Dinero manchado

Las ma?anas en el campo son m¨¢s hermosas por una raz¨®n muy sencilla, y es que, en verano sobre todo, la naturaleza provoca el milagro de que el campo huela a campo. Algo de lo que se da cuenta hasta el mayor de los necios, o sea, yo mismo.

Los p¨¢jaros parecen recuperar sus energ¨ªas y, cuando los incendios provocados por la inacci¨®n de algunos gobernantes perezosos y las manos criminales de unos no menos perezosos gilipollas, todos los alrededores de paseantes como Pepe y Cuqui hierven incapaces de sujetar tanta vida como la tierra alberga.

Esos momentos de comuni¨®n con la vida m¨¢s primitiva, cuando a cada insecto trata de com¨¦rselo otro de mayor tama?o, hay que gozarlos como si se trataran de los ¨²ltimos de su clase. No solo porque quiz¨¢s lo sean, que todo puede suceder.

Y, de pronto, la realidad m¨¢s cruda, que suele ser la m¨¢s cotidiana porque no nos ponemos en el lugar del m¨¢s peque?o de los dos insectos, se abre paso y nos anuncia que Donald Trump ha vuelto a hablar, o que el em¨¦rito se va, vaya usted a saber d¨®nde. Lo ha hecho sin devolver c¨¦ntimo a c¨¦ntimo el dinero que le don¨® graciosamente un monarca saud¨ª, el mismo que ha impedido que se juzgue al asesino de Jamal Khashoggi. Ese monarca que lo dio para mejorar su imagen algo deteriorada. De Khashoggi, de su cuerpo mutilado, est¨¢ manchado ese dinero que puede ser que disfrute en parte alguien de naturaleza tan frugal como la hermosa Corinna, aunque no es reina. Y habr¨ªa que devolv¨¦rselo al monarca saud¨ª, con todas las manchas.

No estar¨ªa bien que la Hacienda P¨²blica espa?ola recuperara ese dinero para cubrir agujeros de los ERTE. Porque es dinero sucio, tanto como el coraz¨®n del pr¨ªncipe Salm¨¢n, el presunto canalla que posiblemente mand¨® matar al periodista. Y que quiz¨¢ tuvo algo que ver con los 3.000 muertos de las Torres Gemelas el 11-S.

Un dinero que ha servido para limpiar la imagen del Rey de Arabia y que hoy sirve para ensuciar la imagen de Espa?a, y la complicada responsabilidad fiscal de los espa?oles.

Ten¨ªa poco trabajo el Rey, algo m¨¢s que el de servir de espejo del decoro, y lo destroz¨® no en un acto descabellado sino en miles, de los que conocemos solo unos pocos.

No hay manera de que uno pueda pasear tranquilo por el campo en verano.