Joe Biden: el largo adi¨®s del ¡®pato cojo¡¯
El dem¨®crata renunci¨® a la reelecci¨®n, pero a¨²n es presidente de EE UU con fecha de caducidad. El alto el fuego en Gaza y una improbable reforma del Supremo, entre los retos de sus ¨²ltimos seis meses en la Casa Blanca
En la fauna de Washington abundan los lobos y los buitres, los halcones y las alima?as. Y cada cierto tiempo, cuatro u ocho a?os, el rey de la selva se transforma en un pato cojo.
La temporada del pato cojo se adelant¨® este a?o a la semana pasada, con la renuncia del presidente, Joe Biden, a buscar la reelecci¨®n y el anuncio de que ced¨ªa el testigo a su vicepresidenta, Kamala Harris. El mi¨¦rcoles, con un discurso desde el Despacho Oval en horario de m¨¢xima audiencia, Biden escribi¨® el principio del nuevo, tal vez ¨²ltimo, cap¨ªtulo de su vida profesional, en la que ¨¦l, que lo ha sido casi todo en Washington, seguir¨¢ durante seis meses al mando de la primera potencia mundial, mientras trata de asegurarse un buen recuerdo para su legado.
El concepto del pato cojo, referido a ese pol¨ªtico que tiene los d¨ªas contados porque ha perdido unas elecciones, no piensa presentarse de nuevo o ha llegado al l¨ªmite de mandatos permitido por la Constituci¨®n, se populariz¨® en Estados Unidos en los a?os veinte en tiempos del presidente Calvin Coolidge, que tom¨® una decisi¨®n parecida a la de Biden. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, Lyndon B. Johnson, otro l¨ªder en apuros, hizo lo mismo. Johnson trat¨® sin ¨¦xito de poner fin a la guerra de Vietnam en los nueve meses que le quedaron por delante tras la renuncia. Tampoco le dejaron nombrar un juez del Tribunal Supremo.
¡°En realidad, la condici¨®n de pato cojo de Biden es, en comparaci¨®n, sorprendentemente breve¡±, opin¨® este domingo en un correo electr¨®nico el historiador presidencial Russell Riley, en referencia a que tanto ¨¦l, como Coolidge y Johnson, pertenecen a la rara especie de presidentes de un solo mandato. ¡°Normalmente, uno conoce con cuatro a?os de antelaci¨®n su fecha de caducidad. Por eso creo que se centrar¨¢ en hacer todo lo posible desde la Casa Blanca por la campa?a de Harris¡±.
Biden tambi¨¦n tiene, como Johnson, una guerra por resolver encima de la mesa. Sus esfuerzos por lograr un alto el fuego en Gaza y la liberaci¨®n de los rehenes en manos de Ham¨¢s (115, ocho de los cuales son estadounidenses) marcar¨¢n su ¨²ltimo medio a?o como comandante en jefe, pero al menos se podr¨¢ dedicar a ellos sin la distracci¨®n de una campa?a electoral, ahora que ser¨¢ Harris, con toda seguridad, la que se enfrentar¨¢ al republicano Donald Trump el pr¨®ximo 5 de noviembre.
Lo primero que hizo Biden tras ofrecer (m¨¢s bien pocas) explicaciones a su renuncia fue, casualidades de un calendario cerrado hace semanas, reunirse con el primer ministro israel¨ª, Bemjam¨ªn Netanyahu, al d¨ªa siguiente de que este ofreciera un discurso en el Capitolio. En una sesi¨®n conjunta del Senado y la C¨¢mara de Representantes con numerosas bajas en la bancada dem¨®crata, Netanyahu pidi¨® el apoyo incondicional de Estados Unidos a su guerra en Gaza, que present¨® como un ¡°lucha entre la barbarie y la civilizaci¨®n¡±. Su reuni¨®n con el presidente qued¨® opacada por la que mantuvo a continuaci¨®n con Harris, que despu¨¦s describi¨® en un tono tajante a la prensa una conversaci¨®n en la que la vicepresidenta le urgi¨® a un alto el fuego y le advirti¨® de que ¡±no guardar¨¢ silencio¡± sobre el coste humanitario en Gaza.
