El ejercicio de la memoria
Mientras Estados Unidos revisa su pasado esclavista, Francia y Portugal hilvanan cabos sueltos de su historia colonial en ?frica. D¨¦cadas de desmemoria y agravios que hoy exigen reparaci¨®n y alivio
Prisioneros de la historia oficial, numerosos pa¨ªses asisten estos d¨ªas a una revisi¨®n m¨¢s o menos tumultuosa de su pasado. Sucede en Estados Unidos, donde, al hilo de las protestas contra el racismo, se ha desencadenado una org¨ªa iconoclasta que arrambla con todo, con s¨ªmbolos claros del esclavismo pero tambi¨¦n con la huella de otros personajes poco o nada siniestros.
La oleada revisionista no es nueva, ni se circunscribe al vendaval de ...
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Prisioneros de la historia oficial, numerosos pa¨ªses asisten estos d¨ªas a una revisi¨®n m¨¢s o menos tumultuosa de su pasado. Sucede en Estados Unidos, donde, al hilo de las protestas contra el racismo, se ha desencadenado una org¨ªa iconoclasta que arrambla con todo, con s¨ªmbolos claros del esclavismo pero tambi¨¦n con la huella de otros personajes poco o nada siniestros.
La oleada revisionista no es nueva, ni se circunscribe al vendaval de furia desatado por el asesinato de George Floyd en Minneapolis. Es el ¨²ltimo cap¨ªtulo de una correcci¨®n pol¨ªtica exacerbada que coloniza cada vez m¨¢s el espacio p¨²blico; tambi¨¦n del siempre deseable empoderamiento de colectivos tradicionalmente marginados. Y Europa no es ajena a la marea, aunque pareciera que las erinias del poder colonial callaron hace d¨¦cadas. Portugal y Francia tambi¨¦n hilvanan cabos sueltos de su pasado imperialista. Los veteranos de las guerras que libr¨® Portugal en ?frica acaban de ganar la batalla simb¨®lica del reconocimiento tras medio siglo de espera, silenciados por el profundo tab¨² pol¨ªtico sobre el pasado colonial del pa¨ªs. En Francia, el presidente Macron ha encargado a un historiador de prestigio una memoria de la colonizaci¨®n y de la guerra de Argelia, en paralelo a la que redactar¨¢ otro experto en Argel. Enti¨¦ndase memoria no como compilaci¨®n acad¨¦mica, sino como profundo ejercicio cognitivo para remediar una amnesia que ya dura seis d¨¦cadas.
Colea con furia el pasado: lo vivido por millones de personas excluidas de la historia oficial, como recuerda la emocionante novela El arte de perder, de Alice Zeniter, la historia de un harki (argelino colaboracionista en la guerra de independencia) y su dif¨ªcil, imposible encaje en Francia. En el libro aletea la vivencia de generaciones trasterradas, con un pie en el pa¨ªs donde han nacido y la cabeza vuelta hacia otro que no conocen pero sienten; la experiencia de la emigraci¨®n, y de sus pol¨ªticas; el h¨¢bito de ser carnaza en manos ultras, cuando no v¨ªctimas colectivas de la radicalizaci¨®n identitaria por medio del islam.
Cabe plantearse la oportunidad de tales gui?os hist¨®ricos en este escenario de devastaci¨®n global. Pero el pasado regurgita como una digesti¨®n mal hecha en las explosiones de rabia de las banlieues francesas: la pel¨ªcula Los miserables retrata fielmente la marginaci¨®n, vista como una excrecencia del sistema, que sienten los franceses llegados a la antigua metr¨®poli desde las viejas colonias. Tambi¨¦n es actualidad un asesinato racista en Portugal pocos d¨ªas despu¨¦s del reconocimiento de los veteranos de ?frica: una muerte que enfrenta al pa¨ªs con el peor de sus fantasmas, y con la desmemoria.
Las pulsiones identitarias definen los populismos. Pero la memoria, o la desmemoria, tambi¨¦n se ejercita como emoci¨®n, bien expresa o silenciada por los tab¨²es del discurso oficial. Eso tambi¨¦n entra en el ¨¢mbito de la identidad, la primigenia. Una fuerza motora incalculable, a¨²n dormida.