¡®Emilia P¨¦rez¡¯ y el fracaso en M¨¦xico del doble discurso
Jacques Audiard es incapaz de entender el motivo por el cual no quiere bailar con sus cancioncitas el pa¨ªs que puso los muertos que la pel¨ªcula usa como alfombra
Jacques Audiard, el director de Emilia P¨¦rez, est¨¢ inquieto. En las entrevistas pone cara de que no entiende por qu¨¦ M¨¦xico, el pa¨ªs al que ¡°le hizo el favor¡± de consagrarle su reciente obra (nominada a 13 premios Oscar por Hollywood), la ha rechazado masivamente. Su cinta fracas¨® en la taquilla de tierras mexicanas, y resulta muy curioso que la pel¨ªcula de la que m¨¢s se ha hablado en el a?o se quedara con la...
Jacques Audiard, el director de Emilia P¨¦rez, est¨¢ inquieto. En las entrevistas pone cara de que no entiende por qu¨¦ M¨¦xico, el pa¨ªs al que ¡°le hizo el favor¡± de consagrarle su reciente obra (nominada a 13 premios Oscar por Hollywood), la ha rechazado masivamente. Su cinta fracas¨® en la taquilla de tierras mexicanas, y resulta muy curioso que la pel¨ªcula de la que m¨¢s se ha hablado en el a?o se quedara con las salas vac¨ªas. Pero ?a qu¨¦ viene tanto rechazo? Varios puntos explican la molestia generalizada y no se limitan al facilismo de declarar a los mexicanos como unos nacionalistas incurables, incapaces de verse bajo los ojos de alguien m¨¢s. Emilia P¨¦rez ha irritado por muchas cosas.
Antes que nada, porque hace una suerte de ¡°extractivismo cultural¡±, es decir, aprovech¨® un tema y una tragedia que son muy reales y llamativos (la hiperviolencia, las imparables muertes y desapariciones en M¨¦xico) para obtener prestigio moral e intelectual y, con ellos, premios y nominaciones a pasto, y lo hizo con un discurso muy claro y dise?ado para ello. El tema no se eligi¨® en un t¨®mbola ni Emilia P¨¦rez pudo ocurrir en cualquier sitio al azar, como Letonia o el XIV Distrito de Par¨ªs. No. Hubo un deliberado prop¨®sito de presentar la pel¨ªcula como una visi¨®n provocadora y compasiva de la situaci¨®n que aborda y se obtuvo un r¨¦dito, en alabanzas y resonancia, por ello.
Pero, a la vez, el director (y sus apologistas, que los hay) han jugado la extra?a partida de fingir, a la hora en que se les se?alan las insuficiencias de su visi¨®n, que todo se trata de un musical inocuo, una obra imaginativa y descoyuntada de la realidad, delirante y juguetona. Y que, por lo tanto, es in¨²til o errado criticar su superficialidad y su profunda ignorancia. Audiard ha sostenido que el g¨¦nero musical exige simplificaci¨®n y estetizaci¨®n. ¡°La ¨®pera [tambi¨¦n] es exagerada, la pel¨ªcula no puede ser criticada desde el realismo¡±, asegura. No: nadie esperaba que Emilia P¨¦rez fuera un documental. Pero tampoco se trata de El mago de Oz. ?Si la situaci¨®n mexicana no es lo importante por qu¨¦ se recurre a ella como escenario, motor y justificaci¨®n de Emilia P¨¦rez? No puede uno posar de cineasta consciente y compasivo para vender boletos y ganar premios, pero transformarse en el adalid de la imaginaci¨®n sin v¨ªnculos con la realidad cuando se le se?alan limitaciones. No vale, como Audiard, sacar pecho y decir que ¡°nunca se habl¨® tanto de los desaparecidos como ahora¡± (lo que, adem¨¢s de falso, es de un narcicismo asombroso) y luego fingir que solo jug¨® a que unos personajes cantaran y bailaran y que aquello es como El show de horror de Rocky.
Hay mucho que molesta a los mexicanos de Emilia P¨¦rez. Como la condescendencia y la banalizaci¨®n de la violencia (todos los mexicanos, hasta los narcos, en el fondo, son ¡°buenos salvajes¡±). Como la exotizaci¨®n y la lluvia de estereotipos de toda clase. Como el paup¨¦rrimo y muchas veces rid¨ªculo uso del espa?ol, con multitud de di¨¢logos y letras de canciones que parece haber sido escritas por un traductor autom¨¢tico o por una IA muy poco entrenada (Selena G¨®mez, recitando con acento imposible aquello de ¡°hasta me duele la pinche vulva de acodarme de ti¡±, deber¨ªa estar nominada, s¨ª, pero a meme del a?o). A fin de cuentas, me parece que para un espectador mexicano ver Emilia P¨¦rez resulta casi m¨¢s hilarante que ofensivo. Porque es como si alguien quisiera hacernos creer que debemos tomar en serio Springtime for Hitler (el musical planeado para fracasar que aparece en la magistral The Producers, de Mel Brooks) y, adem¨¢s, agradecer que ahora ¡°todo el mundo puede saber lo que pasa en M¨¦xico¡±, como ha dicho Audiard. ?Pero no se trataba la suya de una obra imaginativa que no hab¨ªa que entender como real? ?Y entonces qu¨¦ es lo que se supone que ¡°va a saberse¡± sobre M¨¦xico gracias a su cinta? ?Que la gente canta y baila en los mercados y los narcos son corderos con piel de lobo?
?Es M¨¦xico una sociedad ultranacionalista a la que irrita cualquier mirada extra?a? Eso pas¨® cuando Bu?uel dirigi¨® Los olvidados, en 1950: hubo ofendidos que pidieron expulsar al director espa?ol del pa¨ªs. Pero no es tan f¨¢cil declarar este caso como equivalente. Porque otras miradas m¨¢s recientes, y tan ajenas como la de Audiard, no han recibido ni un poco de odio. Baste recordar el ¨¦xito de una cinta rebosante de estereotipos como la animada Coco (de Pixar), o el curioso hecho de que la Ciudad de M¨¦xico comenzara a realizar un desfile de muertos anual luego de que apareciera uno, hasta entonces ficticio, en la cinta 007: Spectre, de la saga de esp¨ªas James Bond. Claro: ni una ni otra cinta dejan ¡°mal parado¡± al pa¨ªs. ?Entonces el hate a Emilia P¨¦rez en M¨¦xico se debe a que su mirada ¡°cr¨ªtica¡±, como aquella de Bu?uel, nos incomoda? Me temo que hay m¨¢s de fondo.
Es probable que sean los tuits ofensivos que le desenterraron a la protagonista, la actriz espa?ola Karla Sof¨ªa Gasc¨®n, los que puedan estorbar el triunfo ol¨ªmpico de Emilia P¨¦rez en la temporada de premios (Oscar incluidos) m¨¢s que estas pol¨¦micas, que en general se han quedado en M¨¦xico. Pero la imagen que me queda es la de Audiard, furioso porque le critican una pel¨ªcula que ¡°le cost¨® cinco a?os¡± levantar, incapaz de entender el motivo por el cual no quiere bailar con sus cancioncitas el pa¨ªs que puso los muertos y desaparecidos que Emilia P¨¦rez usa como alfombra.