El contraste entre ambos estilos y la manera en la que Harris se rob¨® el jueves el espect¨¢culo hizo preguntarse a los analistas si Netanyahu escuchar¨¢ a Biden o si ya pas¨® tambi¨¦n su p¨¢gina y har¨¢ m¨¢s caso a Harris o a Trump, con quien se reuni¨® el viernes en la residencia del expresidente en Mar-a-Lago, el Camelot del trumpismo. He ah¨ª otra de las paradojas del pato cojo: teme menos las consecuencias electorales de sus apuestas, pero su fecha de caducidad tambi¨¦n lo hace un animal que no inspira el mismo respeto que antes en sus rivales en la jungla pol¨ªtica.
En su discurso desde el Despacho Oval, Biden complet¨® la lista de tareas para estos seis meses en pol¨ªtica exterior prometiendo que seguir¨¢ liderando la respuesta internacional al presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, para ¡°impedir que se apodere de Ucrania¡±, que trabajar¨¢ por ¡°una OTAN m¨¢s fuerte¡± y que procurar¨¢ ¡°traer de vuelta a los estadounidenses que est¨¢n detenidos injustamente en todo el mundo¡±.
En clave interna, habl¨® de generalidades como reducir los costos para las familias trabajadoras, fortalecer la econom¨ªa, defender los derechos civiles, desde el voto hasta el aborto, denunciar el odio y el extremismo, apaciguar las aguas de la violencia pol¨ªtica tras el reciente atentado contra Trump, combatir el cambio clim¨¢tico y aumentar el control de armas. Tambi¨¦n prometi¨® dejar encarrilado otro de los programas estrella de su mandato: la iniciativa Cancer Moonshot (as¨ª bautizada en un gui?o a la carrera que llev¨® a Estados Unidos a la luna en los sesenta). La meta es reducir las muertes por c¨¢ncer en el pa¨ªs a la mitad durante los pr¨®ximos 25 a?os, as¨ª como mejorar la calidad de vida de los pacientes.
En un plano m¨¢s pr¨¢ctico, Biden empujar¨¢ para que sus dos conquistas legislativas m¨¢s exitosas ¨Del gran plan de infraestructuras que sac¨® adelante antes de perder la mayor¨ªa dem¨®crata en el Congreso y la Ley de Reducci¨®n de la Inflaci¨®n, con su agenda clim¨¢tica¨D sigan recibiendo la lluvia de millones prometida.
Nombrar jueces
El presidente tambi¨¦n se ha impuesto la misi¨®n de nombrar jueces federales hasta cubrir las 48 vacantes que hay ahora mismo, as¨ª como el objetivo de resolver el futuro de otros puestos en las distintas agencias federales: a esa lista se sum¨® esta semana el de director del Servicio Secreto, despu¨¦s de que su jefa, Kimberly Cheatle, se rindiera a las presiones y dimitiera por los fallos que propiciaron el ataque a Trump en un mitin en Pensilvania.
Y ha avanzado que se empe?ar¨¢ en impulsar cambios en el Tribunal Supremo antes de dejar la presidencia en enero, tales como la limitaci¨®n de los mandatos de sus nueve magistrados, ahora vitalicios, y la aprobaci¨®n de un c¨®digo ¨¦tico que rija su desempe?o. A¨²n colea el esc¨¢ndalo por los regalos sin declarar recibidos por Clarence Thomas, y el curso judicial que acaba de concluir estuvo marcado por la aparente sinton¨ªa con Trump en los meses que siguieron a su derrota electoral de 2020 de la esposa de Samuel Alito. En otra de las particularidades del sistema estadounidense, el Supremo, cuya composici¨®n es la m¨¢s conservadora en ocho d¨¦cadas, es el alto tribunal m¨¢s poderoso y menos sujeto a control de Occidente.
Cu¨¢nto de ese ambicioso programa podr¨¢ sacar adelante depende en parte del Congreso, donde el Partido Dem¨®crata tiene una mayor¨ªa corta en el Senado, pero no en la C¨¢mara de Representantes, y los legisladores que se presentan a la reelecci¨®n (todos los de la C¨¢mara baja y un tercio de los de la alta) estar¨¢n distra¨ªdos con sus campa?as.
