Pacto intergeneracional
Se debe actualizar una narrativa sin hostilidad entre el reconocimiento de los ¨¦xitos pasados y la cr¨ªtica a aquellos comportamientos que perjudican la calidad de nuestra democracia actual

Algo no estamos sabiendo hacer bien cuando todo lo que est¨¢ ocurriendo en torno a don Juan Carlos da lugar a debates aparentemente irreconciliables en lo que se refiere a prop¨®sitos, objetivos y enfoques generacionales. De hecho, al margen del reparo en t¨¦rminos de virtud p¨²blica que generan los hechos conocidos hasta la fecha y la sanci¨®n en t¨¦rminos pol¨ªticos y jur¨ªdicos que pudiera exigir, tambi¨¦n hay quienes pretenden conducir la respuesta hacia un cuestionamiento del sistema vigente que, junto al modelo territorial, constituyen las dos paredes maestras sobre las que hasta la fecha se ha asentado nuestra convivencia democr¨¢tica.
La situaci¨®n de don Juan Carlos tiene, en suma, un impacto sobre nuestra realidad pol¨ªtica que va mucho m¨¢s all¨¢ de la persona e, incluso, de la propia Corona. La prueba de ello lo certifica tambi¨¦n la relevancia de quienes protagonizan los debates. Basta recordar aqu¨ª el manifiesto recientemente firmado por personalidades muy relevantes en la construcci¨®n de nuestro pa¨ªs. Se trata, sin duda, de un texto que incide en las bondades de una etapa pol¨ªtica que toda Espa?a ha reconocido de manera generosa y sostenida en el tiempo. Dir¨ªa m¨¢s, el orgullo de todo un pa¨ªs se ha sustentado durante mucho tiempo en la manera en la que se condujo una etapa que permiti¨® transitar hacia la democracia y la reconciliaci¨®n entre espa?oles.
El peligro de estos ejercicios de reconocimiento est¨¢, no obstante, en los excesos. Y creo, honestamente, que corremos un riesgo cierto de haber ca¨ªdo en ¨¦l, pues es excesivo querer convencer a muchos espa?oles de que los ¨²ltimos cuarenta a?os resultan absolutamente impecables. Es excesivo tambi¨¦n apelar al legado hist¨®rico que deja don Juan Carlos para matizar el reparo frente a conductas personales ya conocidas que son inaceptables al menos con los est¨¢ndares democr¨¢ticos de hoy. En este contexto, cobra gran impacto la reciente afirmaci¨®n que I?aki Gabilondo ha realizado sobre el tema en este mismo peri¨®dico: ¡°todo esto ha abierto un cap¨ªtulo de verg¨¹enza que ha degradado a mi generaci¨®n p¨²blicamente. Se ha degradado ¨¦l, nos hemos degradado los que acompa?amos el proceso. Hemos sido desnudados y yo me siento avergonzado¡±. Una afirmaci¨®n que no tiene que ser compartida, pero que invita a la reflexi¨®n.
Todo lo expuesto resulta pertinente para confirmar que el momento actual, no exento de dificultades, resulta ¨®ptimo para que Espa?a invierta esfuerzos en reforzar un pacto intergeneracional seriamente da?ado y que dificulta una comprensi¨®n consensuada de los acontecimientos presentes y de las soluciones futuras. Tal esfuerzo deber¨ªa estar encaminado a actualizar una narrativa sin hostilidad entre el reconocimiento de los ¨¦xitos pasados y la cr¨ªtica a aquellos comportamientos que perjudican la calidad de nuestra democracia actual. Un prop¨®sito, este de reforzar la calidad democr¨¢tica, que fue precisamente el objetivo de aquella generaci¨®n que hizo la transici¨®n y que es, sin duda alguna, el prop¨®sito de la generaci¨®n que en este momento tiene la responsabilidad de gobernar la Espa?a de hoy para que el futuro siga siendo igualmente prometedor.
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