El recurso desesperado: apelar a un fraude electoral
Se tratar¨ªa de un planteamiento ¡®in extremis¡¯, porque incluso en el hipot¨¦tico caso de que prosperara tal argumento, no necesariamente deriva en el triunfo de su candidato
Frente a lo que parece un probable triunfo de Claudia Sheinbaum en las pr¨®ximas elecciones presidenciales y, con ello, la extensi¨®n de seis a?os m¨¢s de un gobierno en manos de Morena, hay una oposici¨®n recalcitrante que no parece estar en condiciones de...
Frente a lo que parece un probable triunfo de Claudia Sheinbaum en las pr¨®ximas elecciones presidenciales y, con ello, la extensi¨®n de seis a?os m¨¢s de un gobierno en manos de Morena, hay una oposici¨®n recalcitrante que no parece estar en condiciones de avenirse a tan ¡°ominoso¡± resultado. Algunos entre ellos han comenzado a animarse con una idea desesperada: impugnar los comicios bajo el criterio de que se trata de una elecci¨®n de Estado y que, encima, ha sido vulnerada por los narcos. Se afirma que las intervenciones de la presidencia en las campa?as y los esquemas de apoyos sociales convertidos en granjas de votos, entre otros factores, tendr¨ªan que llevar a invalidar un triunfo del partido gobernante. No son los mismos argumentos, pero es una tesis, la de una suerte de fraude electoral, que los seguidores de Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos esgrimieron para desconocer los resultados de las elecciones presidenciales en esos pa¨ªses.
En el caso de M¨¦xico se tratar¨ªa de un planteamiento in extremis, porque incluso en el hipot¨¦tico caso de que prosperara tal argumento, no necesariamente deriva en el triunfo de su candidato. Los casos de Bolsonaro y Trump eran distintos porque ellos gobernaban el d¨ªa de los comicios; la invalidaci¨®n del resultado electoral los manten¨ªa hasta nuevo aviso en la cabina de mando. En M¨¦xico gobierna Morena en las C¨¢maras y en Palacio Nacional, cualquier impasse de esa naturaleza trastoca moment¨¢neamente la transici¨®n, pero deja a la misma fuerza pol¨ªtica en el poder.
Pese a este absurdo, sorprende la frecuencia con que comienza a escucharse en algunos c¨ªrculos antilopezobradoristas un coqueteo con esta idea. O quiz¨¢ simplemente algunos despistados han tomado de manera literal lo que hasta ahora se ha usado como un argumento de campa?a para abollar la imagen del partido oficial. Lo de una ¡°elecci¨®n de Estado¡± X¨®chitl G¨¢lvez lo ha convertido en un lema reiterado en las plazas p¨²blicas e hizo acusaciones en ese sentido en su reciente gira a Estados Unidos. Pero me parece, insisto, que se trata de un mero argumento de campa?a destinado a provocar la indignaci¨®n entre los suyos o a generar preocupaci¨®n a los indecisos. En suma, una de las muchas oratorias para intentar conseguir votos, pero quisiera creer que no constituye una forma de preparar el terreno para una futura impugnaci¨®n.
Es el mismo caso de la enorme campa?a que se ha montado en redes sociales para mantener vivo el #NarcopresidenteAMLO. Puede entenderse que se trate de una t¨¢ctica electoral, como lo fue ¡°un peligro para M¨¦xico¡± en 2006 y 2012, aunque habr¨ªa que se?alar que en ese caso se da?aba la imagen de un individuo y al l¨ªder de un movimiento pol¨ªtico. Hoy, en cambio, se afecta la reputaci¨®n del Estado mexicano mismo y se alimenta la perjudicial percepci¨®n, tan conveniente a la derecha estadounidense, de que en M¨¦xico prevalece un Narcoestado. En este mismo espacio he se?alado la irresponsabilidad de actores pol¨ªticos que, aunque se presentan como paladines de la democracia, no han tenido ning¨²n rubor para financiar una campa?a que afecta la legitimidad de la presidencia misma. Habr¨ªa que insistir que, si hubiera alg¨²n delito o prueba tendr¨ªa que presentarse, pero usarlo como argumento de propaganda con cargo a la imagen de las instituciones es delicado. Para los halcones de Washington, siempre en busca de pretextos, la acusaci¨®n es asumida no como un rasgo de L¨®pez Obrador o un presidente en lo espec¨ªfico, como pretende la oposici¨®n buscando votos f¨¢ciles, sino como una descripci¨®n del estado en que se encuentra un pa¨ªs que, seg¨²n ellos, ya estar¨ªa siendo gobernado por los narcos.
