Sombr¨ªo 12-O
Espa?a no puede permitirse sumar una crisis institucional a la sanitario-econ¨®mica
La fiesta del 12 de octubre, en la que el jefe del Estado reuni¨® el lunes a los partidos bajo un clima de tensi¨®n pol¨ªtica extrema, fue una celebraci¨®n marcada por la sobriedad que exige la situaci¨®n sanitaria. Aport¨® un aparente alivio en la actual multiplicaci¨®n de las crisis, pero ser¨ªa ingenuo pensar que ello preludia grandes expectativas. M¨¢s bien parece haber sido una breve tregua, un lapso fugaz en la confrontaci¨®n.
Una crisis es grave cuando en ella se superponen otras varias que acaban confluyendo. En el caso de Espa?a, a la sanitaria, que ha revelado la urgente necesidad de reforzar el sistema sanitario p¨²blico para afrontar y sobreponerse al destrozo causado por la pandemia, ha venido a concatenarse otra econ¨®mica de la que solo podremos salir con un dr¨¢stico y eficaz plan de recuperaci¨®n que convoque y a¨²ne a todas las fuerzas pol¨ªticas y agentes sociales. Aunque dif¨ªcil, eso no es imposible si todas las energ¨ªas y recursos se unen para avanzar en una misma direcci¨®n. Pero la creciente crisis institucional oscurece a¨²n m¨¢s un panorama ya de por s¨ª sombr¨ªo.
La actitud del Gobierno de la Comunidad de Madrid en la gesti¨®n de la pandemia supone una grave quiebra de los principios de lealtad institucional. El Gobierno central tiene serias responsabilidades en el fracaso sanitario de Madrid, pero el obstruccionismo de D¨ªaz Ayuso con fines partidistas ha sido una deslealtad pol¨ªtica con un duro coste para la salud de los ciudadanos de Madrid y del resto de Espa?a. Un nuevo pulso institucional, este, que se suma a las iniciativas anticonstitucionales del independentismo catal¨¢n.
Esta peligrosa situaci¨®n coincide con el ataque del socio minoritario del Gobierno de coalici¨®n a la jefatura del Estado, a la que ha acusado recientemente de parcialidad con inaceptable ligereza. Y con la inadecuada gesti¨®n por parte del socio mayoritario de importantes episodios relacionados con ella, con la tard¨ªa e insuficiente explicaci¨®n p¨²blica de la decisi¨®n sobre el viaje del Rey a Catalu?a. Podemos deber¨ªa entender que atacar a las instituciones con ligereza y desde cargos gubernamentales es una p¨¦sima praxis. Pero igualmente es lesiva para la jefatura del Estado, cuya neutralidad est¨¢ recogida constitucionalmente, su instrumentalizaci¨®n para satisfacer un inter¨¦s partidista, como muchos practican desde la oposici¨®n de derechas. Huelgan los patrocinios proteccionistas de la figura del Rey, pues reducen su alcance: el jefe del Estado lo es para todos los ciudadanos y en su calidad de figura que est¨¢ por encima de las luchas partidistas.
La utilizaci¨®n de informes del Departamento de Seguridad Nacional manipulados para culpar al Gobierno de deso¨ªr las alertas sobre la pandemia evidencia que en materia de lealtad institucional la posici¨®n del PP es insatisfactoria. Por otra parte, es evidente que las malas pr¨¢cticas afectan tambi¨¦n a poderes como el Judicial.
Sin embargo, aunque la crisis institucional ya est¨¢ prendiendo de una forma muy grave, es posible revertirla. Los dirigentes p¨²blicos deben interiorizar que Espa?a sufre una doble crisis sanitaria y econ¨®mica de extrema gravedad, y que no puede permitirse otra de ¨ªndole pol¨ªtica. Si el entramado institucional se deteriora, no solo deja de funcionar el Estado, el pilar que sostiene toda la arquitectura de la acci¨®n pol¨ªtica; debilita tambi¨¦n la vida cotidiana de millones de ciudadanos que deben hacer frente a las extraordinarias exigencias de la recuperaci¨®n.
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