Mil espejos que reflejan su imagen
A quienes nos preocupa Israel, porque pensamos que el milagro que lo cre¨® y lo ha mantenido unido y solidario est¨¢ desapareciendo y para recuperar nuestro reflejo, nos manifestamos contra Netanyahu
Si los israel¨ªes fueran sinceros con sus deseos para el a?o nuevo jud¨ªo, aparte de querer buena salud, por supuesto, estoy seguro de que muchos ¡ªincluidos bastantes partidarios de Netanyahu¡ª se conformar¨ªan con una vida estable, tranquila y segura, sin corrupci¨®n y firmemente sostenida en la legalidad y el orden p¨²blico. Probablemente muchos tambi¨¦n querr¨ªan un primer ministro que no fuera ning¨²n ¡°mago¡±, sino un l¨ªder dedicado a los asuntos de Estado y a hacer todo lo posible para sanar las heridas que lo desgarran.
Eso es lo que yo desear¨ªa para nosotros: una vida dominada por la claridad.
Tambi¨¦n se lo deseo a Benjamin Netanyahu, de un ser humano a otro. A veces me pregunto: ?recordar¨¢ todav¨ªa ese sentimiento? ?Hay alg¨²n ¨¢mbito de su vida en el que no est¨¦ siempre fingiendo? ?En el que sea transparente? ?En el que no tenga ataduras? Llevamos a?os manteni¨¦ndonos al margen mientras casi todo lo que toca se vuelve turbio, atrapado en alg¨²n inter¨¦s oculto y retorcido, con un compartimento secreto. La semana pasada lo observ¨¦ cuando gritaba a prop¨®sito del asesinato de Yakib Abu al Kiyan: ¡°?Los ciudadanos de Israel quieren saber la verdad!¡±. Y yo pens¨¦ en las incisivas palabras del profeta Isa¨ªas: ¡°?Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas, luz; que tienen lo amargo por dulce y lo dulce, por amargo!¡±.
No cabe duda alguna sobre la enorme habilidad de Netanyahu para hablar, declamar y apasionar. Y esta semana, con la firma del tratado con los Emiratos ?rabes Unidos, ha logrado una importante victoria pol¨ªtica que quiz¨¢ transforme la mentalidad de los pa¨ªses de la regi¨®n. ?Pero por qu¨¦ tantos israel¨ªes se sienten extranjeros, exiliados en su propia tierra? ?Por qu¨¦ tantos tenemos una sensaci¨®n constante de ahogo, de no poder respirar? Quiz¨¢ porque nos hemos convertido en eso: unos seres anestesiados, que dependemos de la respiraci¨®n artificial. La materia prima perfecta para todo tipo de manipulaci¨®n, una sustancia moldeable conforme a la especie de dictadura democr¨¢tica que est¨¢ instaurando Netanyahu.
Y por eso el movimiento de protesta contra ¨¦l es tan refrescante, tan prometedor y tan crucial. Porque de pronto hay un mensaje inteligente y l¨²cido, que se deja de rodeos y llega por encima de los repetidos y enga?osos yo, yo, yo que nos han inundado durante a?os. Las protestas nos dan nueva satisfacci¨®n porque, despu¨¦s de a?os de mentiras e hip¨¦rboles, por fin, estamos oyendo verdades. Es cierto que las protestas incluyen muchas facciones y numerosas tendencias. Su direcci¨®n es un animal de m¨²ltiples cabezas que todav¨ªa est¨¢ buscando el rumbo. Pero ah¨ª reside precisamente su fuerza: en su manera, a¨²n torpe, de avanzar, en las energ¨ªas que aportan unas personas que se sienten obligadas a romper el ahogo, en su mezcla de un rugido cada vez m¨¢s fuerte con unos argumentos racionales, eficaces y bien formulados.
