Las familias de Ayotzinapa, diez a?os despu¨¦s
Madres y padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa se han resistido a abandonar el caso y conformarse con alguna de las muchas versiones que les han dado de lo sucedido a sus hijos, a lo largo de estos diez a?os
La noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 marcaron de forma violenta la historia reciente de M¨¦xico. En colaboraci¨®n con el crimen organizado, la polic¨ªa de Iguala, Guerrero, atac¨® a tiros y retuvo a m¨¢s de 50 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, que hab¨ªan ido al municipio a tomar autobuses para viajar d¨ªas m¨¢s tarde a Ciudad de M¨¦xico. 43 de ellos a¨²n contin¨²an desaparecidos. Lo que vino despu¨¦s fue una trama de horror en cuanto a procuraci¨®n de justicia se refiere. Declaraciones, afirmaciones, difamaciones, torturas, funcionarios en prisi¨®n, pr¨®fugos, documentos, videos, llamadas, mensajes... Al final, todo desmentido o de vuelta a investigaci¨®n.
El suceso cambi¨® para siempre la vida de sus familias, que comenzaron un peregrinar sin fin. Reuniones con pol¨ªticos de toda clase, organizaciones civiles e internacionales, cientos de periodistas y medios de comunicaci¨®n, marchas, foros, m¨¢s reuniones con m¨¢s pol¨ªticos que promet¨ªan dar con la verdad. En diez a?os, las familias se han mantenido de pie. Enfermos, sin empleo, se?alados, acusados y criticados. Cinco han muerto, cuatro m¨¢s han abandonado el caso. Ante el nuevo Gobierno que inicia su mandato el 1 de octubre, aseguran que seguir¨¢n haciendo la misma demanda, esclarecer la desaparici¨®n de sus hijos. No se rendir¨¢n y no olvidar¨¢n la noche de Iguala.
Cristina Bautista Salvador
Madre de Benjam¨ªn Asencio Bautista
Cristina Bautista llega a la glorieta del ?ngel de la Independencia y tiende una manta donde exhibe sus aretes artesanales, hechos con hoja de palma. Cuestan 50 pesos mexicanos, algo m¨¢s de dos d¨®lares. Intenta vender lo que puede hasta que le avisan que es hora de pararse frente al contingente y avanzar para exigir lo que exigen desde el 26 de septiembre del 2014. Que les digan qu¨¦ pas¨® con sus hijos.
Quiz¨¢ la imagen que mejor refleje lo que les ha pasado a los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa sea la de Cristina Bautista levantando su improvisado puesto para tomar su lugar en la primera l¨ªnea de la marcha.
Cristina naci¨® y vivi¨® toda su vida en Alpuyecancingo, una peque?a comunidad del municipio de Ahuacoutzingo, en la Monta?a Alta de Guerrero, una de las zonas con los nivelesde pobreza m¨¢s altos de M¨¦xico. Ah¨ª creci¨® y tuvo a sus tres hijos. La ma?ana del 29 de septiembre de 2014, su hija menor le coment¨® que un maestro en la escuela hab¨ªa preguntado por su hermano. El profesor sab¨ªa que Benjam¨ªn se hab¨ªa inscrito en la Normal Rural Ra¨²l Isidro Burgos, pues ¨¦l mismo le anim¨® a que se convirtiera en maestro. Cristina entendi¨® que era un gesto de cortes¨ªa. M¨¢s tarde, esa ma?ana, Cruz Bautista, t¨ªo de Benjam¨ªn, le coment¨® que un peri¨®dico informaba que hab¨ªa estudiantes desaparecidos tras un enfrentamiento con la polic¨ªa. El diario publicaba una lista donde ven¨ªa el nombre de Benjam¨ªn Asencio Bautista. Cristina parti¨® de inmediato a la Normal.
