¡®Borgen¡¯ y el ¡°deber ser¡±
Dinamarca no podr¨ªa ser m¨¢s diferente y distante de Am¨¦rica Latina. Son b¨¢sicamente los contrastes y, acaso, algunas pocas semejanzas lo que explica el ¨¦xito de esta serie en nuestra regi¨®n
?A qu¨¦ se debe el impacto hoy en Am¨¦rica Latina de una serie danesa producida hace diez a?os? Y que trata sobre la pol¨ªtica y los juegos de poder relacionados con una pol¨ªtica en Dinamarca -representada por la extraordinaria actriz danesa Sidse Babett Knudsen- que es elegida primera ministra al comienzo de la serie. Netflix, en estos tiempos de cuarentenas, ha viabilizado la multiplicaci¨®n exponencial de acceso a Borgen, palabra con que all¨¢ se refieren a Christiansborg, sede del despacho del primer ministro.
Aunque al inicio de alg¨²n episodio se menciona que la historia est¨¢ ins...
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?A qu¨¦ se debe el impacto hoy en Am¨¦rica Latina de una serie danesa producida hace diez a?os? Y que trata sobre la pol¨ªtica y los juegos de poder relacionados con una pol¨ªtica en Dinamarca -representada por la extraordinaria actriz danesa Sidse Babett Knudsen- que es elegida primera ministra al comienzo de la serie. Netflix, en estos tiempos de cuarentenas, ha viabilizado la multiplicaci¨®n exponencial de acceso a Borgen, palabra con que all¨¢ se refieren a Christiansborg, sede del despacho del primer ministro.
Aunque al inicio de alg¨²n episodio se menciona que la historia est¨¢ inspirada en acontecimientos pol¨ªticos daneses ocurridos en la d¨¦cada de los noventa, lo que se cuenta es ficci¨®n. La primera temporada ¨Cde las tres- se emiti¨® hace diez a?os y la ¨²ltima es del 2013. No es, pues, el ¡°¨²ltimo grito¡± de las producciones y la historia se refiere a la pol¨ªtica y a personajes de un pa¨ªs lejano y bastante diferente de cualquier pa¨ªs latinoamericano.
Con menos de seis millones de habitantes, una extensi¨®n territorial menor a la de cualquier pa¨ªs latinoamericano (con excepci¨®n de El Salvador) y una monarqu¨ªa constitucional (y democracia parlamentaria) como sistema pol¨ªtico. Que tampoco debe ser idealizada: cada vez reciben menos refugiados y han endurecido mucho sus leyes sobre migraci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de detalles, Dinamarca no podr¨ªa ser m¨¢s diferente y distante de Am¨¦rica Latina. Son b¨¢sicamente los contrastes y, acaso, algunas pocas semejanzas lo que explica el ¨¦xito de esta serie en nuestra regi¨®n. Sin entrar a la trama, para no spoilear, creo que hay cuatro aspectos principales que marcan su ruta.
Primero, en la serie se hace pol¨ªtica. Y ¡°a forro¡±. Con partidos, ideolog¨ªas y estructuras organizativas que expresan todo el espectro ideol¨®gico imaginable; desde la ¡°nueva izquierda¡± hasta la ¡°nueva derecha¡±, pasando por liberales y conservadores. Posiciones que se van expresando en la historia con relaci¨®n en asuntos como el medio ambiente, los impuestos, la inmigraci¨®n, entre otros.
Claro que, si la serie se produjera hoy, probablemente la trama ser¨ªa distinta pues el debilitamiento de las identidades partidarias es un fen¨®meno global que ha impactado hasta en la mod¨¦lica Dinamarca.
Contrasta esto brutalmente, sin duda, con lo que ocurre hoy en muchos de nuestros pa¨ªses latinoamericanos. En los que los partidos pol¨ªticos han dejado pr¨¢cticamente de existir. O, en todo caso, con muy pocas excepciones han sido reducidos a cascarones y membretes circunstanciales que se reactivan formalmente antes de cada elecci¨®n.
