Una avalancha de palabras contra el rey em¨¦rito
El actual orden constitucional necesita superar el descr¨¦dito que padece por las conductas del exmonarca
Cuenta el novelista Eric Vuillard en su recreaci¨®n del 14 de julio de 1789, el d¨ªa de la toma de la Bastilla, que en aquella ¨¦poca la gente de Par¨ªs no dejaba de hablar y de hablar. Explica que en las tabernas siempre hab¨ªa alguien que se encaramaba sobre una mesa para soltar sus razones. Las palabras fueron un ingrediente fundamental de la revoluci¨®n, y se produjeron en cascadas inagotables gracias a la furia que las impulsaba. Una terrible hambruna azotaba Francia y en Versalles el rey y la nobleza viv¨ªan a lo grande. Vuillard cuenta las cosas desde la mirada de aquellos que no suelen entrar en los libros de historia. Y da sus nombres y se?ala sus oficios: zapateros, jornaleros, vendedores de ganado, carreteros, toneleros, labradores, panaderos, profesores, cordeleros, caldereros, camareros, etc¨¦tera. Ya la gente empez¨® a hablar en abril, dice. ¡°La boca produce palabras. Muchas palabras. Una avalancha¡±. Ya saben la que se arm¨®.
Es bastante improbable que en las sociedades actuales del bienestar, el espect¨¢culo y el consumo los ciudadanos se lancen a las calles para armarse, tomar una fortaleza y, como quien dice, liquidar el Antiguo R¨¦gimen de un soplido. Los tiempos han cambiado, pero la gente sigue hablando de manera torrencial, y est¨¢ bastante cabreada con los negocios de Juan Carlos I, el rey em¨¦rito.
Fue en 1969 cuando Franco se embarc¨® en la elecci¨®n de quien ser¨ªa su continuador al frente del Estado, atribuci¨®n que el dictador se hab¨ªa reservado en la Ley de Sucesi¨®n de 1947. Se inclin¨® por el entonces pr¨ªncipe Juan Carlos y este, un tanto reacio al principio por no ofender a su padre, termin¨® aceptando. Franco subray¨® que aquella decisi¨®n iba a contribuir a que ¡°todo quede atado y bien atado para el futuro¡±. Quer¨ªa as¨ª subrayar que la Monarqu¨ªa, que llegar¨ªa tras su muerte, ser¨ªa la del Movimiento Nacional, la del 18 de julio, una que fuera estrictamente fiel a las instituciones y valores y principios de su r¨¦gimen. No ocurri¨® tal cosa. Y Juan Carlos I tuvo un papel esencial para que los planes del dictador se fueran torciendo y para que se instalara en Espa?a una democracia parecida a la de los pa¨ªses de nuestro entorno.
En su libro Transici¨®n, Santos Juli¨¢ recuerda que en aquellos d¨ªas un periodista de la BBC le pregunt¨® a Laureano L¨®pez Rod¨®, entonces uno de los pesos pesados de la dictadura, si habr¨ªa democracia en Espa?a en unos diez a?os. ¡°Eso depende de lo que usted entienda por democracia¡±, le contest¨®, y a?adi¨® que un estudio de la Universidad de Oxford acababa de recoger hasta 300 definiciones de esa forma de organizaci¨®n social. El sucesor de Franco apost¨® por la que tiene separaci¨®n de poderes, soberan¨ªa popular, multipartidismo y elecciones libres, respeto a las minor¨ªas, libertad de expresi¨®n, sensibilidad social. Otros ten¨ªan, evidentemente, otra democracia en la cabeza.
La Monarqu¨ªa parlamentaria es la forma pol¨ªtica del Estado social y democr¨¢tico de derecho que sali¨® de la Transici¨®n, y en ese marco Espa?a ha dado en las ¨²ltimas d¨¦cadas pasos de gigante. Cuando se padecen dificultades, los viejos relatos recobran toda su intensidad, y el del pueblo contra el rey es tan potente que no se puede pasar por alto. De ah¨ª la enorme responsabilidad de cuantos defienden el actual orden constitucional. No pueden olvidar que la opacidad fue y sigue siendo un camino poco recomendable en el siglo XXI.
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