Veinticinco a?os de Srebrenica
Hoy apenas se recuerda el genocidio. Y, sin embargo, es urgente que no nos olvidemos de recordar
Nunca m¨¢s¡±. Esta expresi¨®n, emblem¨¢tica cuando se habla de los cr¨ªmenes contra la humanidad, siempre me ha repugnado y me ha parecido una promesa hip¨®crita, incluso por parte de los mayores intelectuales jur¨ªdicos. La realidad es que, desde el Holocausto, no solo la humanidad sigue mat¨¢ndose (igual que lo hac¨ªa antes), sino que a la hora de prevenir o detener esos conflictos y esos cr¨ªmenes, la comunidad internacional ¡ªtodos y cada uno de nosotros¡ª sigue siendo tan incapaz como siempre de reaccionar.
En Bosnia, Ruanda, Congo, en Siria, Libia, Sud¨¢n, en Myanmar (Birmania) y muchos otros lugares, dejamos que aniquilaran a nuestros cong¨¦neres, actuamos como si lo que les estaba sucediendo no fuera previsible y, sobre todo, escondimos la cabeza bajo el ala, con la actitud del que no tiene culpa ni responsabilidad.
El 11 de julio de 1995, ese Nunca m¨¢s se convirti¨® para m¨ª en una promesa, la de que NUNCA M?S volver¨ªa a pronunciar unas palabras tan mentirosas. Algo que deber¨ªa ser obligatorio para toda una humanidad que se escandaliza ante el horror y promete que nunca volver¨¢ a ocurrir cuando ya se han iniciado los cr¨ªmenes siguientes. Me pregunto c¨®mo pudimos seguir mir¨¢ndonos a la cara mientras se abandonaba a millones de bosnios, atrapados en un enclave que Naciones Unidas hab¨ªan designado como zona de seguridad. Y dos a?os despu¨¦s de que una resoluci¨®n de la propia ONU hubiera creado el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia.
Nuestra impotencia y nuestra dejadez mostraron su mejor rostro aquella ma?ana del 11 de julio de 1995, cuando Ratko Mladic estaba ya en marcha con sus tropas. Tal como hab¨ªa anunciado. ?D¨®nde estaba la sorpresa? ?Qu¨¦ esper¨¢bamos? ?Que fuera un farol de Mladic, cuando ya hab¨ªan muerto miles de personas en la guerra desde 1992? ?Cuando ya hab¨ªa campos de internamiento y de violaci¨®n repartidos por todo el territorio bosnio? ?Cuando el presidente de la Rep¨²blica Serbia de Bosnia, Radovan Karadzic, hab¨ªa dicho siempre que Srebrenica pertenec¨ªa a los serbios?
Entre el 11 y el 15 de julio de 1995, las fuerzas serbias en Bosnia ejecutaron de forma met¨®dica y organizada a casi 7.000 hombres adultos y j¨®venes y arrojaron sus cuerpos a fosas comunes. Aterrorizaron a m¨¢s de 35.000 habitantes m¨¢s y los obligaron a huir. Algunos recorrieron durante semanas los bosques vecinos, tratando de llegar a Tuzla para ponerse a salvo. Las fuerzas serbias los persiguieron como si fueran ciervos en una cacer¨ªa, con la misma crueldad. En el memorial de Potocari se encuentran identificadas y enterradas 6.653 personas. En total, se calcula que asesinaron a 8.372 personas, es decir, que hay muchas que est¨¢n todav¨ªa en fosas comunes en alg¨²n sitio.
Conoc¨ª a Djile en 2008. Viv¨ªa en el enclave de Srebrenica y convenci¨® a unos cuantos de que se marcharan con ¨¦l, unos d¨ªas antes de aquel 11 de julio, porque hab¨ªa comprendido mucho antes que otros que no iba a ir nadie a rescatarlos y que Ratko Mladic no iba nunca de farol. Djile sobrevivi¨® cuando los soldados serbios encontraron al grupo y dispararon contra ¨¦l, y resisti¨® a solas durante dos meses en el bosque. Djile fue a quien me apresur¨¦ a visitar en mayo de 2011, cuando detuvimos a Ratko Mladic en Belgrado. Sal¨ª de la capital camino de Srebrenica, donde contin¨²a viviendo hoy, y recuerdo c¨®mo corr¨ªa bajo un diluvio por el bosque, el mismo bosque que le hab¨ªa protegido 16 a?os antes. Lloraba y gritaba: ¡°?C¨¦line, hemos pillado a Mladic!¡±.
Entre 2008 y 2012 encontr¨¦ a esos hombres y esos j¨®venes de Srebrenica en las fosas comunes que abrimos durante un largo proceso. En compa?¨ªa de las mujeres, las madres, las hermanas y las hijas sentadas alrededor, que cre¨ªan reconocer una prenda de ropa, un anillo, una joya.
La primera vez que vi una fosa com¨²n esperaba ver esqueletos y cre¨ª que tendr¨ªa que esforzarme para adivinar que hab¨ªan sido seres vivos. Un esqueleto tiene muy poco de humano, ya no es un cad¨¢ver, pero esos huesos sin nombre ni rostro son muy expresivos. Y adem¨¢s est¨¢ la ropa; esa es la verdadera conmoci¨®n. Mantienen durante mucho tiempo la forma y el color, y remiten de forma irresistible a la persona que la llevaba. Me acuerdo de un pa?uelo malva, como el que llevan todas las mujeres bosnias, casi intacto 14 a?os despu¨¦s. De pronto, tuve ante m¨ª a aquella mujer, la vi moverse y sonre¨ªr... Un crimen contra la humanidad o un genocidio no se detiene cuando terminan las matanzas. Por el contrario, ese es el momento en el que comienza un proceso que se prolonga durante decenios salpicados de desapariciones, fosas abiertas, duelo, familias destrozadas.
Aquella ma?ana, tal como hab¨ªa anunciado, Mladic emprendi¨® el camino por aquellas callejas de Srebrenica y repart¨ªa caramelos a los ni?os y les dec¨ªa que no tuvieran miedo mientras, unos centenares de metros m¨¢s all¨¢, sus tropas separaban a los hombres de las mujeres y los ni?os y obligaban a los hombres, j¨®venes y mayores, a subir a unos autobuses p¨²blicos, de los que despu¨¦s les ordenaban bajar para alinearlos y ejecutarlos.
Hoy, 25 a?os despu¨¦s, apenas se recuerda. Y, sin embargo, es urgente, por el bien de nuestra propia humanidad, que no nos olvidemos de recordar.
C¨¦line Bardet es jurista internacional especialista en cr¨ªmenes de guerra.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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