En Per¨², por ejemplo, entran a tallar nada menos que 24 ¡°partidos¡± para las elecciones generales del pr¨®ximo abril. Con futuros candidatos presidenciales que se afilian al partido solo para la elecci¨®n y a minutos de cerrarse el plazo para cumplir con esa formalidad, A nadie parece quitar el sue?o tener que explicar eso y cu¨¢l la ideolog¨ªa o programa pol¨ªtico de cada cual.?Por una sencilla raz¨®n: no habr¨ªa c¨®mo.
Segundo, la viva interacci¨®n entre el accionar pol¨ªtico de los principales personajes con su vida personal y familiar. Que permite ver a los/as pol¨ªticos en su condici¨®n terrenal y no desconectados de conflictos familiares, traumas infantiles o pasiones que enredan sus vidas. Una ¡°humanizaci¨®n¡± que en la serie tiene mucho que ver con las valoraciones de la gente sobre quienes hacen pol¨ªtica como opci¨®n de vida.
Me da la impresi¨®n que en esto tambi¨¦n hay un terrible contraste. Lamentable que en muchos casos ¨Cno en todos, felizmente- el desvelamiento de las intimidades sea m¨¢s esc¨¢ndalo fabricado que descubrimiento de verdades. Un tema balad¨ª y accesorio adquiere, de pronto, ensa?amiento, portadas y horas de emisi¨®n. Primero, porque ¡°vende¡±; segundo, porque a quienes detentan los medios, el personaje no les gusta. Todo sin una sola idea de lo que hay que hacer con los temas nacionales.
Tercero, el empoderamiento de la mujer. Que tambi¨¦n contrasta con una regi¨®n en la que si bien se ha avanzado algo en este tema, est¨¢ a¨²n rezagada. Discurre en la serie, como asunto l¨®gico y natural, que una mujer sea elegida primera ministra y que buena parte de los protagonistas de la pol¨ªtica sean tambi¨¦n mujeres. Se presentan, por cierto, amenazas machistas, pero se incluye, en el caso de la primera ministra, por ejemplo, un notable ejercicio de su feminidad, hasta el ¡°reparto¡± de calendarios laborales y de protagonismo con el esposo para que este quede en?stand by?mientras ella ejerce funci¨®n p¨²blica.
Mientras, en un pa¨ªs como el Per¨², por ejemplo, los legisladores convierten en adorno formal las disposiciones sobre ¡°cuotas¡± de candidaturas masculinas y femeninas. Una hip¨®crita ¡°cuota¡± en las candidaturas, pero confirmando un sistema de votaci¨®n preferencial que, en un pa¨ªs aun prevalecientemente machista, borrar¨¢ el d¨ªa de la votaci¨®n con esa mano lo que se escribi¨® con la otra.
Cuarto, el protagonismo decisivo de los medios de comunicaci¨®n y, en el caso de la primera ministra, de su asesor de prensa. El seguimiento de la noticia o los debates televisivos se plantean como un espacio serio en las campa?as electorales o en la explicaci¨®n de ciertas decisiones de pol¨ªtica. Lo interesante, sin embargo, es que los medios de comunicaci¨®n aparecen como un poder relevante, pero, primero, no decisorio, y, segundo, guardando l¨ªmites y sin inventar historias o promover campa?as difamatorias.
No falta, por supuesto, el?Ekspres (el Expreso), invasivo de la intimidad de los pol¨ªticos y a la caza de inescrupulosos golpes sensacionalistas.?Pero, hay que decirlo, sin llegar a ser parte del estercolero difamador que en nuestro medio hoy anima a algunos medios y a muchas redes sociales (que no exist¨ªan, cierto, cuando se produjo la serie).
Puede que en el impacto de la serie se exprese un extendido subconsciente colectivo que busca un deber ser a partir de las im¨¢genes danesas. En el fondo muchos de los que han seguido o est¨¢n siguiendo los treinta episodios desear¨ªan que las cosas por ac¨¢ fueran como en Borgen. Es decir, el ejercicio del poder p¨²blico con programas pol¨ªticos e ideolog¨ªas, respeto de derechos y participaci¨®n de la gente y no con caudillismos de circunstancia y oportunidad.