La vuelta al cole
A menos de una semana de que m¨¢s de ocho millones de estudiantes comiencen el curso, y casi perdido el anterior, Gobierno y oposici¨®n siguen demostrando sus prioridades, ajenas a las demandas de los ciudadanos
Entre los primeros recuerdos de mi infancia anidan los comentarios de mi abuela sobre la ¡°gripe espa?ola¡±. Hija y esposa de m¨¦dicos, sol¨ªa hacer referencia a ella como si se hubiera desatado por castigo divino, y cuarenta a?os despu¨¦s de extinguida la epidemia lamentaba todav¨ªa los sufrimientos de las v¨ªctimas, varias de las cuales entre sus familiares. Ya expliqu¨¦ que la lectura de los peri¨®dicos de la ¨¦poca demuestra lo poco que ha avanzado la ciencia epidemiol¨®gica en algunos aspectos. Concretamente, en las medidas sociales a implementar como defensa contra la extensi¨®n del virus. Fotograf¨ªas de gente con mascarillas, incitaciones a no salir de casa y a lavarse las manos una y mil veces, im¨¢genes de hospitales de campa?a al estilo del que se improvis¨® en Ifema, son casi id¨¦nticas a las actuales. Solo el atuendo en el vestir denuncia su antig¨¹edad. Pero, al margen otras consideraciones cient¨ªficas, existen diferencias sustanciales: entonces el mundo padec¨ªa la primera Gran Guerra y su poblaci¨®n mundial era seis veces m¨¢s peque?a que ahora. Por ¨²ltimo, no hab¨ªa comenzado la revoluci¨®n tecnol¨®gica que hoy permite el trabajo y el aprendizaje a distancia.
El escenario b¨¦lico propici¨® un apag¨®n informativo sobre la enfermedad, apenas vulnerado por la prensa espa?ola. Eso hizo que lo mismo que la covid-19 recibe el mote de virus chino, la gripe pasara a asumir el apellido hispano. Los funcionarios de turno se apresuraban as¨ª a proteger a sus Gobiernos mediante la invenci¨®n de neologismos y sintagmas que confundieran a la gente. Lo mismo que ahora, que no dudaron en regalarnos, adem¨¢s de la simpleza de la nueva normalidad (ya se ve en qu¨¦ consiste), el ampuloso t¨¦rmino de cogobernanza, todav¨ªa no registrado en el diccionario. Cogobernar sugiere la idea de gobernar con otros, que es lo que hacen los socialistas con Podemos. Pero en este caso se ha querido endilgar el t¨¦rmino al ejercicio de responsabilidades compartidas entre comunidades aut¨®nomas y Moncloa a la hora de hacer frente al temible bicho que tiene al mundo contra la pared. Los primeros resultados ponen de relieve que el palabro en cuesti¨®n esconde una nueva trola.
Pese a la incompetencia y tardanza de la mayor¨ªa de los Gobiernos occidentales, a comenzar por el nuestro, en la lucha contra la pandemia, deber¨ªamos disculparles por el hecho de que se enfrentaron a una cat¨¢strofe para ellos inesperada, aunque no para la comunidad cient¨ªfica. Han pasado meses, sin embargo, y tuvieron tiempo de reflexionar, prepararse para el futuro inmediato, aprender de sus errores, y atender a las necesidades sanitarias, sociales y econ¨®micas de la poblaci¨®n. Tiempo para definir en que consist¨ªa ese neologismo infatuado de cogobernar con el que el presidente S¨¢nchez pretend¨ªa calmar los alterados ¨¢nimos de las autoridades auton¨®micas, m¨¢s celosas de que se respeten sus atribuciones que de ejercerlas con rigor. Y lo han desperdiciado. A menos de una semana de que m¨¢s de ocho millones de estudiantes comiencen el curso, y despu¨¦s de que el anterior lo hayamos dado casi por perdido, Gobierno y oposici¨®n siguen demostrando sus prioridades, ajenas a las demandas de los ciudadanos.