Las tres horas y media desde Alpuyecancingo a Ayotzinapa le parecieron eternas. No estaba acostumbrada a salir de su comunidad, y esta era la segunda vez en un mes que visitaba Ayotzinapa. La primera hab¨ªa sido diez d¨ªas atr¨¢s para la reuni¨®n de padres de alumnos de nuevo ingreso. Su llegada a la Normal Rural coincidi¨® con el arribo de un autob¨²s de estudiantes que ven¨ªan de las primeras b¨²squedas de sus compa?eros. Observ¨® intentando reconocer el rostro de su hijo, pero no lo encontr¨®. Al mismo tiempo, sinti¨® verg¨¹enza de preguntar por Benjam¨ªn y decidi¨® quedarse ah¨ª parada, inm¨®vil, en la calle. ¡°Ten¨ªa la esperanza de que si me quedaba quietecita, Benjam¨ªn me viera desde adentro y saliera para estar conmigo¡±, relata, como si todo aquello hubiera pasado hace diez horas, no diez a?os. Al caer la noche no tuvo m¨¢s remedio que acercase a las puertas de la escuela a preguntar por su hijo. Esper¨® y un joven le pregunt¨® c¨®mo se llamaba mientras buscaba el nombre en un cuaderno, lo que sirvi¨® para confirmarle que su hijo estaba desaparecido. ¡°Pero no se preocupe t¨ªa, de a poco est¨¢n apareciendo los muchachos. Ayer lleg¨® un grupo grande y hoy fueron a buscar a m¨¢s, seguro al rato llegan¡±, le dijo, para tranquilizarla. Luego la invit¨® a unirse a los dem¨¢s padres que esperaban en la cancha principal de la escuela.
Cristina no volvi¨® a su casa esa noche ni las siguientes, la escuela les dio un espacio para que pusieran unas colchonetas en el suelo y se pudieran quedar ah¨ª. Pas¨® 19 meses viviendo en un sal¨®n de la Normal, no quer¨ªa irse de la escuela. Hoy en d¨ªa sigue con la certeza de que hizo bien en no irse. ¡°Yo sab¨ªa que si Benjam¨ªn regresaba iba a llegar aqu¨ª¡±, dice.
Pasado el a?o y medio, una ma?ana se despert¨® y no pod¨ªa ver, sus ojos estaban muy inflamados. Un doctor de la organizaci¨®n M¨¦dicos Sin Fronteras le diagnostic¨® presi¨®n alta y le explic¨® que no pod¨ªa seguir viviendo en el suelo. Los vecinos de la zona se compadecieron y le dejaron vivir por un tiempo en una casa muy cerca de la Normal, y desde entonces esa generosidad se ha repetido varias veces. Ha vivido en cinco casas distintas en los ¨²ltimos a?os, todas prestadas y todas a menos de 300 metros de la escuela. ¡°Hay que estar aqu¨ª pendiente de cualquier informaci¨®n que pueda surgir¡±, dice convencida. Cristina no entiende bien los t¨¦rminos legales que han inundado el caso, tampoco nadie se ha sentado a explicarle. Su lengua materna es el n¨¢huatl, por eso le cuesta mucho trabajo leer toda la informaci¨®n en espa?ol que se publica sobre el caso Ayotzinapa. A la pregunta ?qu¨¦ es lo que m¨¢s le ha desgastado en estos diez a?os?, responde sin ninguna duda: ¡°El no poder dormir. Porque llegas cansada de una reuni¨®n o de una marcha, te acuestas a descansar y piensas en tu hijo, y entonces es otra noche m¨¢s sin dormir¡±.
Bernab¨¦ Abraham Gaspar
Padre de Ad¨¢n Abraham de la Cruz
Don Berna, como le conoce toda la gente, recuerda el d¨ªa en que comenz¨® a caminar por el pueblo Filo de Caballos, preguntando por los muchachos de la Normal. ?l lo sab¨ªa, caminaba por una de las zonas m¨¢s violentas del Estado de Guerrero. Est¨¢ muy adentro en la monta?a y en la ¨¦poca era famosa por ser la principal regi¨®n productora de amapola, la planta de donde se raspa la goma de opio. Horas antes hab¨ªa decidido comenzar a buscar a su hijo ¨¦l solo. No se resignaba a estar en su casa, extra?¨¢ndolo. Fue hacia la zona m¨¢s peligrosa de la monta?a con un morral d¨®nde llevaba comida y unas flores que ¨¦l mismo cultivaba con ayuda de Ad¨¢n, su hijo, por el que ahora preguntaba en las calles. ¡°Ah¨ª pas¨¦ tres d¨ªas, hasta que un se?or se me acerc¨® y me dijo, ¡®aqu¨ª ya no pregunte m¨¢s don¡±. ¡°Es que ya estaba la ma?a y se corr¨ªa mucho riesgo¡±, cuenta, reflexionando sobre aquellos d¨ªas posteriores a la noche de Iguala.
