La vida rota de Joel L¨®pez, el hombre que vio a ¡®La Mataviejitas¡¯ en su ¨²ltima escena del crimen
La persona m¨¢s cercana a Ana Mar¨ªa de los Reyes, la ¨²ltima v¨ªctima de Juana Barraza, cuenta su historia de vida con la mujer de 81 a?os y refuta las afirmaciones de la asesina serial en ¡®Canal 14¡¯: ¡°Su mentira sigue causando da?o¡±
A ella le gustaba jugar a los almohadazos. A ¨¦l que ella lo mimara con un jugo de naranja y unos frijoles de la olla. Disfrutaban de fumar y platicar juntos. C¨®mo olvidar el d¨ªa que ella corri¨® por su traje de ba?o y se meti¨® a la tina para hacerle compa?¨ªa con un cigarro y una copa de vino. Esa noche, ella tuvo que salir corriendo a ponerse una bata para fingir que se estaba ba?ando porque una de sus hijas, Ver¨®nica, la llamaba por tel¨¦fono. Estaba a cinco minutos. Cuando lleg¨®, le pregunt¨® a su madre ¡°?qu¨¦ estabas haciendo?¡±. ¡°Me estaba ba?ando¡±, contest¨®. Pero la complicidad entre ...
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A ella le gustaba jugar a los almohadazos. A ¨¦l que ella lo mimara con un jugo de naranja y unos frijoles de la olla. Disfrutaban de fumar y platicar juntos. C¨®mo olvidar el d¨ªa que ella corri¨® por su traje de ba?o y se meti¨® a la tina para hacerle compa?¨ªa con un cigarro y una copa de vino. Esa noche, ella tuvo que salir corriendo a ponerse una bata para fingir que se estaba ba?ando porque una de sus hijas, Ver¨®nica, la llamaba por tel¨¦fono. Estaba a cinco minutos. Cuando lleg¨®, le pregunt¨® a su madre ¡°?qu¨¦ estabas haciendo?¡±. ¡°Me estaba ba?ando¡±, contest¨®. Pero la complicidad entre Ana Mar¨ªa de los Reyes y Joel L¨®pez termin¨® de manera s¨²bita el 25 de enero de 2006, el d¨ªa en que Juana Barraza dej¨® el cad¨¢ver de Ana Mar¨ªa en la sala de televisi¨®n de la casa del n¨²mero 21 de la calle Jos¨¦ J. Jasso, en la colonia Moctezuma (Ciudad de M¨¦xico), despu¨¦s de estrangularla.
A Joel L¨®pez (Ciudad de M¨¦xico, 47 a?os) le brotan las l¨¢grimas como un torrente cuando recuerda los hechos de hace 18 a?os. Su tristeza surgi¨® un mi¨¦rcoles al regresar de trabajar. Era de d¨ªa, pero m¨¢s tarde de lo habitual porque su jefa le pidi¨® recibir un pedido de ¨²ltima hora en el hostal donde laboraba, en el Centro Hist¨®rico. Ese d¨ªa no hubo jugo de naranja ni frijoles para almorzar. Se enfrent¨® a una escena escalofriante que lo marcar¨ªa de por vida. Ver a Ana Mar¨ªa, de 81 a?os, inerte sobre el piso de la sala de televisi¨®n fue quedarse sin la persona que m¨¢s lo apapachaba. Perder a una compa?era de vida que lo hac¨ªa subirse a la azotea a tomar el sol mientras le preparaba un agua de lim¨®n, con quien iba al cine a comerse tortas o pambazos que met¨ªan a escondidas. Fue quedarse sin la amiga que le escrib¨ªa recados en pedazos de papel.
Joel L¨®pez, cocinero de profesi¨®n, es el verdadero h¨¦roe de una historia tr¨¢gica de asesinatos de mujeres de la tercera edad que asol¨® a la capital mexicana desde finales de los a?os noventa y que termin¨® con la detenci¨®n de una asesina serial, Juana Barraza, conocida como La Mataviejitas, gracias a que, pese al pasmo, decidi¨® seguir sus pasos despu¨¦s de encontrarse a solo tres metros de ella dentro de la casa, cuando la mujer acababa de cometer el crimen de Ana Mar¨ªa. ¡°Lo primero que vi fueron los pies de Ana y fui subiendo mi mirada para arriba. Yo ya sab¨ªa que ella no estaba [¡] Por mi cabeza pasaron muchas cosas. Algo me movi¨®. Cuando vi a Juana nunca nos dijimos nada, solamente me observ¨® muy, muy fuerte. Yo interpreto que la mirada que ella me lanz¨® fue como diciendo ¡®estate quieto o te pasa lo mismo¡±, relata Joel L¨®pez en entrevista con EL PA?S.
