¡°borrar la identidad social de una persona, reducir su condici¨®n jur¨ªdica, dejarla en el anonimato, impedir el derecho a ser sepultado de manera digna y que pueda despedirse de su familia¡±. Tania del R¨ªo se define a s¨ª misma como una ¡°observadora social¡±, que desgrana poco a poco las consecuencias de la violencia, la impunidad y la falta de justicia para las v¨ªctimas. ¡°En este pa¨ªs desaparecen cada d¨ªa 25 personas. Una cifra muy alta para un pa¨ªs que supuestamente no est¨¢ en guerra¡±, cuestiona la autora. Un pa¨ªs donde, sin embargo, no dejan de aparecer fosas clandestinas, pese a la indiferencia de gran parte de la sociedad y la negativa del Estado. ¡°La indiferencia es una de las formas m¨¢s certeras y sutiles de la violencia¡±, comenta. ¡°El pa¨ªs ha cohabitado tanto con la impunidad que a menudo hace eucarist¨ªa del miedo. Pero, ?se ha acostumbrado? Una pregunta que tiene por respuesta el silencio¡±, expone. Un silencio que deja a la sociedad atrapada en un contexto violento que se perpet¨²a. Con m¨¢s de 110.000 personas desaparecidas en M¨¦xico s¨®lo existen 36 sentencias por desaparici¨®n forzada, de acuerdo al portal A d¨®nde van los desaparecidos, mientras que la impunidad es cercana del 94%.
¡°Para m¨ª se trata de una guerra que no tiene un objetivo claro y que la ciudadan¨ªa vive en su carne y en su cuerpo todos los d¨ªas¡±, responde Del R¨ªo que critica la estrategia de mantener al Ej¨¦rcito en las calles para realizar tareas de Seguridad. El ¨²ltimo episodio del horror fue solo hace apenas unas semanas tras la desaparici¨®n de cinco j¨®venes, cinco amigos que salieron de fiesta en Lagos de Moreno, Jalisco, y que supuestamente acabaron asesinados a manos del narco. Hasta el momento no hay ning¨²n detenido ni tampoco se ha encontrado el cuerpo de los muchachos lo que deja un trauma en la sociedad dif¨ªcil de reparar, igual que sucedi¨® con la desaparici¨®n de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. ¡°En los ¨²ltimos a?os, el perfil que m¨¢s predomina en los desaparecidos es el de hombres j¨®venes de entre 19 a 30 a?os, convertidos en carne de ca?¨®n. Casi toda una generaci¨®n perdida de chicos que tambi¨¦n afecta al ciclo econ¨®mico del pa¨ªs¡±, agrega.
En el momento en el que sus nombres se evaporaron fue cuando sus madres salieron a buscarlos. Las rastreadoras no hace tanto tiempo eran amas de casa, vendedoras, profesionistas a las que la violencia oblig¨® a convertirse en especialistas forenses, m¨¦dicas y cient¨ªficas. Del R¨ªo cuenta algunas de sus historias. ¡°Empezamos a por no dejar que la Fiscal¨ªa del Estado decidiera por nosotras. Tomamos las palas y salimos al monte, lagunas, r¨ªos, parcelas, pozos... Todas con el mismo objetivo: buscarlos y encontrarlos, donde est¨¦n y c¨®mo est¨¦n¡±, se?ala Isabel Cruz, quien busca a su hijo y que representa la voz de tantas familias. Entre las muchas voces de madres que recoge el libro, la de Cruz resuena fuerte: ¡°La madre de un desaparecido tiene tres opciones: sentarse a llorar, hincarse a rezar o salir a buscar ?T¨² decides!¡±.
Con el paso de los a?os aprendieron a desenterrar cad¨¢veres con picos y palas, a identificar pedazos de huesos, a moverse en el desierto y a reconocer el olor f¨¦tido de los cuerpos en descomposici¨®n. ¡°Lo que me sorprende de ellas es que la ¨²nica forma en la que han logrado sobrevivir ha sido poniendo el cuerpo. En ese acuerpamiento del dolor se han hermanado y entonces se han sostenido unas a otras¡±, reflexiona la escritora. Su intervenci¨®n directa en la b¨²squeda de fosas las pone en la diana de quienes no tienen inter¨¦s en desenterrar el horror. En los ¨²ltimos tres a?os han aumentado los ataques directos contra las buscadoras. Solo en el Estado de Guanajuato, se ha asesinado a cinco activistas que buscaban a sus familiares. Hablamos de c¨®mo esta lucha te desgasta, te desgasta tanto que al final muchas de ellas incluso han fallecido por. Problemas relacionados con esa b¨²squeda.
La autora hace un recorrido por la historia para explicar que la desaparici¨®n forzada en M¨¦xico sucede desde los a?os 70. Una pr¨¢ctica que en su momento utiliz¨® el Ej¨¦rcito y otras corporaciones para acabar con detractores pol¨ªticos ¨Dcomo en la masacre de Aguas Blancas¨D y que ahora tambi¨¦n utilizan los grupos del narcotr¨¢fico. ¡°Tambi¨¦n sucede que a lo mejor los capturan las autoridades y se los entregan directamente al crimen organizado, que son los que desaparecen los cuerpos. Han llegado a inventar recetas para disolver cuerpos, para calcinar, para no encontrar rastro¡±, explica.
Para Del R¨ªo, la existencia de tantas fosas en el pa¨ªs -unas 2.710, seg¨²n datos oficiales¨D significa que los perpetradores hacen su voluntad. Y que existe una gran ineficacia del Estado y las instituciones que est¨¢n desbordadas. ¡°Cada fosa es un acto de ostentaci¨®n de la impunidad si partimos de que los cuerpos de personas depositadas han sido v¨ªctimas de desaparici¨®n forzada y seguramente de otros delitos ligados como el secuestro, trata de personas, feminicidio, tortura, etc. Por eso deber¨ªa ser importante prestar atenci¨®n al grado de violencia ejercida sobre los cuerpos, adem¨¢s del lugar y la forma en la que fueron encontrados¡±, menciona en el libro.
¡°La violencia es tan antigua como la historia de la humanidad, pero dentro de un sistema jur¨ªdico la permisividad del Estado es infame¡±, se?ala la autora y termina con una reflexi¨®n sobre la postura del Gobierno que ¡°imposibilita¡± estrategias de coordinaci¨®n y pol¨ªticas de soluci¨®n. ¡°El Estado es responsable de lo que sucede, porque permite esta violencia, no rescata a las v¨ªctimas ni procesa a los culpables. Si eso no sucede, mucho menos podremos hablar de reparaci¨®n del da?o¡±, agrega.
Se desconoce de manera precisa cu¨¢ntos colectivos de padres y madres buscadoras existen en el pa¨ªs, aunque ya tienen presencia en casi todos los Estados. ¡°La ¨²nica soluci¨®n que le veo a esto para cambiar es que a nivel de ciudadanos hagamos redes de apoyo, redes solidarias, redes de denuncia. Eso requiere un cierto nivel de rebeld¨ªa y desobediencia. Pero es importante no agachar la cabeza. Aislados nos chingan, aislados nos matan. Aislados nos desaparecen¡±.
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