Ahora, diez a?os despu¨¦s, est¨¢ sentado en la sala de su casa en Tixtla, frente a una foto de Ad¨¢n que reposa sobre un altar a San Mart¨ªn Caballero. No hay duda que es la casa de uno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Don Berna hoy tiene 60 a?os, dice estar cansado, pero no va a parar. Se lo acaba de decir a Claudia Sheinbaum en una reuni¨®n que tuvieron con ella el pasado 29 de julio. En estos diez a?os ha enfermado, le duelen las piernas, no puede estar mucho tiempo sentado. Hace poco tuvo dengue hemorr¨¢gico y estuvo quince d¨ªas en el hospital porque le bajaron las plaquetas. Las secuelas son dolor de espalda, de brazos y de cabeza. Antes de Iguala, sembraba de dos a tres hect¨¢reas de diferentes cultivos, a veces ma¨ªz o frijol. La tierra la trabajaba con Ad¨¢n y lo que m¨¢s extra?a es platicar con ¨¦l, ah¨ª en el campo, mientras trabajaban uno junto al otro.
Tras la desaparici¨®n, Don Berna dej¨® de cultivar. ¡°Lo extra?aba mucho cuando estaba all¨¢, yo solo, entonces dej¨¦ de ir. Tambi¨¦n las b¨²squedas, reuniones y marchas te quitan mucho tiempo, y abandon¨¦ la tierra¡±. Lo cuenta con una voz pausada y suave. Del 2014 recuerda las b¨²squedas con la Polic¨ªa Federal y c¨®mo les ped¨ªan a los padres que fueran al frente. No permit¨ªan mujeres, solo hombres. Las madres que no ten¨ªan pareja enviaban a un hermano, un cu?ado o alg¨²n familiar cercano. Se acuerda de aquella noche del 26, pero sobre todo de la ma?ana, cuando llev¨® a Ad¨¢n a la Normal. Ten¨ªa gripa y hab¨ªa pasado la noche en casa, pero en la ma?ana le pidi¨® que lo llevara, ten¨ªan una actividad y le hab¨ªan dicho que no pod¨ªan faltar. Era la famosa marcha en Iguala. Don Berna lo llev¨® en su camioneta a la escuela y no volvi¨® a verlo. Por eso le cuesta m¨¢s olvidar esa ma?ana que la noche del 26 de septiembre.
Durante una reuni¨®n en el 2015, los abogados del Centro de Derechos Humanos de la Monta?a Tlachinollan les explicaron que ten¨ªan una invitaci¨®n para acudir a Ginebra, Suiza, y presentar su caso ante el Comit¨¦ contra la Desaparici¨®n Forzada de las Naciones Unidas. Pero deb¨ªan ir ellos, los padres. Nadie alz¨® la mano, no entend¨ªan bien en qu¨¦ les beneficiar¨ªa eso. Don Berna se apunt¨®. ¡°Yo pens¨¦ en ir porque a lo mejor all¨¢ me dir¨ªan en donde est¨¢ mi hijo, o los muchachos, pues¡±. Pero todo result¨® diferente a como lo imagin¨®. Lo que m¨¢s recuerda de ese viaje es que la gente que se le acercaba pensaba diferente sobre lo que ocurr¨ªa en M¨¦xico. ¡°Yo les dec¨ªa que ac¨¢ los hab¨ªan desaparecido los malos o la Polic¨ªa, que eran los mismos, y me respond¨ªan que no se imaginaban que eso pudiera ocurrir¡±. Dice que escuchar eso le pon¨ªa triste y se daba cuenta de que no se sab¨ªa la realidad de lo que les estaba pasando. Hoy en d¨ªa, como una iron¨ªa cruel, cultiva cempas¨²chil, la flor de los muertos. Lo hace solo en la temporada cercana a la festividad, pues es f¨¢cil el cultivo y con eso se ayuda para el sustento. No va a volver al ma¨ªz hasta que no regrese Ad¨¢n o les digan qu¨¦ pas¨® con ellos. Tampoco va a quitar la fotograf¨ªa que siempre observa fijamente antes de salir de su casa.
