Parlamento al rev¨¦s
La portavoz del Grupo Popular, Cayetana ?lvarez de Toledo, cruz¨® este mi¨¦rcoles la l¨ªnea de lo admisible en una democracia
La portavoz del Grupo Popular, Cayetana ?lvarez de Toledo, cruz¨® este mi¨¦rcoles la l¨ªnea de lo admisible en una democracia al acusar de terrorismo al padre del vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias. Sus expresiones intolerables no justifican las provocaciones del propio vicepresidente, quien se dirigi¨® a ?lvarez de Toledo por su t¨ªtulo nobiliario en lugar de por el tratamiento de se?or¨ªa y, al d¨ªa siguiente, lanz¨® acusaciones de golpismo contra el portavoz de la ultraderecha en la comisi¨®n de reconstrucci¨®n. Pero tampoco obligan a confundir al pa¨ªs con disquisiciones de cara a la galer¨ªa, como si lo que exigieran estos episodios fuera dirimir con precisi¨®n escol¨¢stica lo que se puede o no se puede decir en el Congreso.
La excusa de responsabilizar a los dem¨¢s de los desafueros propios, como la que dio ?lvarez de Toledo, ser¨ªa infantil si no estuviera afectando a asuntos tan graves como la convivencia y la salud de las instituciones: los miembros de la C¨¢mara saben que juegan sin arriesgar personalmente porque sus expresiones est¨¢n cubiertas por la inmunidad. Lo que muchos de ellos parecen haber olvidado es que esa inmunidad no es una coartada para la descalificaci¨®n o para la injuria, sino la garant¨ªa prevista por la Constituci¨®n ante la responsabilidad que contraen cada vez que toman la palabra. Es de esta responsabilidad de lo que se est¨¢ haciendo burla d¨ªa tras d¨ªa al intentar que una escalada de ofensas, irrefrenable y est¨¦ril, ocupe el lugar que corresponde al debate pol¨ªtico.
Lo sucedido este mi¨¦rcoles en el Congreso de los Diputados fue m¨¢s lejos de lo que hab¨ªa ido hasta fechas recientes, pero ni constituye una novedad ni es previsible que desaparezca, como bien se pudo comprobar al d¨ªa siguiente. En realidad, estas malas formas parlamentarias responden a una estrategia pol¨ªtica que aparece y desaparece de la vida p¨²blica espa?ola desde 1993, que a punto estuvo de poner en jaque al sistema constitucional y que amenaza con volver a hacerlo en estos momentos. De acuerdo con esta estrategia, la acci¨®n de gobierno no debe ser nunca objeto de control por parte de los diputados, sino de juicios apocal¨ªpticos sobre las intenciones que se imputan al presidente o los ministros. La realidad del pa¨ªs sigue entonces un camino y el debate pol¨ªtico otro diferente, en el que las necesidades de los ciudadanos son solo el se?uelo para esconder la obscena brutalidad de la lucha por el poder.
En democracia, el Parlamento sirve para resolver mediante la representaci¨®n pol¨ªtica los leg¨ªtimos conflictos de intereses entre los ciudadanos. La pr¨¢ctica en Espa?a est¨¢ creando un aut¨¦ntico mundo al rev¨¦s en el que los ciudadanos son emplazados para asumir como propios los conflictos pol¨ªticos creados en el Parlamento, desentendi¨¦ndose de sus intereses.
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