Laboratorio cooperativo
El Estado auton¨®mico sufre fatiga de materiales, pero conserva potencialidades de cogobernanza. La crisis sanitaria actual es una ocasi¨®n para rehacer la lealtad territorial y avanzar en el desarrollo federalizador
No vayamos a pensar que somos ¨²nicos atrapados en nuestra fatigosa querella de siempre. Ha ocurrido en India o Argentina, en Alemania o Estados Unidos. A la hora de determinar a qui¨¦n correspond¨ªa tomar las medidas para combatir la pandemia, si al Estado o a las unidades subestatales, en medio mundo se han replicado discrepancias y tensiones. Y mientras equipos de cient¨ªficos punteros est¨¢n coordinados en busca de vacunas para inmunizarnos contra el virus o experimentan con f¨¢rmacos para paliar la enfermedad, a los gobernantes les ha tocado investigar sobre la marcha los mecanismos a su disposici¨®n para intentar dar la mejor respuesta a un desaf¨ªo para el que nadie pod¨ªa estar bien preparado. As¨ª, ante la ansiedad que provoca gobernar la incertidumbre, los inevitables ensayos de prueba y error pol¨ªtico han convertido esta crisis tambi¨¦n en una especie de laboratorio para la mejora de la gobernanza territorial. Nuestro laboratorio es el que es: un Estado auton¨®mico que sufre fatiga de materiales, pero que conserva potencialidades de cogobernanza que deben aprovecharse para conseguir, como primera prioridad, que la desescalada sea tan eficiente como sea posible.
Al constatar c¨®mo se desbordaba la ola de contagios, la reacci¨®n inicial de Pedro S¨¢nchez fue la esperable y, aunque discutida, no fue cuestionada de entrada. Tampoco aqu¨ª hemos sido excepci¨®n. Cuando los Gobiernos se ven asediados por situaciones l¨ªmite, como reacci¨®n instintiva, si pueden, tienden a la centralizaci¨®n. Pero al decretar el estado de alarma el presidente decidi¨® asumir una autoridad ¨²nica que podr¨ªa haber desplegado de manera m¨¢s cooperativa, en especial desde el momento en el que las pr¨®rrogas deb¨ªan aprobarse en el Congreso de los Diputados. No se trataba solo de cuidar la mayor¨ªa parlamentaria que le invisti¨® y le permite gobernar, que tambi¨¦n. Una de las claves del momento de excepcionalidad actual podr¨ªa ser, por ejemplo, la exploraci¨®n de las posibilidades que tienen las conferencias semanales que desde La Moncloa ha mantenido con los presidentes auton¨®micos. No tienen la pompa de las conferencias de presidentes, ideadas en tiempos de Zapatero y m¨¢s bien est¨¦riles, pero ahora tal vez s¨ª podr¨ªan ser ¨²tiles.
Al principio estas conferencias sobre la crisis sanitaria fueron tensas, prometedoras durante algunas semanas, pero al fin podr¨ªan acabar siendo banales. Porque al haber funcionado m¨¢s bien como un tr¨¢mite, donde se comunicaba lo anunciado un d¨ªa antes en rueda de prensa o enviado por correo electr¨®nico pocas horas antes a los presidentes respectivos, su funci¨®n principal habr¨ªa sido performatizar un liderazgo en solitario de Pedro S¨¢nchez que dif¨ªcilmente puede ejercer con la mayor¨ªa de riesgo de la que dispone en las Cortes. Dir¨ªa que esta actitud, m¨¢s presidencialista que comprometida con el Estado como en realidad es, ha facilitado una politizaci¨®n de la epidemia, que en algunos casos, en Madrid y Barcelona, ha llegado a ser maniaca. Dicha politizaci¨®n podr¨ªa ser la cara positiva de una profundizaci¨®n democr¨¢tica, claro est¨¢, pero al tratarse de un tema tan dram¨¢tico y en un momento de convivencia parlamentaria tan degradada puede actuar como un factor brutal de polarizaci¨®n. Y ahora se paga car¨ªsima. Como suger¨ªa aqu¨ª mismo V¨ªctor Lapuente, los pa¨ªses de Europa que peor parecen haber gestionado la crisis son los que sufren una mayor polarizaci¨®n.