Ante una situaci¨®n tan excepcional como la que vivimos, el presidente deb¨ªa haber llamado desde un principio a todas las fuerzas pol¨ªticas y a los representantes sociales para consensuar protocolos de actuaci¨®n referidos al impacto social de la pandemia en todos los aspectos. Muy especialmente en lo que respecta a la educaci¨®n. Es incre¨ªble que a estas alturas las familias y los docentes confiesen su ignorancia e impotencia respecto a las decisiones a tomar. Es asombroso que, conocedores de la desigualdad en el terreno de la conectividad tecnol¨®gica y la habitabilidad de los hogares, no se haya actuado para tratar de paliarlas y ayudar a los centros a tomar medidas no discriminatorias en funci¨®n de la adscripci¨®n social de las familias. Es absurdo, contraproducente para la formaci¨®n de las nuevas generaciones, que en vez de integrar la ense?anza presencial con el aprendizaje a distancia y el uso de nuevas tecnolog¨ªas se trate de discriminar a estas como enemigas de la socializaci¨®n en la escuela. El resultado es que el colectivo m¨¢s vulnerable de la comunidad, los ni?os, ser¨¢ v¨ªctima, como lo han sido los mayores, de la incompetencia y laxitud del poder.
No hay que repartir culpas por igual. Ante la ausencia del presidente del Gobierno en este debate, endosando a los auton¨®micos el problema, dado que la ense?anza est¨¢ transferida, estos han tomado medidas, independientemente de su acierto, y han informado a la opini¨®n p¨²blica. Pero no hay cogobernanza alguna, ni siquiera coordinaci¨®n, para solucionar un problema nacional de proporciones gigantescas que nuevamente amenaza con aumentar la fragmentaci¨®n social, y a?adir nuevas discriminaciones educativas a las identitarias y ling¨¹¨ªsticas, promoviendo desde la infancia la existencia de ciudadanos de diferentes categor¨ªas.
No es solo ineficiente haber dejado para la v¨ªspera de la apertura de curso este debate. Adem¨¢s pone de relieve la degradaci¨®n moral de la clase pol¨ªtica. No existe partido en el mundo, sea cual sea el r¨¦gimen en el que se inscriba, que no incida en la importancia fundamental de la educaci¨®n para resolver los problemas que afectan al desarrollo de los pueblos. La realizaci¨®n personal de los ciudadanos, el crecimiento econ¨®mico de los pa¨ªses, la lucha contra las desigualdades, el funcionamiento de las instituciones, la innovaci¨®n tecnol¨®gica, el porvenir de la ciencia, el establecimiento de un sistema de valores y el ejercicio de la libertad est¨¢n intr¨ªnsecamente ligados al sistema educativo. En m¨¢s de cuarenta a?os de democracia, nuestros representantes han sido incapaces de llegar a acuerdos que permitan y garanticen un funcionamiento estable y progresivo de la escuela espa?ola. Dos ministros socialistas, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall y ?ngel Gabilondo, estuvieron a punto de conseguirlo, pero rivalidades ideol¨®gicas y luchas por el poder lo frustraron. Desde ese ¨²ltimo intento, hace casi una d¨¦cada, solo ha habido retrocesos.
En ocasi¨®n de la gripe espa?ola se origin¨® id¨¦ntico debate al actual sobre qu¨¦ hacer con el sistema escolar. Grandes ciudades como Nueva York y Chicago decidieron abrir los colegios: estimaron que la salud y el bienestar de muchos ni?os estar¨ªan mejor protegidos en ellos que en sus infraviviendas. Pero en los Estados Unidos la mayor¨ªa cerraron y en cualquier caso el absentismo fue inmenso puesto que muchas familias decidieron no enviar a sus hijos a clase. All¨ª la vuelta al cole ha comenzado ya y las acaloradas discusiones al respecto se mantienen. Todav¨ªa se desconocen muchas cosas sobre este coronavirus y por lo mismo gran parte de los epidemi¨®logos entienden que la mejor manera de contener su expansi¨®n es cerrar los centros. ?Pero se puede sostener durante casi un a?o una medida de ese g¨¦nero, que afecta al mantenimiento del trabajo de los padres y a la convivencia social?
Frente al todo o nada, hoy contamos con herramientas tecnol¨®gicas en cuyo uso los alumnos m¨¢s j¨®venes son m¨¢s expertos, las saben utilizar m¨¢s y mejor, que los propios profesores. Quiz¨¢s ese sea otro de los aspectos del problema. Adem¨¢s, muchos, por no decir casi todos, tienen tel¨¦fonos m¨®viles m¨¢s o menos inteligentes, con los que acostumbran a interactuar y comprender la realidad. Ha habido una tendencia a vedar su uso en los centros escolares. Estoy seguro de que si hace cien a?os los responsables educativos hubieran contado con semejantes utensilios su debate no ser¨ªa sobre c¨®mo prohibirlos en clase, sino de qu¨¦ manera utilizarlos. La ense?anza presencial es b¨¢sica para la formaci¨®n de nuestros j¨®venes. Hay tambi¨¦n una presencia virtual y una socializaci¨®n de ese g¨¦nero que no son desviaciones, sino caminos nuevos por recorrer.
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