Hilda Legide?o Vargas
Madre de Jorge Antonio Tizapa Legide?o
En 2020, Hilda Legide?o vio en Facebook la fotograf¨ªa de un joven tirado en una calle de Mexicali, Baja California. Un refugio para indigentes compart¨ªa en sus redes sociales fotos de personas sin hogar, por si alg¨²n familiar les v¨ªa y reconoc¨ªa. En la publicaci¨®n, el joven estaba dormido en el suelo y se le observaba una parte del rostro, el resto estaba cubierto por su chamarra. Hilda mir¨® la imagen y encontr¨® el parecido con Jorge Antonio. No pod¨ªa tener la certeza, la foto dejaba ver solo la mitad de la cara. Pero su boca se parec¨ªa a la de Jorge. Hilda comenz¨® hacer llamadas hasta que le atendi¨® el tel¨¦fono el entonces subsecretario Alejandro Encinas. A¨²n no sabe bien c¨®mo, pero logr¨® que la pusieran en un avi¨®n rumbo a Baja California. Abogados y gente cercana a ella se molestaron. ¡°Ya entienda que su hijo est¨¢ muerto, no en Tijuana¡±, le dijo alguien a quien Hilda no quiere mencionar por su nombre, pues le doli¨® bastante el comentario. Al llegar al albergue, el personal le dijo que no ten¨ªan mucha informaci¨®n sobre el joven de la foto. ¡°Es un indigente que limpia carros y se la vive entre Tijuana y Mexicali¡±, fue lo ¨²nico que le comentaron. Ella comenz¨® a caminar pegada al muro fronterizo con la foto del joven tirado, preguntando por ¨¦l, afirmando que era su hijo. ¡°Es mi hijo, es estudiante en Guerrero, es de lo que est¨¢n desaparecidos, les dec¨ªa yo¡±. Lo relata y comienza a llorar muy pausadamente, no hace ruido, solo tiene que guardar silencio un momento, pasar saliva y continua con su relato. Finalmente, en Tijuana, en otro albergue, alguien le mostr¨® un video del joven lava carros y pudo confirmar que no se trataba de su hijo. Regres¨® a Ciudad de M¨¦xico para una reuni¨®n donde recibi¨® m¨¢s criticas. ¡°C¨®mo se le ocurre ir hasta all¨¢¡±, le dijeron. A Hilda esas cr¨ªticas ya no le afectan. En los ¨²ltimos diez a?os ha recibido todo tipo de se?alamientos. ¡°Siempre pienso que ellos no saben, porque no tienen un desaparecido¡±, reflexiona y contin¨²a narrando. ¡°Nos han dicho de todo, pero como madre, no le vas a fallar a tu hijo. Si est¨¢n tan seguros de que est¨¢n muertos, que nos lo demuestren. Imag¨ªnate si nos hubi¨¦ramos conformado con aquella versi¨®n, cuando nos dijeron que nuestros hijos estaban en el r¨ªo¡±.
Son las cuatro de la tarde en Ayotzinapa y Hilda cierra su peque?a tienda, que se ubica a pocos metros de la entrada a la Normal Rural. Antes de la noche del 26, ella ten¨ªa su casa y una tienda de abarrotes en Tixtla. Luego todo cambi¨®. Hoy vende playeras y pulseras a las puertas de la Normal, todos sus art¨ªculos hacen referencia a los 43. Le cuesta hablar y dar entrevistas, no le gusta. Recuerda cuando su hijo se inscribi¨® a la Normal. Lleg¨® a casa y le dijo: ¡°Me vas a tener que acompa?ar a marchar, nos piden que marchemos y que los padres nos acompa?en¡±. A ella no le gustaba nada de eso, ni las fiestas, ni las protestas y, mucho menos, hablar en p¨²blico ante tanta gente. Por eso no ve los documentales o noticieros d¨®nde ha salido. Est¨¢ cansada de todo, de que la gente le diga que su hijo est¨¢ muerto, de que le pregunten si siente emoci¨®n cuando se re¨²ne con el presidente. ¡°Pero lo que m¨¢s cansada me tiene son las mentiras, no puede ser que nos mientan tanto en nuestra cara¡±.
Clemente Rodr¨ªguez Moreno
Padre de Christian Alfonso Rodr¨ªguez Telumbre
Clemente Rodr¨ªguez no se perd¨ªa los jaripeos de su pueblo, le gustaba mucho el baile y la fiesta. Era un hombre muy alegre y bromista, sal¨ªa a correr y a jugar basquetbol. Hoy dice estar triste y cansado, con sobrepeso. La realidad es que no tiene sobrepeso, pero ¨¦l as¨ª se siente. Desde aquel d¨ªa en que desapareci¨® Christian con sus compa?eros de la Normal, todo ha sido diferente en la casa de la familia Rodr¨ªguez Telumbre. Hace diez a?os, Clemente vend¨ªa garrafones de agua por todo el pueblo de Tixtla, a bordo de una peque?a camioneta. Los fines de semana el patr¨®n guardaba el veh¨ªculo y Clemente sal¨ªa a vender en un triciclo de tres ruedas. Hoy lo recuerda sentado en la sala de su casa con el rostro envejecido y un zumbido en el o¨ªdo que dice no se le quita. Casi no levanta la mirada cuando conversa, mirar hacia otro sitio. Jam¨¢s se imagin¨® estar ante un sal¨®n lleno de j¨®venes que le quisieran escuchar. Hoy, esa actividad la repite tres o cuatro veces por mes.
