Por at¨²n y a ver al duque
Frente a quienes quieren servirse de la situaci¨®n del rey em¨¦rito para poner fin al sistema constitucional de 1978, el Gobierno de Pedro S¨¢nchez tiene la oportunidad de liderar pol¨ªticas para salir de la crisis institucional
La ofensiva desatada sobre la Monarqu¨ªa por sectores que se arrogan con pasmosa facilidad la representaci¨®n total de la sociedad espa?ola sugiere que m¨¢s que establecer, aclarar y enjuiciar, en su caso, comportamientos irregulares del rey em¨¦rito se dirige a aprovechar las contradicciones internas del sistema para derrumbar lo que no se consigue en las urnas por m¨¦todos rancios y conocidos de la agitaci¨®n pol¨ªtica. Se trata de imponer una agenda, que conduzca a debates donde esconder las verg¨¹enzas propias y marcar un territorio propicio a las simplificaciones y la manipulaci¨®n emocional.
Otra cuesti¨®n bien diferente y pertinente, la tramitaci¨®n pol¨ªtica de la decisi¨®n de dejar el territorio nacional por el rey em¨¦rito, se debe sustanciar de alguna manera en las Cortes, como se?alaba en estas p¨¢ginas el profesor Cruz Villal¨®n.
La transparencia se debe contraponer a las lindezas que hemos escuchado del vicepresidente Iglesias y la ministra Irene Montero, residenciadas en el terreno de sus enso?aciones ideol¨®gicas de poner fin al sistema pol¨ªtico constitucional de 1978. Cuando el vicepresidente comparec¨ªa en campa?a electoral, ley¨¦ndonos p¨¢rrafos de la Constituci¨®n con cara circunspecta de cura obrero, realizaba el mismo ejercicio que ahora, pero de otra manera. Podemos puede y est¨¢ en su derecho de tener esta pretensi¨®n pol¨ªtica, pero conviene que los ciudadanos conozcan con claridad los objetivos que las fuerzas pol¨ªticas persiguen, sus inconvenientes y sus ventajas. Debates adulterados que ocultan actitudes de ir por at¨²n y a ver al duque deben ser desenmascarados.
Este prop¨®sito es desde hace tiempo, sin embargo, un objetivo no disimulado de las fuerzas del independentismo, que con la mochila de corrupciones y saqueo de las arcas p¨²blicas practicadas en las ¨²ltimas d¨¦cadas ¡ª3%, Palau de la M¨²sica¡¡ª comparecen ahora a dar lecciones de lucha contra la corrupci¨®n. Desatornillar la pieza de la Jefatura del Estado es visto por estas fuerzas como un movimiento eficaz para desmembrar el Estado.
La sociedad espa?ola tiene un sistema de convivencia democr¨¢tica muy razonable. Suficientemente glosado varias veces por los logros del pasado, pero con mecanismos que le conceden capacidad de respuesta a los problemas del presente y perspectivas de encarar el futuro con seriedad y esperanza.
Este sistema constitucional, que es despreciado por esos sectores, es el que permite aclarar y establecer posibles responsabilidades, desde los comportamientos del jefe del Estado o las coimas de la Generalitat hasta si el se?or Iglesias retuvo indebidamente una tarjeta de tel¨¦fono m¨®vil varios meses. El principio de transparencia es universal, no selectivo.
A todos, como a cualquier ciudadano, le ampara la presunci¨®n de inocencia y no como una consigna o jaculatoria c¨ªnica, sino como un principio que se cree y se practica. ¡°Todo el mundo interpreta que su traslado fuera de Espa?a tiene que ver con intentar eludir la acci¨®n de la justicia¡±. Esta declaraci¨®n inmoral de la ministra Irene Montero es un compendio de una mentalidad totalitaria que, comenzando por arrogarse la capacidad de conocer lo que todo el mundo opina, realiza un juicio de intenciones y miente a sabiendas
Nos enfrentamos a un oto?o cargado de incertidumbres en todos los terrenos; podemos a?adir injustificadamente otras que dificulten o perjudiquen las salidas posibles. Nos podemos empe?ar en conseguir la tormenta perfecta.
Acierta plenamente el presidente S¨¢nchez cuando zanja este falso debate con firmeza y autoridad en el Consejo de Ministros, porque la convicci¨®n en los principios democr¨¢ticos exige una defensa de esta piedra angular de la Constituci¨®n, poni¨¦ndose a resguardo de quienes tratan de arrastrarlo al precipicio del oportunismo y el aventurerismo pol¨ªtico.
Cuando se debati¨® en el Congreso de los Diputados la Constituci¨®n, a la hora de fijar la posici¨®n del PSOE sobre la Jefatura del Estado, Luis G¨®mez Llorente, no precisamente un cortesano o fundamentalista mon¨¢rquico, manifest¨® en su intervenci¨®n la prioridad de buscar los m¨¢s amplios consensos posibles y resalt¨® la absoluta compatibilidad de la instituci¨®n con los principios democr¨¢ticos. Estas afirmaciones del diputado socialista cobran especial vigencia en estos d¨ªas y se han visto ratificadas y acrecentadas en la pr¨¢ctica de estos a?os y con toda rotundidad en momentos decisivos.