Por ese motivo, habr¨¢ que estar atentos, dice Riley, al uso que Biden haga de las ¨®rdenes ejecutivas. ¡°Es la manera de complicar la vida al Gobierno entrante, si es del partido opositor¡±, explica el historiador. ¡°Ning¨²n presidente puede inocular completamente al poder ejecutivo contra las decisiones de su sucesor, pero s¨ª puede crear obstrucciones que le compliquen la vida. Por ejemplo, hubo una serie de medidas laborales y medioambientales que Bill Clinton adopt¨® en 2000 que dieron problemas a Bush, que tuvo que dedicar tiempo a revisarlas y arreglarlas. Sospecho que el presidente Biden est¨¢ mucho menos interesado en este momento en la legislaci¨®n colaborativa (que probablemente no sea realista de todos modos) que en crear tantos obst¨¢culos como sea posible a una transici¨®n a otra presidencia de Trump¡±.
Los republicanos no est¨¢n por la labor de ayudar. Para ellos, los ¨²ltimos acontecimientos son la demostraci¨®n de lo que llevan tiempo insinuando, que Biden, de 81 a?os, no es sino la marioneta del equipo de tecn¨®cratas (de Steve Ricchetti, en asuntos internos, a Jake Sullivan, en exteriores) del que se ha sabido rodear el presidente en activo m¨¢s longevo de la historia de Estados Unidos.
Seg¨²n c¨¢lculos de The New York Times, 97 cargos republicanos electos han exigido desde que anunci¨® que no perseguir¨ªa la reelecci¨®n una dimisi¨®n inmediata, siguiendo un razonamiento que cabe resumir en el argumento del senador por Kansas Roger Marshall: ¡°Si no est¨¢ en condiciones de afrontar un segundo mandato, debe dimitir ahora mismo. Si no est¨¢ capacitado para hacer campa?a, tampoco deber¨ªa tener acceso a los c¨®digos nucleares. Es as¨ª de sencillo¡±.
En su discurso de despedida, Biden contest¨® a esas cr¨ªticas diciendo que pensaba ¡°concentrarse¡± en hacer su ¡°trabajo como presidente¡±. Fueron 11 minutos llenos de sus frases fetiche (¡±Somos los Estados Unidos de Am¨¦rica y simplemente no hay nada, nada que est¨¦ m¨¢s all¨¢ de nuestra capacidad cuando lo hacemos juntos¡±) y de referencias hist¨®ricas para colocar su legado en el espejo de otros grandes hombres que pasaron por la Casa Blanca. Sin la distracci¨®n de una campa?a, podr¨¢ dedicar m¨¢s esfuerzos a tratar de vender ese legado en el mercado de la posteridad, confiando en que gane Harris y las 10 semanas de transici¨®n tras las elecciones sean suaves, y tambi¨¦n en que la actualidad no le depare m¨¢s sustos. No ser¨ªa el primero: al final de sus ocho a?os como presidente, George W. Bush tuvo que enfrentarse con el estallido de la crisis de 2008 y dejar aparcado todo lo dem¨¢s para sacar adelante un rescate para el sector financiero.
El caso de Biden tiene a¨²n una ¨²ltima particularidad. En la fauna de Washington, el pato cojo es ese animal que acaba transformado en una criatura casi mitol¨®gica: el expresidente. Y ah¨ª contin¨²a el trabajo para la posteridad. El ejemplo m¨¢s evidente es el de Jimmy Carter. Fue un l¨ªder de un solo mandato, al que sigui¨® una brillante pospresidencia, llena de logros en la b¨²squeda de resoluci¨®n de conflictos y en la erradicaci¨®n de enfermedades como la del gusano de Guinea, que lo llevaron a ganar el Nobel de la Paz. Cuando dej¨® de ser presidente, ten¨ªa 56 a?os y ahora Carter se encamina hacia su centenario, en octubre. A qu¨¦ dedicar¨¢ Biden sus esfuerzos en los a?os que le queden tras dejar la Casa Blanca es otra de las preguntas sobre su futuro de momento sin respuesta.
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