Pero podr¨ªa ser distinto. Las conferencias de presidentes, cuya l¨®gica no es solo t¨¦cnica sino esencialmente pol¨ªtica, podr¨ªan madurar como el ¨¢mbito natural de la cogobernanza espa?ola: funcionar como un foro m¨¢s o menos estable que, gracias al trabajo previo y sin perjuicios de partida, act¨²an como un espacio de federalismo pr¨¢ctico donde se comparten experiencias, se negocian planes de actuaci¨®n y donde las comunidades establecen alianzas entre ellas porque all¨ª constatan que tienen intereses compartidos. Ser¨ªa una ense?anza ¨²til de la crisis. Porque ahora por primera vez hemos comprobado de manera simult¨¢nea la virtualidad del modelo auton¨®mico. Lo hemos visto de norte a sur y de este a oeste, atentos como estamos a la afectaci¨®n territorial de la epidemia. No ha sido fruto de la ideolog¨ªa sino de la pr¨¢ctica. Lo han demostrado comunidades aut¨®nomas, pero el Gobierno central no ha reforzado el potencial de la subsidiariedad a la hora de idear y aplicar pol¨ªticas p¨²blicas.
Parece como si durante la crisis aquel ¡°federalismo inconsciente¡± espa?ol del que habl¨® Francisco Caama?o en Democracia federal se est¨¦ haciendo consciente. Algunos l¨ªderes regionales han demostrado no solo alta eficiencia en su gesti¨®n de la crisis, como ser¨ªa el caso de Alberto N¨²?ez Feij¨®o; sino tambi¨¦n determinaci¨®n responsable, valdr¨ªa para el vicepresidente Francisco Igea, o una convicci¨®n decidida en la apuesta por la innovaci¨®n, como ha demostrado Ximo Puig. En el caso de la Generalitat Valenciana destacan decisiones que se han adoptado basadas en datos estudiados a trav¨¦s de inteligencia artificial y la semana pasada sab¨ªamos que ha firmado un convenio con el CSIC y una empresa especializada en la gesti¨®n de agua para analizar aguas residuales con el objetivo de detectar la reaparici¨®n de un brote tan pronto como sea posible. Son acciones y mecanismos para dar respuesta a la complejidad del desaf¨ªo planteado. Dig¨¢moslo con una f¨®rmula de laboratorio pol¨ªtico: si gracias a las conferencias de presidentes mejorase la gesti¨®n de las partes implicadas, se podr¨ªa ir rehaciendo una lealtad territorial inexistente. Son indicios de la posibilidad de un desarrollo federalizador del Estado de las autonom¨ªas a trav¨¦s de mejores reglas e instrumentos.
Momento clave de dicho desarrollo lo fueron los pactos auton¨®micos suscritos en febrero de 1992 por el PSOE y el PP. Desde entonces el modelo auton¨®mico, cuyo primer dise?o pretend¨ªa dar respuesta a la naturaleza compuesta del Estado, se fue cerrando con la nivelaci¨®n competencial entre comunidades y sin contar para ello con los partidos nacionalistas perif¨¦ricos. Fue as¨ª como se precint¨® la asimetr¨ªa constitucional consensuada en 1978, que era su matriz originaria, y en su lugar se dio carta de naturaleza a un proceso de uniformizaci¨®n del que ha quedado al margen el Pa¨ªs Vasco en virtud de la disposici¨®n adicional primera de la Constituci¨®n (cuya peripecia detall¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Portillo en el clarificador Entre tiros e historia). Aunque esos pactos de 1992 afirmaban que el ¡°principio de cooperaci¨®n¡± era ¡°consustancial con el buen funcionamiento del Estado auton¨®mico¡±, la concreci¨®n de dicha voluntad no ha sido pol¨ªtica sino t¨¦cnica (a trav¨¦s de las conferencias sectoriales) y no se ha apostado por institucionalizar mecanismos de colaboraci¨®n vertical u horizontal entre Administraciones (como estudi¨® la profesora Enriqueta Exp¨®sito).
Dicha din¨¢mica al fin centralista, que el Estatut de segunda generaci¨®n trat¨® de revertir a la brava y sin ¨¦xito, ha sido una de las causas determinantes de la fatiga de materiales a la que antes me refer¨ªa. Y con la fatiga, el ¨®xido de cada d¨ªa. El modelo solo podr¨¢ rehabilitarse con lealtad territorial. ?Puede restablecerse ahora, en plena crisis, explorando una cogobernanza no interpretada como cesi¨®n sino como eficiencia en beneficio del conjunto? ?Decidiremos experimentar en este laboratorio cooperativo? Por ahora ya hemos aprendido que las comunidades aut¨®nomas, todas, no son meros ¨®rganos administrativos sino que ejercen un poder efectivo gracias a su propio sistema institucional y a su din¨¢mica econ¨®mica propia. Nunca como ahora hab¨ªan existido condiciones tan propicias para avanzar en un desarrollo federalizador del Estado. ?Se sabr¨¢ leer el momento en este clave?
Jordi Amat es fil¨®logo y escritor.
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