Recordando a Alfredo
Homenaje, en este d¨ªa y en nombre de muchos, a la pasi¨®n, la honestidad, la capacidad intelectual y la manera de hacer pol¨ªtica para mejorar la sociedad de Alfredo P¨¦rez Rubalcaba
Hoy hace un largo a?o, en una forma cruel por inesperada, perdimos a Alfredo, a Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Y creemos, hoy como entonces, que es una p¨¦rdida no s¨®lo para su familia y sus amigos, no solo para los socialistas espa?oles, sino tambi¨¦n para el conjunto de los ciudadanos.
Estas son unas l¨ªneas de recuerdo y de reconocimiento que, con seguridad, habr¨ªan podido dedicarle muchos de sus amigos de los que, como nosotros, compartimos gran parte de nuestra vida enlazados por el afecto, la cercan¨ªa, el trabajo, el compromiso pol¨ªtico. Solo nos diferenciamos del resto en que Pilar, su mujer, nos ha hecho el encargo, y el regalo, de que nos ocupemos de mantener su legado personal y pol¨ªtico incorporando sus escritos, sus discursos, sus notas, al archivo de la Fundaci¨®n Felipe Gonz¨¢lez. De alg¨²n modo, creemos que, para quienes lo consulten, descubrir¨¢n que as¨ª seguir¨¢n hablando, como hac¨ªan casi cada d¨ªa, dos referentes indispensables para conocer y comprender lo que ha sido el PSOE de la era moderna, su acci¨®n de gobierno y la conquista y el desarrollo de la democracia espa?ola desde los ¨²ltimos a?os del franquismo hasta nuestros d¨ªas.
Nos marc¨® tanto durante su vida que ha conseguido permanecer vivo en nosotros. Su falta es tan honda que todos los d¨ªas hemos tenido ocasi¨®n para sentir su ausencia. Nos pasa cuando quedamos a cenar, cuando recordamos an¨¦cdotas, cuando envidiamos su rapidez mental para aclararnos (¡°?Lo ves, no?¡±), cuando comentamos la actualidad pol¨ªtica, cuando subrayamos su lealtad al Partido Socialista al que tanto quiso y al que tanto dio en los momentos de ¨¦xito y tambi¨¦n en los de oscura amargura.
La admiraci¨®n que suscitaba en cuanto emprend¨ªa traspas¨® los l¨ªmites de su c¨ªrculo m¨¢s cercano: lo afirman quienes trabajaron con ¨¦l, lo proclaman sus alumnos de qu¨ªmica org¨¢nica y lo acredita, sobre todo, el homenaje silencioso que le rindieron miles de ciudadanos en el momento de su despedida.
All¨ª, en la capilla ardiente instalada en el Congreso de los Diputados, alguien expres¨®, mejor que nadie, el respeto que se labr¨® por su val¨ªa personal, intelectual y pol¨ªtica y el vac¨ªo que nos ha dejado: ¡°Y ahora, ?a qui¨¦n vamos a llamar cuando no sepamos qu¨¦ hacer?¡±.
Fue la forma espont¨¢nea de reconocer que hubo un momento a partir del cual Alfredo se hab¨ªa convertido en algo m¨¢s que ministro, vicepresidente o secretario general del PSOE para pasar a ser considerado el consejero, el inspirador, el recurso ¨²ltimo de cuantos en el Partido Socialista ejerc¨ªan tareas de gobierno.
No s¨®lo eso. Alfredo, que fue el m¨¢s joven de la generaci¨®n pol¨ªtica de Felipe Gonz¨¢lez, acab¨® asumiendo, para la generaci¨®n siguiente a la suya, un papel de referencia complementario y sucesivo al que Felipe desempe?¨® naturalmente durante treinta a?os.
Las llamadas no solo eran de socialistas; se extend¨ªan a dirigentes de otros partidos, empresarios y sindicalistas, periodistas e intelectuales. Y hoy, con seguridad, se le seguir¨ªan haciendo, especialmente en estas semanas en las que se han perdido las seguridades y el panorama solo ofrece incertidumbre.
La pregunta hoy sigue sin respuesta, justo cuando parece ser tan dif¨ªcil sostener una idea limpia y compartida de Espa?a como fondo permanente de la acci¨®n pol¨ªtica, una concepci¨®n fuerte del Estado como instrumento para defender los intereses generales o, lo que es lo mismo, los intereses colectivos de los ciudadanos y un respeto real a la Constituci¨®n y al entramado institucional dise?ado por ella.
De las pocas cosas que escapaban a su comprensi¨®n eran el encanallamiento de la pol¨ªtica y el cainismo como principio de la acci¨®n pol¨ªtica, que sufri¨® personalmente en lo que fue su mayor ¨¦xito en beneficio de Espa?a. Alguna vez dijo que el primer deber de un responsable pol¨ªtico era aprender pronto que estaba condenado a entenderse con sus adversarios. Y se lo aplic¨® a s¨ª mismo durante toda su trayectoria pol¨ªtica.
La afirmaci¨®n tiene m¨¢s valor de lo que parece si se recuerda que era rocoso en la defensa de sus convicciones y un polemista temible en cualquier escenario. Dos caracter¨ªsticas que, sin embargo, combin¨® con una acreditada vocaci¨®n por los pactos y una endiablada habilidad para lograrlos. Lo hizo en el Gobierno y lo hizo desde el Congreso de los Diputados. Por eso no puede extra?ar que, a lo largo de estos meses, cuando tantas cosas graves se suceden, nos preguntemos unos a otros, ?qu¨¦ dir¨ªa Alfredo? ?qu¨¦ propondr¨ªa Alfredo?
Es imposible saberlo y en eso vivimos su ausencia. Coincidimos en mucho de cuanto le atribuimos pero en algunas cosas le interpretamos en formas diferentes. Solo hay una coincidencia recurrente: defender¨ªa una pol¨ªtica de pactos para hacer frente a los profundos retos que exigir¨¢n lo mejor de todos los espa?oles para superarlos y tambi¨¦n el funcionamiento estricto de las instituciones p¨²blicas y de las normas y los procedimientos democr¨¢ticos. Una pol¨ªtica que incluye aceptar la iniciativa concreta del Gobierno, la renuncia a condiciones que los dem¨¢s no puedan asumir y la lealtad no solo a lo pactado sino al procedimiento mismo de negociaci¨®n.
M¨¢s de una vez insisti¨® en que cuando no se logra un acuerdo no es por las condiciones que se pongan, sino por la voluntad de no alcanzarlo, pues se prefiere vivir del conflicto aunque eso signifique desinteresarse de los ciudadanos, de sus problemas y sus aspiraciones. Los que luchan por hacer de la pol¨ªtica un espacio de di¨¢logo son, en esta hora, los imprescindibles.
Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, Jos¨¦ Enrique Serrano, Elena Valenciano, Jaime Lissavetzky y Gregorio Mart¨ªnez integran el Consejo asesor del Espacio Rubalcaba en la Fundaci¨®n Felipe Gonz¨¢lez
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