El acantilado de cristal
El probable aterrizaje de Kamala Harris a la candidatura de los dem¨®cratas en Estados Unidos emerge un escenario in¨¦dito: dos mujeres gobernando a un lado y otro de la complicada frontera mexicana
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Acantilado de cristal es la expresi¨®n que describe ese abismo invisible en el que el mundo de la pol¨ªtica y la empresa sit¨²a a las mujeres cuando las cosas van regular. O sea, Kamala Harris. Cuando los dem¨®cratas ten¨ªan expectativas de ganar, pocos se plantearon que quiz¨¢ un se?or nonagenario de capacidades inciertas no deber¨ªa repetir en el puesto. La bala que dispar¨® a Donal Trump y mat¨® a Biden fue el final de un proceso en el que los del burro vieron las orejas al lobo: los sondeos indicaban lo peor, y entonces, el nombre de una mujer emergi¨® como Venus de su concha. Si pierde, siempre hay alguien a quien echar la culpa. Si gana, all¨¢ se las vea con el panorama que se abre a sus pies. As¨ª piensan las empresas, y luego, cuando la sustituyen por un nuevo hombre ya se han lavado la cara, ya no son machistas.
En la pol¨ªtica hay numerosos casos del estilo. Y hay estudios acad¨¦micos que determinan c¨®mo las empresas, cuando llevan un periodo con las cifras patas arriba, colocan a mujeres en los altos cargos. Y hale, a fracasar, que ya llegar¨¢n otros cuando las aguas amainen. En el fondo, es lo de siempre, ellas tienen que remar mucho m¨¢s fuerte para conseguir llegar a la meta. Hay otros acantiladitos en los puestos intermedios: a las mujeres se las suelta a un cargo sin tener experiencia muchas veces, mientras que ellos han ido ascendiendo, o sea, aprendiendo, convenientemente. Las sutilezas en las que se mueve el machismo en estos tiempos son infinitas.
Lo ocurrido con Claudia Sheinbaum, sin embargo, es distinto: sali¨® con una buena posici¨®n en las encuestas que no cambi¨® en toda la campa?a. Gan¨® por goleada y hoy son miles los que esperan ver por primera vez a dos mujeres gobernando a un lado y otro de una de las fronteras m¨¢s complicadas del Planeta. Si Kamala Harris vence a Donald Trump en noviembre, se presentar¨¢ un panorama que no ha tenido igual en siglos, digno de observarse, al menos. Las pol¨ªticas dem¨®cratas no difieren en mucho de las republicanas en lo que a M¨¦xico se refiere, como se ha constatado en gobiernos como el de Obama, por ejemplo. Y M¨¦xico es el socio d¨¦bil que debe plegarse muchas veces a los designios estadounidenses.
Quedan, sin embargo, otras iniciativas de las que estar pendientes. Ser¨¢ en el plano feminista en el que se podr¨¢n medir los desempe?os de una y otra, llegado el caso. Y ser¨ªa interesante ver c¨®mo cada una desarrolla la agenda feminista. Aborto ser¨¢ una palabra clave. Pero hay otras violencias que en M¨¦xico, dotado de buenas leyes, esperan un avance sustantivo. Solo sea por eso, merecer¨ªa la pena que dos mujeres gobernaran en un mismo periodo.
Si, por el contrario, gana Trump, es posible que las cosas marchen en el lado mexicano razonablemente, a pesar de las bravatas y los insultos del l¨ªder republicano en tiempos de campa?a y m¨¢s all¨¢. Pero en el ¨¢mbito feminista no hay mucho que hablar ni que esperar de ese hombre. Y cuando las cosas van regular en un pa¨ªs, a las mujeres se las empuja al acantilado de cristal, pero los hombres ponen en marcha medidas antifeministas para echar una cortina de humo sobre lo dem¨¢s. Si no, miren en la Argentina de Milei. Los logros igualitarios siempre salen perdiendo.
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