Un d¨ªa, al final de una marcha, un maestro de la UNAM se le acerc¨® y le invito a ir a su clase y hablar a los alumnos. Desde entonces, Clemente no ha parado de recibir invitaciones a diferentes escuelas. Siempre termina pidi¨¦ndoles a los j¨®venes que se cuiden, para que no les pase lo que a su hijo. Este mes ya ha dado dos charlas y tiene invitaciones para las pr¨®ximas cuatro semanas. Clemente est¨¢ cansado de todo, ¡°tantas pinches reuniones que no sirven¡±, lo dice con cansancio, no con enojo. A Clemente le ha tocado de todo, las marchas, los plantones, la huelga de hambre frente a los cuarteles, el cara a cara con el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, a quien tuvo la oportunidad de reclamarle que se est¨¢ yendo sin cumplir sus compromisos, sobre todo sin tocar al Ej¨¦rcito.
¡°Se lo dije de frente en la ¨²ltima reuni¨®n, hay ochocientos folios militares que est¨¢n desaparecidos, usted nos prometi¨® cosas y ya se va¡±. El reclamo fue el enojo acumulado durante estos a?os de Gobierno y fue m¨¢s all¨¢, ¡°usted se ha dedicado en sus ma?aneras a atacar a nuestros abogados, dice que nos manipulan, aqu¨ª estamos. Pero no me respondi¨®¡±. Por eso asegura que Sheinbaum es la nueva esperanza, ya se lo dijo tambi¨¦n, ¡°usted p¨®ngale el ejemplo a todos estos¡±. Clemente y su familia se han unido m¨¢s con la tragedia. ?l habr¨¢ faltado a unas cinco marchas durante todos estos a?os, pero su familia siempre ha estado presente. Va su esposa, sus hijas o su cu?ada, que se vino a vivir con ellos para estar siempre presente en las actividades.
Un d¨ªa de julio del 2020, hace poco m¨¢s de cuatro a?os, llegaron a su casa Alejandro Encinas y Omar G¨®mez Trejo, el entonces fiscal de la Unidad Especial de Investigaci¨®n y Litigaci¨®n para el caso Ayotzinapa, acompa?ados por gente del Centro de Derechos Humanos Agust¨ªn Pro. Le llevaban los resultados forenses de un fragmento ¨®seo de pie encontrado en una barranca en Cocula. Ese peque?o fragmento de hueso, le dijeron, lo hab¨ªan mandado al laboratorio de la Universidad de Innsbruck y los resultados hab¨ªan confirmado que se trataba de Christian, su hijo. Para Encinas y G¨®mez Trejo, esto supon¨ªa un avance en el caso. El fragmento se hab¨ªa recuperado en un sitio distinto al basurero y al r¨ªo, los parajes donde se hab¨ªa construido la verdad hist¨®rica del anterior Gobierno.
Pero Clemente y su familia estaban lejos de verlo como un avance o una buena noticia. Era de nuevo un peque?o huesito. No hab¨ªa m¨¢s informaci¨®n, otra vez supuestos, otra vez especulaciones, otra vez la verdad en fragmentos y en peque?as porciones, como los tres huesos que se han encontrado a lo largo de diez a?os y que le dan sustento al caso. Clemente hace una pausa. No puede aceptar que su hijo est¨¢ muerto, porque solo le han hablado de un fragmento de hueso de cinco cent¨ªmetros. Todo esto en el medio de una investigaci¨®n que lleva diez a?os.
El pr¨®ximo 26 de septiembre los padres estar¨¢n al frente del contingente que pretende llegar a las puertas de Palacio Nacional. Todos coinciden al decir que van a aceptar la realidad de los hechos cuando les muestren la verdad y no fragmentos de ella.
El pr¨®ximo 26 de septiembre los padres estar¨¢n al frente del contingente que pretende llegar a las puertas de Palacio Nacional. Todos coinciden al decir que van a aceptar la realidad de los hechos cuando les muestren la verdad y no fragmentos de ella.
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