El primer invierno de la presidenta
Las encuestas demuestran que Sheinbaum llega a su primer invierno disfrutando de su trabajo en el territorio, y tranquila en la convicci¨®n de lo provechoso que le resulta ser vista como seguidora de los anhelos del fundador
Claudia Sheinbaum desbroza de guijarros el arranque de su sexenio. As¨ª, entra a su primer invierno con vigor contra la violencia, mando en el movimiento, econom¨ªa en equilibrio (fr¨¢gil, pero equilibrio), y con el descomunal reto del inminente arribo de Trump a la Casa Blanca.
Como pocos de sus antec...
Claudia Sheinbaum desbroza de guijarros el arranque de su sexenio. As¨ª, entra a su primer invierno con vigor contra la violencia, mando en el movimiento, econom¨ªa en equilibrio (fr¨¢gil, pero equilibrio), y con el descomunal reto del inminente arribo de Trump a la Casa Blanca.
Como pocos de sus antecesores, la presidenta lidia con suspicacias de un maximato. Quienes esperan una ruptura para creerle independiente, pasan por alto que el fen¨®meno actual es muy particular. La primera tarea de Sheinbaum es aglutinar, no romper.
El llamado segundo piso de la transformaci¨®n no tendr¨¢ futuro alguno si la presidenta se adelanta en los tiempos. Ella tiene plena consciencia de que la herencia m¨¢s dif¨ªcil de administrar no son los egos de sus compa?eros, sino la fuerza real del fundador de Morena.
Desde Palacio Nacional y es sus giras de fin de semana, la mandataria activa palancas para hacerse completamente del poder. Con una de ellas busca confirmar a la base del movimiento que no se equivocaron, que ella y nadie m¨¢s es la mejor vicaria posible.
La presidenta act¨²a sabedora que los comicios fueron una cosa, apenas el inicio de una relaci¨®n en la que ha de mantener vivo el fervor de una causa; lo que incluye impedir que la nostalgia por el l¨ªder se vuelva problem¨¢tica. Por eso alimenta diario la imagen de YSQ.
El cambio del sexenio no disip¨® las dudas sobre la institucionalizaci¨®n de Morena. Entregarlo al hijo fue para impedir una maduraci¨®n democr¨¢tica. La presidenta trabaja en su ascendente en el movimiento a fin de galvanizar su influencia en la nomenclatura del partido.
En esa ruta, no hay que confundir la evocaci¨®n cotidiana de la presidenta con una dependencia de ella con el que se fue. Dado que ¨¦ste es a?orado por millones, ella llena el vac¨ªo nombr¨¢ndolo, no pretendiendo suplantarlo y mucho menos trascenderlo. Por ahora.
Es por esa claridad, y por el empe?o puesto al respecto, que puede sacar ventaja de los pleitos y arrebatos de los coordinadores de Morena en el Congreso. Estos tienen cargos, pero salvo Gerardo Fern¨¢ndez Noro?a, no se han cuidado de tener, y menos de mantener, la representatividad de la causa.
El choque entre el l¨ªder de Morena en el Senado Ad¨¢n Augusto L¨®pez Hern¨¢ndez y Ricardo Monreal, su par en la C¨¢mara de Diputados, es uno donde se demuestra que la mandataria tiene la visi¨®n mientras otros de sus compa?eros, pura ambici¨®n.
Sheinbaum lleva semanas advirtiendo ¡ªella dice ¡°invitando¡±¡ª a sus correligionarios que su trabajo principal est¨¢ en el territorio, que a ¨¦ste se deben, y que al mismo han de volver.
Ad¨¢n Augusto y Monreal disfrutan la poltrona burocr¨¢tica; en contraste, entre sudor y polvo la presidenta cada fin de semana abraza mujeres, ni?os, viejos, ind¨ªgenas, pueblo. Los conforta, e impide la melancol¨ªa de sentirse abandonados porque ya se fue quien ve¨ªa por ellos.