La asesina comenz¨® a caminar para abandonar la escena del crimen con pasos lentos. Joel dud¨® sobre qu¨¦ hacer pero tom¨® una decisi¨®n crucial: seguirla y no perderla de vista. Mientras avanzaba a dos metros de ella, ya en la calle Jos¨¦ J. Jasso, grit¨® los nombres de Celina y Magaly, dos conocidas que atend¨ªan un sal¨®n de belleza donde Ana Mar¨ªa se pintaba el pelo y se arreglaba las u?as. ¡°Salieron ellas. Yo nunca volte¨¦ hacia atr¨¢s, mi mirada era hacia ella, pero s¨ª escuchaba a Magaly y a Celina que me dec¨ªan ¡®?qu¨¦ pas¨®?, ?por qu¨¦ est¨¢s corriendo?¡¯, y yo les dec¨ªa ¡®es que esta mujer le hizo da?o a Ana. Ay¨²denme, por favor¡±, cuenta Joel. Juana Barraza se dirigi¨® a una peque?a calle contigua y en un momento se tropez¨® con lo que Joel recuerda como un arbusto. ¡°Eso me dio pie a poderla coger de un brazo. Trat¨® como de jalarse y cuando jal¨® se abri¨® su bolsa como de tela larga. En ese momento ya estaba un polic¨ªa atr¨¢s¡±.
En la bolsa que cargaba Juana Barraza los polic¨ªas encontraron credenciales de elector, tarjetas de apoyo alimenticio para personas de la tercera edad, tarjetas de presentaci¨®n de luchadores ¡ªella se desenvolv¨ªa en el entorno de la lucha libre¡ª, y de la casa de Ana Mar¨ªa de los Reyes hab¨ªa robado un champ¨², unas monedas viejas y hasta un foco, recuerda Joel. Los polic¨ªas estaban en la zona porque hac¨ªan recorridos como parte de un operativo denominado Serpent¨ªn, con el que la Polic¨ªa de Ciudad de M¨¦xico buscaba al culpable de los asesinatos de mujeres tras analizar el modus operandi detr¨¢s de los cr¨ªmenes.
Joel, sin embargo, no cree ser un h¨¦roe. Para ¨¦l, lo heroico habr¨ªa sido impedir el asesinato de su compa?era de vida. ¡°No me considero un h¨¦roe, me considero un instrumento para la captura de esta se?ora Juana. Yo tal vez me hubiera considerado un h¨¦roe si hubiera podido llegar antes. Mucho tiempo viv¨ª culp¨¢ndome¡±.
¡®Juana Barraza miente¡¯
A excepci¨®n de su testimonio en el documental La Dama del Silencio: el caso de La Mataviejitas (Netflix, 2023), dirigido por Mar¨ªa Jos¨¦ Cuevas, Joel L¨®pez ha evitado conversar con los medios de comunicaci¨®n, sin embargo, ahora ha decidido hacerlo para contar su historia de vida con Ana Mar¨ªa de los Reyes, pero tambi¨¦n para refutar las afirmaciones que hizo Juana Barraza en una entrevista reciente con el Canal 14 de la televisi¨®n p¨²blica de M¨¦xico. En esa conversaci¨®n, Barraza se declara inocente de los asesinatos de mujeres por los que fue sentenciada a 759 a?os de c¨¢rcel, a pesar de las pruebas periciales en su contra y de su propia descripci¨®n ¡ªgrabada por las autoridades¡ª de c¨®mo ahorcaba a sus v¨ªctimas.
¡°Quiero decirle a la gente que no pueden creerle a una mujer que est¨¢ diciendo puras mentiras. Su mentira sigue causando mucho da?o, no nada m¨¢s a m¨ª. Yo me pongo a pensar en los familiares (de las v¨ªctimas) que la ven¡±, asegura Joel L¨®pez, que adem¨¢s critica el enfoque de Canal 14. ¡°Si es un canal del Gobierno, o que est¨¢ patrocinado por medio del Gobierno, ?con qu¨¦ finalidad lo hacen? ?Realmente quieren ayudarla?, ?quieren revertir todos estos a?os de investigaci¨®n? Porque en verdad causar¨ªan un da?o tremendo. Si la gente va a mirar algo, que lo mire con base en investigaciones, que vean que hay huellas dactilares [que muestran su culpabilidad], que lo vean desde todo el proceso. No puedes decir ¡®pobrecita viejita¡¯ cuando no sabes todo lo que hay de trasfondo¡±.