En la misma direcci¨®n pondr¨ªa yo la cobertura que se est¨¢ haciendo sobre los cr¨ªmenes en contra de candidatos en algunas regiones bravas del pa¨ªs. Preocupante, inadmisible y una llamada poderosa a hacer algo para detener la amenaza de las bandas en algunos procesos electorales locales. Delicado como es, habr¨ªa que mantenerlo en la proporci¨®n que representa en una elecci¨®n masiva que involucra cerca de 20.000 puestos en todo el pa¨ªs. Esto no significa ignorar los casos y, de ser necesario considerar medidas especiales en varias docenas de lugares vulnerables; repetir la elecci¨®n incluso all¨¢ donde sea necesario. Pero pretender arrojar dudas sobre la elecci¨®n presidencial, gubernaturas o principales capitales del pa¨ªs, donde ese no es el tema, es absolutamente desproporcionado.
Me parece que hay tres elementos que reducen la posibilidad de una crisis de ese tipo. Primero, mal que bien se ha instalado la noci¨®n entre los actores pol¨ªticos y la opini¨®n p¨²blica de que los procesos electorales son imperfectos, pero poseen legitimidad. M¨¦xico resisti¨® en 2006 la incre¨ªble prueba de una elecci¨®n resuelta por la mitad de un punto porcentual, entre graves y razonables acusaciones de fraude, pero nunca impugnadas de manera violenta. Desde entonces, los fallos de los tribunales e instancias electorales han sido acatadas regularmente. Por m¨¢s tentaci¨®n que tengan los actores pol¨ªticos derrotados para desconocer un resultado, saben que no contar¨¢n con la anuencia de la opini¨®n p¨²blica.
Segundo, la composici¨®n variopinta del INE en este momento debilita la noci¨®n de que la instituci¨®n pudiera prestarse a favorecer un resultado ileg¨ªtimo. A la actual presidenta se le atribuye una supuesta empat¨ªa con el oficialismo, pero no as¨ª a la mayor parte de los consejeros. Imposible pensar que el INE pudiera operar en favor de una fuerza pol¨ªtica sin que otra parte del organismo lo denunciara.
Tercero, el mayor desincentivo a una impugnaci¨®n electoral es el resultado mismo. La protesta de Marcelo Ebrard cuando perdi¨® la elecci¨®n interna carec¨ªa de toda solvencia de fondo, porque perdi¨® por los 13 puntos que desde hac¨ªa varios meses las encuestas anticipaban. El primer requisito de una impugnaci¨®n cre¨ªble es que el resultado final traicione las tendencias observadas. Hoy el consenso de los sondeos de intenci¨®n de votos, incluso entre las empresas period¨ªsticas cr¨ªticas del obradorismo, marcan una diferencia en torno a los 20 puntos. Si X¨®chitl G¨¢lvez pierde por una cantidad cercana a esa, no hay manera de pretender que en alguna parte le robaron sus votos. ?C¨®mo impugnar un resultado que refleja el deseo de continuidad que expresan los actuales niveles de aprobaci¨®n en el gobierno?
Hay mucha pasi¨®n polarizada en el pa¨ªs y viviremos tres meses incesantes de campa?as sucias e infamias, pero no deber¨ªan ser raz¨®n para desbarrancar la enorme estabilidad pol¨ªtica que M¨¦xico ha conseguido en materia electoral. Las acusaciones que hoy se esgrimen tendr¨ªan que ser solo eso, argumentos de campa?a, y no una estrategia para preparar una narrativa dirigida a desconocer el resultado de las elecciones del 2 de junio. Apelar a recursos incendiarios hace correr el riesgo de quemar la casa en la que vivimos todos. @jorgezepedap
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