Netanyahu acusa a los manifestantes (y a la izquierda, los medios, el fiscal del Estado, la oposici¨®n, y as¨ª sucesivamente) de estar obsesionados, de tener una fijaci¨®n con el eslogan de ¡°cualquiera menos Bibi¡±. Pero la verdad es que es ¨¦l quien se ha convertido en un elemento fijo: un dybbuk (un esp¨ªritu maligno) que tiene todo un pa¨ªs atrapado en sus garras, un pa¨ªs que se ha vuelto impotente y ap¨¢tico ante su corrupci¨®n y su ego¨ªsmo destructivo. Un pa¨ªs que, desde hace a?os, vuelve continuamente a ¨¦l, se ve obligado a obsesionarse con ¨¦l, su familia, sus procesos. Es como si estuvi¨¦ramos rodeados por mil espejos que reflejan su imagen, en los que no nos vemos a nosotros mismos, sino a ¨¦l.
De ah¨ª que, porque nos preocupa este pa¨ªs, porque pensamos que el milagro que lo cre¨® y lo ha mantenido unido y solidario est¨¢ desapareciendo, para recuperar nuestro reflejo, nos manifestamos todas las semanas ante la residencia del primer ministro en la calle Balfour de Jerusal¨¦n y delante de su casa en Ces¨¢rea, adem¨¢s de 315 puentes y encrucijadas de todo Israel. Y seguiremos manifest¨¢ndonos, y seguiremos gritando, y seguiremos dici¨¦ndole: ¡°?Dybbuk, fuera!¡±. Fuera de nuestras vidas, vete y deja que empecemos a reconstruir sobre las ruinas que has dejado detr¨¢s.
Necesitamos desesperadamente recuperarnos del largo periodo en el que hemos perdido la cordura como sociedad. Tenemos que volver a aprender algunas cosas fundamentales a la hora de relacionarnos, tenemos que volver a saber discrepar sin odio, disentir sin malevolencia. Debemos extinguir la hostilidad y la desconfianza que arden en nuestros ojos cuando miramos a hermanos nuestros, carne de nuestra carne, con opiniones distintas de las nuestras. Ser¨¢ un proceso largo y dif¨ªcil, porque la podredumbre ha penetrado en las estructuras m¨¢s rec¨®nditas de Israel. Pero hay algo indudable: no podemos empezar a curarnos mientras Netanyahu contin¨²e en el poder. Su permanencia en el cargo lo hace imposible y condena a Israel a seguir cometiendo cada vez m¨¢s infamias.
El hecho de que se hable de la posible salida de Netanyahu refleja hasta qu¨¦ punto no est¨¢ a la altura de lo que necesitamos: es incapaz de llevar alivio a los sitios en los que m¨¢s lo necesita el pa¨ªs. No sabe hacerlo. Incluso sus m¨¢s ¨ªntimos afirman que nunca escucha a nadie. Que es indiferente y vive en una burbuja en la que solo percibe su propia voz y sus propios intereses. Hacia fuera, puede mostrar ¡ªo fingir de forma convincente¡ª poder, beligerancia, seguridad y una preocupaci¨®n paternalista por sus s¨²bditos. Desde luego, le gusta decir que es ¡°el padre de la naci¨®n¡±. Pero es un padre extraordinariamente manipulador: c¨ªnico, aprovechado y egoc¨¦ntrico.
Por m¨¢s que lo intente, Netanyahu no es capaz de desprender ninguna cualidad sanadora o rejuvenecedora, ninguna compasi¨®n genuina por los israel¨ªes pisoteados, esas personas de cuyo declive es responsable ¨¦l, por acci¨®n y por omisi¨®n. Por eso, la lucha no tiene que ver con ¡°Bibi, s¨ª o no¡±. Tiene que ver con si queremos destrucci¨®n o reconstrucci¨®n. Enfermedad o cura.
Y en esta lucha, cada uno debe decidir d¨®nde se sit¨²a.
Shana Tova [Feliz a?o].
David Grossman es escritor.
Traducci¨®n del ingl¨¦s de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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