Vacunas: a mitad de la fila interminable
Nadie pod¨ªa suponer que la vacunaci¨®n masiva fuera a resultar un proceso sencillo, pero quiz¨¢ nadie, tampoco, lleg¨® a pensar en la posibilidad de que se desarrollara de un modo tan tenso y escabroso
Tengo 44 a?os y a¨²n no s¨¦ cu¨¢ndo voy a recibir mis dosis de la vacuna contra la covid-19. En M¨¦xico vamos en la etapa del calendario en que corresponde el turno a los de sesenta y m¨¢s, y a¨²n queda por delante en la fila la categor¨ªa formidable de los cincuentones. Y eso, por no hablar de la decisi¨®n presidencial de que los maestros sean atendidos justo despu¨¦s que los ancianos e incluso antes que los m¨¦dicos del sector privado (pese a que estos ¨²ltimos corran m¨¢s riesgos de contagio, en proporci¨®n de siete a uno, por encima de cualquier otra profesi¨®n, seg¨²n un estudio del British Medical Journal). Pero la ciencia no puede mucho junto a las ganas del presidente de que los integrantes del poderoso sindicato de educadores le correspondan el favorcito votando por el partido oficial.
En fin: s¨¦ que mi zozobra personal no es extraordinaria. Me temo que comparto la ansiedad que mete en el cuerpo la espera indeterminada con decenas de millones de mexicanos. Porque todos sabemos que la vacuna puede ser una de las puertas que se abran hacia la soluci¨®n de la crisis pand¨¦mica, bajo cuyo pie hemos estado aplastados por m¨¢s de un a?o, pero no tenemos idea de cu¨¢ndo podremos acceder a ella. Y, entretanto, hay que seguir aislado, cuidarse lo m¨¢s posible, mantener el ¨¢nimo, eludir al vecino orate que no usa cubrebocas o se lo quita en la calle para estornudar...
Nadie que no sea un iluso pod¨ªa suponer que la vacunaci¨®n masiva fuera a resultar un proceso sencillo, pero quiz¨¢ nadie, tampoco, lleg¨® a pensar en la posibilidad de que se desarrollara de un modo tan tenso y escabroso. Porque, claro, como esto no deja de ser M¨¦xico, y los mexicanos somos unos campeones del comportamiento inc¨ªvico, se han producido toda clase de incidentes en nuestros centros de vacunaci¨®n. Olv¨ªdense de amontonaderos e inconformidades, que eran circunstancias m¨¢s o menos predecibles y que, bien que mal, se han ido enfrentando sobre la marcha. No. Los alcances de nuestros disparates han sido mayores que los propios de las dificultades log¨ªsticas y del desastre que ha sido, hasta ahora, el abasto de vacunas (este ¨²ltimo es otro tema, con sus propios matices siniestros).
Revisemos tan solo el anecdotario de los puntos de atenci¨®n. Ya hubo denuncias documentadas de que unos asistentes y m¨¦dicos se hicieron pato y no inyectaron a los pacientes que deb¨ªan, no se sabe si por ¡°error¡± o para guardarse alguna dosis en la manga (aunque entusiastas del gobierno argumentaron que todo se trataba de ¡°montajes al estilo de la CIA¡±, las autoridades m¨¦dicas optaron por disculparse). Ya detuvieron a un par de muchachitos, con ¨ªnfulas de influencers, que se disfrazaron para hacerse pasar por mayores de 60 a?os para ver si se vacunaban antes de hora.
Ya hubo una enfermera muy militante (y con menos ¨¦tica profesional que una mangosta enfurecida) que se neg¨® inyectar a una se?ora por considerarla demasiado burguesa, ya que la vacuna ¡°es nom¨¢s para el pueblo¡±. Y ya hubo, en diferentes ciudades y estados, toda clase de casos de recomendados y de palomeados por el poder que se saltaron a los que esperaban en plan VIP¡ Y uno, en su puesto de espera en esta fila en la que hay millones adelante y otros millones a¨²n m¨¢s lejos de la meta, no puede m¨¢s que respirar profundo. Esperar, nos pide el presidente, mientras su gobierno especula con las vacunas. Y no quedar¨¢ m¨¢s remedio que hacerlo.
Pero alguien tendr¨¢ que contar articuladamente todo esto, alg¨²n d¨ªa, y dejar bien claro que nuestra historia con la covid-19 estuvo llena de truculencias, mezquindades, delirios y negligencias. El medio mill¨®n de fallecidos que llevamos, incluyendo a las v¨ªctimas englobadas en las cuentas de sobremortalidad, son la desoladora prueba de ello.
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