Todo el lance cameral, con sus acusaciones cruzadas de corrupci¨®n, el hedor a orgullo de macho herido, y ya no se diga lo pronto que aflor¨® tan visceral disputa ¡ªdos supuestos t¨®tems de Morena que debaten no por rumbo, sino por plata¡ª proyecta la imagen de Claudia.
Lo anterior no obsta para que m¨¢s pronto que tarde doblen las campanas por compa?eros as¨ª, que con tales espect¨¢culos demeritan un partido que quiso no solo prohibir las tribus sino renovar la vida p¨²blica. Sheinbaum actuar¨¢ en su calidad de vig¨ªa de Morena.
Se alinear¨¢n as¨ª los astros para la presidenta: tendr¨¢ razones y ocasi¨®n para quitar lastre heredado. Si atina en tiempo y modo al depurar, su fuerza se consolidar¨¢; independientemente de quien tenga la direcci¨®n del partido, ella mantendr¨¢ liderazgo en el movimiento.
De esa forma podr¨¢ al fin ejercer no solo las responsabilidades del cargo, sino la plena autoridad del mismo. Sobre todo para implementar los cambios deseados y aplicar las correcciones necesarias por tanta aberraci¨®n del sexenio que concluy¨® en el oto?o.
Hasta ahora, la presidenta no ha tenido mayor resistencia al aplicar algunas pol¨ªticas. Ejemplo de ello es la vigorizaci¨®n en el combate a los c¨¢rteles, en donde si bien hace falta de su parte un componente real que atienda a las v¨ªctimas, es claro el fin de los abrazos...
Ese constituye un dram¨¢tico giro que a¨²n ha de pasar factura interna, tanto porque no puede ocurrir sin sangre, tanto porque si es genuino el combate, habr¨¢n de caer morenistas que hicieron pactos criminales. Y no solo en presidencias municipales, eso es mera morralla.
Para eso es que ha de servirle a Claudia Sheinbaum un liderazgo enraizado en el obradorismo de a pie. Limpiar a Morena de corruptos o gente con alianzas inconfesables no solo es su deber, sino una estrategia para el m¨¢ximo control y un medio de supervivencia pol¨ªtica.
Adem¨¢s de ser una obligaci¨®n ineludible para con los gobernados, pacificar tiene otros fuertes incentivos. El letargo econ¨®mico que se avizora podr¨ªa ser menos costoso si el gobierno recobra un control real del territorio. Y ni qu¨¦ decir como argumento para usar ante Trump.
La presidenta no tiene ayuda en la tarea de hacer el mejor Gobierno posible. La oposici¨®n no funciona como amenaza para que Morena despierte de su negligente ensimismamiento. Buena parte de la prensa baj¨® los brazos, y el capital es m¨¢s acomodaticio que nunca.
El grotesco choque entre Monreal y Ad¨¢n Augusto, que en forma alguna est¨¢ saldado, no surge de una falla en el control de la presidenta. Es una evidencia de que el modelo armado por el expresidente le serv¨ªa a ¨¦l, pero no a quien llegara a sucederle.
Le tocar¨¢ a ella capitalizar de cada conducta aberrante que surja del error de dise?o del reparto del poder a la hora de la sucesi¨®n.
Alguien como Sheinbaum, con plena conciencia de lo que est¨¢ en juego ¡ªno el legado del fundador, sino la genuina ilusi¨®n de la gente que nunca se hab¨ªa sentido confortada¡ª no tolerar¨¢ guerritas de poder de ¡°ambiciosos vulgares¡±, para citar al cl¨¢sico.
De seguir estas conductas, y es un hecho que los involucrados en el diferendo no tienen conciencia de lo que provocaron (son la ocasi¨®n del hazmerre¨ªr con aquello de que en Morena son distintos) dar¨¢n a Claudia motivos para ejercer un liderazgo que ella s¨ª cuida y cultiva.
Las encuestas del arranque del sexenio demuestran que la presidenta llega a su primer invierno disfrutando de su trabajo en el territorio, y tranquila en la convicci¨®n de lo provechoso que le resulta ser vista como quien de verdad sigue y representa los anhelos del fundador.