Los 10.000 muertos en Argentina
Deber¨ªa ser una cifra para sacarse el sombrero en se?al de respeto a los fallecidos, para tratar de entender qu¨¦ dice eso de nuestra sociedad y de nuestro pa¨ªs
La Argentina ha traspasado hace algunas horas la barrera de los diez mil muertos ocasionados por el coronavirus. Es una cifra trist¨ªsima porque detr¨¢s de cada uno hay una historia trunca, una familia que sufre, una tragedia. Pero adem¨¢s, si se mira la t¨¦trica tabla de posiciones de los pa¨ªses del mundo, posiciona al pa¨ªs entre los que m¨¢s sufrieron la pandemia: figura en el puesto 16. Eso sugiere que el enfoque argentino, que arranc¨® con uno de los encierros m¨¢s estrictos y prolongados del mundo, fue un fracaso. ?Lo fue realmente?
La cifra de los diez mil muertos debe ser relativizada por dos elementos de contexto. El primero es su relaci¨®n con la poblaci¨®n total del pa¨ªs, o sea, la cantidad de fallecidos por mill¨®n de habitantes. Si se toma ese par¨¢metro, la Argentina ocupa el puesto n¨²mero 30 entre los que m¨¢s sufrieron por el ataque del virus. El segundo elemento de contexto es geogr¨¢fico. El coronavirus no afect¨® a todo el mundo por igual. Solo hizo estragos en Europa Occidental y en Am¨¦rica. O sea: peg¨® fuerte en cuarenta pa¨ªses. En ese contexto, ocupar el puesto n¨²mero treinta no parece un fracaso.
De hecho, la Argentina ha tenido hasta aqu¨ª ¨Cy la expresi¨®n ¡°hasta aqu¨ª¡± es realmente muy relevante en este caso¡ªun desempe?o mejor que el de pa¨ªses europeos mucho m¨¢s organizados y ricos como Suecia, Holanda, B¨¦lgica, Italia, Espa?a, Francia o el Reino Unido, y mucho mejor que el de Brasil, Estados Unidos, M¨¦xico, Colombia, Chile, Ecuador o Per¨².
Entonces pareciera un ¨¦xito, y tampoco es as¨ª. Porque en las ¨²ltimas semanas, la Argentina ha sufrido m¨¢s muertos con relaci¨®n en su poblaci¨®n que la mayor¨ªa de los pa¨ªses mencionados. Si la tendencia contin¨²a, sufrir¨¢ del mismo modo o m¨¢s a¨²n, porque esta es una pelea que a¨²n no termina.
10.000 es una cifra muy tremenda. Hace dos meses, ninguna persona sensata hubiera dudado de que la Argentina era un ejemplo para el mundo. De hecho, as¨ª lo destac¨® la revista Time. Una sociedad sudamericana, subdesarrollada, con un sistema de salud muy fr¨¢gil hab¨ªa tomado una determinaci¨®n muy categ¨®rica para ganar tiempo, protegerse, y fortalecer su sistema de salud.
Por momentos parec¨ªa heroico, y conmovedor. Y tal vez lo fue.
En el medio, los diferentes Estados hab¨ªan conseguido respiradores, barbijos camisolines, camas, y entrenado a cientos de agentes de la salud para tareas a las que no estaban acostumbrados. Se erigieron hospitales m¨®viles, se experiment¨® con inteligencia frente a desaf¨ªos in¨¦ditos, se polemiz¨® con respeto, se logr¨® que llegara comida a los barrios humildes y se transitaron meses angustiantes en un clima de paz social.
Pero no todo dura para siempre.
Y ah¨ª est¨¢n los diez mil muertos como un registro categ¨®rico de eso. Hace un mes eran 5000. Hace un mes y medio menos de 3000. ?Cu¨¢ntos ser¨¢n dentro de un mes?
Y como est¨¢n los diez mil muertos, empezar¨¢n los debates. Quienes odian al Gobierno sostendr¨¢n que todo fue un fracaso, como lo pensaban desde el primer d¨ªa. No se tratar¨¢ de una evaluaci¨®n racional sino de una expresi¨®n de deseos, una conclusi¨®n motivada por tantos a?os de polarizaci¨®n y fanatismo, donde muchas personas no pueden pensar: atacan y defienden a ciegas. Al rev¨¦s, quienes atan su identidad al destino del Gobierno, defender¨¢n sus logros contra viento marea, sin atreverse a mirar sus fallas, sus deslices, sus batallas fr¨ªvolas e incomprensibles en medio de este drama.
Tal vez, como siempre, la verdad est¨¦ lejos de los extremos. La sociedad argentina evit¨® el golpe mientras encontr¨® la manera de protegerse, encerrada en sus casas. Cuando ya no pudo hacerlo, empez¨® a sufrir. Con el resultado puesto, la pelea parece reflejar los l¨ªmites de la voluntad. Muchas veces los seres humanos no definimos nuestro destino. La realidad tiene l¨ªmites infranqueables. Si la ¨²nica soluci¨®n para un problema consiste en encerrarse para siempre, entonces est¨¢ claro que esa soluci¨®n es perecedera, tiene fecha de vencimiento. Y as¨ª ocurri¨®.
?Hab¨ªa maneras alternativas de hacer las cosas? Tal vez. ?Hubiera sido eso mejor para la econom¨ªa o para la salud? Qui¨¦n sabe. ?Se equivoc¨® el Gobierno en su estrategia? Tal vez en algunos aspectos. Seguramente no en otros. Pero, ?hay margen para no equivocarse ante semejante vendaval?
Diez mil deber¨ªa ser una cifra para sacarse el sombrero en se?al de respeto a los fallecidos, para tratar de entender qu¨¦ dice eso de nuestra sociedad y de nuestro pa¨ªs, para valorar los esfuerzos del personal de la salud, que tantos meses despu¨¦s sigue batallando, y deber¨ªa servir como una advertencia terrible, categ¨®rica, inapelable, una confirmaci¨®n de que el virus mata, de que no se trata de agitar fantasmas, de manipular a trav¨¦s del miedo sino de advertir sobre un peligro real.
Los epidemi¨®logos serios saben que no se puede evaluar la estrategia de un pa¨ªs durante una pandemia en tiempo real. Se necesita que todo termine para poder mirar hacia atr¨¢s, sumar, restar, aprender. Los buenos m¨¦dicos saben que ante los casos complejos solo cabe ensayar, errar, corregir, volver a ensayar, volver a errar y volver a corregir, y finalmente esperar que la naturaleza emita su veredicto. Pero tambi¨¦n tienen claro que la mala praxis existe. Hay pa¨ªses muy cercanos a la Argentina que la est¨¢n pasando mucho peor justamente por eso.
Igualmente, ah¨ª est¨¢n los diez mil.
Nada cambia eso.
Lo que la sociedad argentina no pudo evitar.
Las vidas que el virus ya se cobr¨®.
Podr¨ªa haber sido much¨ªsimo peor, claro.
Pero qui¨¦n nos quita el gusto amargo, la angustia, la tristeza, el cansancio y la incertidumbre que no termina.
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