Un nuevo mensaje a Juana Barraza
Joel L¨®pez tuvo un di¨¢logo breve con Juana Barraza en un careo despu¨¦s de la detenci¨®n. Ella le mostr¨® una imagen de la Santa Muerte y le dijo: ¡°?Sabes qui¨¦n es mi Dios?, ?sabes qui¨¦n me protege?¡ Este es mi Dios¡±. ?l respondi¨®: ¡°Te voy a decir algo. A m¨ª no me hiciste da?o, ni a Ana. Ana ya est¨¢ en otro plano. ?Sabes a qui¨¦n le hiciste da?o con todo lo que hiciste? A tus hijos¡±. Juana Barraza se dio la media vuelta y se fue.
Si Joel L¨®pez volviera a estar frente a Juana Barraza, le dir¨ªa algo diferente: ¡°Que me siento contento de haber participado en su captura y verla pagar una condena por el asesinato de Ana y de las 16 v¨ªctimas m¨¢s¡±.
Debajo de las camas
Joel tiene un recuerdo amargo de su abuela materna, que era severa y le hablaba mal de su propia madre. Por eso durante un tiempo sinti¨® un rechazo a la cercan¨ªa con personas mayores. A pesar de que en su casa no hab¨ªa carencia, su abuela les restring¨ªa los alimentos y guardaba el pan dulce debajo de la cama. ¡°El pan duro lo sacaba. Ten¨ªas que pedir. Si se te antojaba un pl¨¢tano, lo ten¨ªas que pedir. Si estaba de buenas, te lo daba, si no, te quedabas con el antojo¡±, explica Joel.
A?os m¨¢s tarde conoci¨® a Ana Mar¨ªa en una iglesia de la colonia Jard¨ªn Balbuena (Ciudad de M¨¦xico), cuando era seminarista de la orden de San Felipe Neri. Coincid¨ªan en los eventos y por alg¨²n motivo los sentaban juntos. Pero la evitaba cuando ella lo buscaba, hasta que las cosas cambiaron un d¨ªa que Ana Mar¨ªa le pidi¨® un abrazo. ¡°?Qu¨¦ tienes?¡±, pregunt¨®. ¡°Solamente dame un abrazo¡±, dijo ella. ¡°La abrac¨¦ y llor¨®, llor¨® mucho. Nos debemos de haber quedado ah¨ª como unos tres minutos abrazados. Evidentemente yo tambi¨¦n llor¨¦ porque sent¨ª que ella necesitaba algo, no s¨¦ qu¨¦, y ya de ah¨ª fue diferente¡±, cuenta Joel.
Tiempo despu¨¦s, un s¨¢bado se encontraron por casualidad en el Centro de Ciudad de M¨¦xico. Joel ya hab¨ªa dejado la orden de San Felipe Neri y desde entonces no se ve¨ªan. Le cont¨® a Ana Mar¨ªa que estaba buscando un lugar para vivir y ella le ofreci¨® rentarle un b¨²ngalo de dos piezas que estaba al fondo de su casa en la colonia Moctezuma. ?l accedi¨® y as¨ª comenz¨® la historia de un v¨ªnculo dif¨ªcil de describir en una sola palabra. ¡°?ramos muy diablos¡±, dice Joel. En una ocasi¨®n Daniel, el hijo menor de Ana Mar¨ªa ¡ªde cuatro en total¡ª, lleg¨® a la casa. Escucharon la cerradura y, para evitar que los viera juntos, Ana Mar¨ªa le dijo que se escondiera debajo de la cama. ¡°Ana se llev¨® a Daniel a la cocina, ¡®toma, te invito un caf¨¦¡¯, pero yo ya no me sal¨ªa de ah¨ª porque dec¨ªa va a ser peor que me agarren saliendo. ?Sabes qu¨¦ hizo? Le dijo a Daniel ¡®vente, v¨¢monos a mi rec¨¢mara a platicar¡¯, y se sent¨® en la cama donde yo estaba escondido. Lo hac¨ªa con toda la intenci¨®n de jugar¡±. Ya no era m¨¢s el pan dulce el que estaba escondido. Ahora era Joel L¨®pez jugando con Ana Mar¨ªa de los Reyes.
Ambos sol¨ªan escuchar m¨²sica juntos. Una de las canciones que disfrutaban era Cien a?os, de Pedro Infante. Esa que al final dice: Y sin embargo sigues / unida a mi existencia / y si vivo cien a?os / cien a?os pienso en ti.
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