Prohibido quedarse en casa
Para demostrar que vivimos en el pa¨ªs m¨¢s sano del mundo, y estamos obligados a ser felices por decreto. Nicaragua es una bomba de contagio
Cuando a comienzos del siglo XX uno de tantos volcanes de Guatemala entr¨® en erupci¨®n, el dictador Manuel Estrada Cabrera mand¨® desde su encierro en el palacio presidencial a leer por las calles un decreto, donde se establec¨ªa la falsedad de la supuesta erupci¨®n, fruto mentiroso de una conspiraci¨®n pol¨ªtica para desestabilizar el pa¨ªs, da?ar la econom¨ªa y atrasar el progreso. La mentira oficial pretend¨ªa, as¨ª, sustituir a la realidad.
Pero la lluvia de ceniza ardiente aventada por el volc¨¢n, que oscurec¨ªa el sol, imped¨ªa al empleado p¨²blico a cargo de divulgar el decreto cumplir con su ...
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Cuando a comienzos del siglo XX uno de tantos volcanes de Guatemala entr¨® en erupci¨®n, el dictador Manuel Estrada Cabrera mand¨® desde su encierro en el palacio presidencial a leer por las calles un decreto, donde se establec¨ªa la falsedad de la supuesta erupci¨®n, fruto mentiroso de una conspiraci¨®n pol¨ªtica para desestabilizar el pa¨ªs, da?ar la econom¨ªa y atrasar el progreso. La mentira oficial pretend¨ªa, as¨ª, sustituir a la realidad.
Pero la lluvia de ceniza ardiente aventada por el volc¨¢n, que oscurec¨ªa el sol, imped¨ªa al empleado p¨²blico a cargo de divulgar el decreto cumplir con su cometido, y a falta de claridad deb¨ªa auxiliarse con una l¨¢mpara de acetileno; adem¨¢s de que, ante la violencia de los temblores, nadie se quedaba a o¨ªr su preg¨®n.
En Nicaragua no existe ninguna epidemia causada por la covid-19, porque las fronteras del pa¨ªs han sido blindadas, gracias al imaginario oficial, por la protecci¨®n divina. Todo lo dem¨¢s, es fruto de la conspiraci¨®n de cerebros deformes y enfermos, que solo buscan calumniar y difamar. Y desestabilizar el pa¨ªs, da?ar la econom¨ªa y atrasar el progreso.
Los propagandistas oficiales empezaron diciendo que la covid-19 era una enfermedad de ricos ociosos, que no ten¨ªa por qu¨¦ tocar a las puertas de los pobres, de manera que eso de quedarse en casa era una aberraci¨®n de la propaganda imperialista. La pandemia, en el mundo, no es m¨¢s que un castigo divino contra la explotaci¨®n capitalista.
Vivimos algo as¨ª como una lucha de clases sanitaria, con lo que el virus se ha vuelto un asunto ideol¨®gico. Negar que exista en Nicaragua, un deber revolucionario; prevenir contra su diseminaci¨®n, una maquinaci¨®n de la derecha.
En los centros de salud se lleg¨® a prohibir que los m¨¦dicos y enfermeras usaran guantes y mascarillas para atender a los pacientes, porque eso significaba crear alarmas innecesarias. Y tambi¨¦n se advirti¨® al personal no dar ninguna informaci¨®n sobre la enfermedad, para no crear un estado de histeria colectiva.
Para demostrar que vivimos en el pa¨ªs m¨¢s sano del mundo, y estamos obligados a ser felices por decreto, la propaganda oficial se ha desplegado en gran alarde para inducir a la gente a amontonarse en las playas, y se mantienen los puertos abiertos a los cruceros, con el inconveniente de que estos dejaron de dejar de llegar por s¨ª mismos; se inventan ferias gastron¨®micas, se convoca a fiestas patronales. El pa¨ªs es una bomba de contagio.
Y adem¨¢s de que se mantienen abiertas las escuelas y las universidades, se atrae hacia los estadios a los incautos; se montan veladas de boxeo, que la cadena internacional ESPN transmite, como si fueran funciones de circo pobre, rarezas ¡°at¨ªpicas¡± del pintoresco tercer mundo en tiempos de pandemia.
Los resultados de las pocas pruebas que se realizan no son hechos del conocimiento de los pacientes, y los hospitales y cl¨ªnicas del estado tienen ¨®rdenes de registrar los casos como ¡°enfermedades respiratorias at¨ªpicas¡±. Las estad¨ªsticas oficiales no tienen, por lo tanto, ninguna clase de cr¨¦dito.
Pero mientras el mal es declarado inexistente, los hospitales se hallan abarrotados de pacientes que cuando mueren no pueden ser velados, y deben ser enterrados sin acompa?amiento familiar, bajo vigilancia de la polic¨ªa. Y el temor a la represi¨®n se extiende, porque hablar del virus puede convertirse en un acto subversivo. Los deudos de los muertos prefieren callar.
El mecanismo de falsificaci¨®n de la verdad viene a ser el mismo que fue utilizado a ra¨ªz de la represi¨®n que dej¨® centenares de muertos en las calles hace dos a?os. Los asesinados por disparos de fusiles AKA y por balazos certeros de francotiradores, equipados con fusiles Dragunov rusos, y Catatumbo venezolanos, nunca existieron. Las v¨ªctimas, enlistadas por los organismos de derechos humanos, hab¨ªan muerto a consecuencia de ri?as por drogas, pleitos callejeros, o accidentes de tr¨¢fico. El cinismo en toda su majestad, como ahora otra vez.
Las autoridades sanitarias reconocen solamente 16 casos, con 5 fallecidos, lo que, por una paradoja siniestra, convierte a Nicaragua en el pa¨ªs de m¨¢s alta mortalidad en el mundo por causa de la pandemia. Pero se ha entrado ya en la fase de transmisi¨®n comunitaria del virus, y el Observatorio Ciudadano, un organismo de la sociedad civil dedicado a reunir informaci¨®n, reporta ya cerca de 800 casos de infecci¨®n en el pa¨ªs. Infecci¨®n clandestina.
Hace pocos d¨ªas, 645 profesionales de la salud, todos especialistas reputados, firmaron un documento p¨²blico, con el respaldo de todos los gremios m¨¦dicos. En este pronunciamiento sin precedentes, se exige al r¨¦gimen la adopci¨®n de medidas que son del sentido com¨²n, adoptadas en otros pa¨ªses.
Es tarde, dicen los m¨¦dicos, pero, ¡°en el momento de inicio del ascenso de la curva de casos graves, a¨²n es posible realizar acciones de mitigaci¨®n que reduzcan el catastr¨®fico impacto en la tasa de letalidad y en el sistema de salud¡±.
Es un documento valiente, porque muchos de los firmantes se exponen a ser despedidos de los hospitales por quebrantar la imagen del estado perpetuo de felicidad en que viven los nicarag¨¹enses, presos dentro de este incre¨ªble y fatal espejismo en el que los altavoces oficiales te dicen que quedarse en casa no es m¨¢s que un vicio burgu¨¦s.
Sergio Ram¨ªrez es escritor y Premio Cervantes 2017.