Eutanasia
Ya no se habla de encarnizamiento terap¨¦utico, ni de dolor. Se habla de vida y ya est¨¢, la de un ni?o del Sahel al que bastar¨ªan unas gotas de agua para vivir y la de un ni?o de N¨²?ez de Balboa con su cacerola
Siempre hay quien lo supera todo. Rafael Nadal, por ejemplo, ha puesto en 13 el r¨¦cord de victorias en Roland Garros, de modo que es casi seguro que nadie mejorar¨¢ ese registro nunca.
Por poder, puede pasar una barbaridad semejante: como por ejemplo que est¨¦ uno en un hospital p¨²blico y le atienda un equipo que parece seleccionado por Isabel D¨ªaz Ayuso. Un equipo que est¨¦ preparado para amargarle al paciente lo poco o lo mucho que le quede de vida. Aunque la cosa empiece bien, con un notable paso entre las Urgencias y lo que viene despu¨¦s.
Pronto, los afortunadamente pocos sanitarios que piensan que es el paciente el que se debe amoldar a ellos y no al rev¨¦s, inventan una tortura como que un joven cachas le inmovilice mientras el paciente intenta toser para liberar sus castigados pulmones, y la enfermera jefa le hace una expresiva peineta a su muda petici¨®n de ¡°unos golpes en la espalda¡±, con una frase que condensa toda su cient¨ªfica preparaci¨®n: ¡°No tengo yo otra cosa que hacer que daros golpes¡±. El fornido ayudante no suelta su presa y se entretiene: ¡°Te voy a hacer un an¨¢lisis. T¨² decides si son uno o cuatro pinchazos¡±. Y el amenazado decide que es mejor uno. Claro.
El amanecer llega con una reci¨¦n estrenada mansedumbre del paciente, primaverales flautas del Peer Gynt, una nueva y razonable jefa de enfermer¨ªa y un equipo m¨¦dico que hace una esmerada y precisa historia, acompa?ada de un ¡°tiene raz¨®n¡± que sirve de salvoconducto al ocasional prisionero.
Y por alg¨²n lado se cuela la noticia: en un pa¨ªs como Espa?a, donde los votantes pueden tocar ya con los dedos el derecho a decidir sobre la propia muerte, cabe desde ahora la posibilidad de que un grupo de psic¨®patas no pueda apropiarse del final de la vida de nadie para convertirlo en un final ¡°suyo¡±.
El argumento contrario lo sostienen con encono los chicos de D¨ªaz Ayuso, que ahora encabeza Roc¨ªo Monasterio en la Castellana de Madrid: ¡°La dignidad est¨¢ en vivir¡±, dicen.
Ya no se habla de encarnizamiento terap¨¦utico, ni de dolor. Se habla de vida y ya est¨¢, la de un ni?o del Sahel al que bastar¨ªan unas gotas de agua para vivir y la de un ni?o de N¨²?ez de Balboa con su cacerola.
Hay que celebrarlo: todos los espa?oles van a tener derecho a la eutanasia, a la muerte digna.
Incluidos los de la Castellana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.