Los sistemas pol¨ªticos democr¨¢ticos funcionan por sus instituciones y precisamente por eso, entre otras cosas, se diferencian de los reg¨ªmenes totalitarios, ya que no se sustentan en los personalismos y los comportamientos individuales. El ejercicio del poder democr¨¢tico est¨¢ basado en un complejo juego de instituciones que se equilibran, se regulan y se controlan.
La Monarqu¨ªa parlamentaria ha tenido y tiene un comportamiento ejemplar en ese juego de instituciones y precisamente las decisiones de estos d¨ªas avalan ese compromiso fundado con el desenvolvimiento normalizado de la actividad p¨²blica. Si se confirmaran los comportamientos irregulares del rey em¨¦rito, afectar¨ªan a su persona y para nada a la instituci¨®n que encarn¨® en su d¨ªa. Es cierto que arrojar¨¢n una carga emocional y de desencanto a unas generaciones que vivieron la Transici¨®n pol¨ªtica como un quehacer colectivo. Esa decepci¨®n sobre la persona de Juan Carlos I no es hereditaria en t¨¦rminos pol¨ªticos.
En todo este proceso es exigible, no obstante, un principio de rotunda transparencia en su tramitaci¨®n y desenlace y las consecuencias lamentablemente, si las hubiera, ser¨¢n sobre quien hubiera realizado un comportamiento tan indigno de tan alta personalidad institucional.
El legado pol¨ªtico de Juan Carlos I est¨¢ jalonado de p¨¢ginas brillantes, contribuciones decisivas en la normalizaci¨®n democr¨¢tica espa?ola y una firmeza encomiable en cerrar las heridas de la cruenta Guerra Civil. Esta realidad no puede ser borrada ni debe ser hurtada torticeramente al conocimiento de las futuras generaciones.
La monarqu¨ªa fue vista por Churchill en el Reino Unido como ese lazo misterioso que aunaba y simbolizaba los territorios dispares que compon¨ªan el espacio de la Corona. Ser¨ªa deseable que en Espa?a camin¨¢ramos por las sendas del entendimiento y el reformismo, abandon¨¢ramos a los predicadores fundamentalistas, que tanto han perjudicado a este pa¨ªs en el ¨²ltimo siglo, y logr¨¢ramos a trav¨¦s del acuerdo un marco de entendimiento que ofrece la Constituci¨®n de 1978.
Lanzar ahora una reforma constitucional sobre la forma del Estado es una insensatez pol¨ªtica, un deseo indisimulado de establecer las relaciones de confrontaci¨®n y crispaci¨®n en la vida p¨²blica y el ¨²ltimo recurso de quienes en el auge de antagonismos irreconciliables y enfrentamiento entre los ciudadanos encuentran el territorio id¨®neo para su actividad p¨²blica. No hace dos meses, el CIS se?alaba que solo el 0,5% de los espa?oles ve¨ªa la Monarqu¨ªa como un problema. No ayudemos a crearlo. Tampoco tengamos miedo a encarar los hechos actuales con toda claridad y con los mecanismos que la propia Carta Magna prev¨¦.
Las consecuencias de esos problemas en estos momentos dar¨ªan a¨²n m¨¢s incertidumbre a un futuro lleno de presagios, donde se necesita m¨¢s que nunca priorizar los objetivos y restablecer una transversalidad social que apoye los esfuerzos y sacrificios que habr¨¢ que realizar para superar las consecuencias econ¨®micas atroces de la pandemia. Quienes viven en pol¨ªtica de emponzo?ar los conflictos carecen de capacidad de gesti¨®n para solucionar los problemas y desde la soberbia que conceden los empachos ideol¨®gicos trasnochados esta senda del entendimiento no les resulta atractiva.
En contraposici¨®n se sit¨²a el Partido Socialista, que fue clave para nuclear la estabilidad pol¨ªtica espa?ola de los ¨²ltimos 40 a?os. Ahora vuelve ese reto a llamar a su puerta para resolver las cuestiones fundamentales de las pr¨®ximas d¨¦cadas. No es la repetici¨®n del pasado, es concebir y articular la iniciativa pol¨ªtica del futuro. El Gobierno del presidente S¨¢nchez tiene la oportunidad y, muy probablemente, el apoyo mayoritario de la sociedad para desde el liderazgo trazar, como ya ha comenzado a lanzar sus primeros mensajes, la pol¨ªtica que nos saque de este marasmo institucional y superar la crisis sobrevenida.
Esta es la hora del liderazgo
Augusto Delk¨¢der es periodista.
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