El sue?o de China
El sistema de valores asentado en la estabilidad sigue siendo la base del deseo de Xi Jinping, solo que convirtiendo esa superioridad en instrumento para hacer de China la potencia llamada a dirigir una nueva globalizaci¨®n
En noviembre de 2017, Donald Trump visit¨® Pekin y el presidente chino Xi Jinping le acompa?¨® en la Ciudad Prohibida. Ante la habitual referencia a la condici¨®n milenaria de China, Trump le objet¨®: ¡°Pero la civilizaci¨®n egipcia fue m¨¢s antigua¡±. La respuesta de Xi zanj¨® el debate: la china es la ¨²nica civilizaci¨®n hoy sobreviviente despu¨¦s de 5.000 a?os.
La afirmaci¨®n de Xi Jinping subraya un hecho capital: la continuidad que caracteriza a la trayectoria hist¨®rica de China ha superado incluso los momentos cr¨ªticos en que pareci¨® desplomarse, como la conquista mongol y la revoluci¨®n comunista de Mao Zedong. La permanencia de las formas de pensamiento fue el indicador m¨¢s claro: Mao se vanaglori¨® de haber eliminado a cientos de sabios confucianos, eso s¨ª en competencia con el primer emperador, y la acusaci¨®n de confuciano fue utilizada en las condenas de sus rivales Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, el de los gatos cazadores. La prohibici¨®n de las obras de Confucio dur¨® hasta fines de siglo, cuando su supervivencia larvada cedi¨® pronto paso a una espectacular recuperaci¨®n.
Confucio es el s¨ªmbolo oficial de la cultura china y su huella se encuentra presente en la definici¨®n de la estrategia que define al presente de la naci¨®n: ¡°el sue?o chino¡±, formulado por su m¨¢ximo dirigente Xi Jinping apenas llegado al poder en 2012. El gesto reproduce el del emperador tras su investidura: ejercer el control de las designaciones, poner el nombre adecuado a las cosas de que depende el buen orden futuro. Xi lo asume y por eso ¡°el sue?o chino¡± no es simple consigna; expresa el contenido de su plan de reforma.
El proyecto de Xi define una convergencia de l¨ªneas de acci¨®n que implicaban un ¡°gran rejuvenecimiento¡± de la concepci¨®n cl¨¢sica. Consist¨ªa esta en un orden arm¨®nico, regulado por una burocracia inerte de funcionarios divinos, ahora gestores comunistas dotados de las competencias t¨¦cnicas que les permiten encauzar la naci¨®n hacia un ilimitado progreso. La China cl¨¢sica era una cosmocracia, regida por el mandato del cielo, y en ello basaba su superioridad sobre los b¨¢rbaros exteriores, apoy¨¢ndose en las ideas de Confucio y de los ¡°legistas¡±. Sus ense?anzas eran la disciplina individual y una total lealtad debida al orden vigente, tanto en leyes como en usos (¡°rituales¡±) perennes.
El sistema de valores asentado en la estabilidad sigue siendo la base del sue?o de Xi Jinping, solo que convirtiendo esa superioridad en instrumento para hacer de China la potencia llamada a dirigir una nueva globalizaci¨®n. Tal concepci¨®n hereda la apuesta de Deng Xiaoping por desarrollar un capitalismo de Estado, donde el partido comunista ejerciera como eficaz gestor sobre una sociedad activa y obediente.
La represi¨®n de Tiananmen sell¨® su imposici¨®n sobre cualquier alternativa pluralista, condenada por vulnerar la inmutabilidad propia del orden chino. Ahora culminar las ¡°cuatro modernizaciones¡± puestas en marcha por Deng, requiere conjurar ¡°los siete peligros¡±, cuyo n¨²cleo es la atracci¨®n ejercida por los valores occidentales.
Hasta ese ¡°documento n? 9¡± presentado por Xi Jinping apenas accede en 2012 al secretariado general del PCCh, incluso los movimientos revolucionarios que subvert¨ªan el legado ideol¨®gico occidental, como el marxismo sovi¨¦tico, remit¨ªan a sus objetivos fundamentales: la emancipaci¨®n del individuo como proletario, la verdadera democracia, una justicia universal. El giro es ahora copernicano. Todo individualismo deviene antisocial. Derechos humanos, democracia pol¨ªtica, sociedad civil, libertad econ¨®mica, libertad de expresi¨®n, niegan o debilitan la forma perfecta de organizaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica sostenida en China por el ejecutor del ¡°rejuvenecido¡± mandato del cielo, el partido comunista. Son ¡°ajenos al sistema socialista con caracter¨ªsticas chinas¡± ya esbozado por Mao, al legado de ¡°la civilizaci¨®n indeleble de China¡±; llevan al caos, y en consecuencia no deben ser respetados. Lo recientemente ocurrido con el status legal de Hong Kong, constituye la mejor muestra de la aplicaci¨®n por Xi Jinping de tal rechazo.
Las claves del ¡°sue?o chino¡±, proclamadas por ¨¦l en 2013, son en primer t¨¦rmino el ideal confuciano de ¡°una sociedad con moderado bienestar¡± y en segundo, un pa¨ªs plenamente modernizado que desde sus enormes recursos lleve a cabo una mutaci¨®n radical en las relaciones de poder mundiales. La envoltura tradicional proporciona la apariencia ben¨¦vola, que recuerda a la declaraci¨®n de amor en un drama confuciano cl¨¢sico, donde todo sentimiento es eliminado y cuenta solo la escalada de beneficios del matrimonio, para la familia y para la convivencia arm¨®nica en la colectividad. As¨ª la proyecci¨®n del poder econ¨®mico chino se justifica, no solo por las propias ventajas al eliminar toda dependencia, sino por ¡°cambiar el paisaje mundial¡± dominado hasta ahora por los pa¨ªses occidentales. Se tratar¨ªa de que las inversiones y el cr¨¦dito chino favoreciesen el desarrollo de los pa¨ªses emergentes. No puede faltar el enlace con el pasado: nace la Nueva Gran Ruta de la Seda.
El colosal esfuerzo de inversi¨®n en obras de comunicaci¨®n y cr¨¦ditos, a nivel mundial, tiene en su haber el cumplimiento de la promesa en el plano tecnol¨®gico, una revoluci¨®n en los transportes, en su debe el ajuste de todos los programas a las conveniencias econ¨®micas y de hegemon¨ªa pol¨ªtica chinas. Es la creaci¨®n de una red articulada de centros de poder, desde el abastecimiento de energ¨ªa y materias primas a la conquista, corrupci¨®n ajena mediante, de privilegios duraderos tras cr¨¦ditos f¨¢ciles pero inexorablemente exigidos. Es el caso del gran puerto en Sri Lanka, impagado y entonces transferido a China por 100 a?os, o de las m¨²ltiples presas hidroel¨¦ctricas en Laos para abastecimiento chino. A veces reacciones democr¨¢ticas (Etiop¨ªa) o nacionalistas (Myanmar) suspenden la depredaci¨®n, que el segundo caso destrozar¨ªa la vida econ¨®mica de la cuenca del Irrawady por presas hidroel¨¦ctricas siempre al servicio de China. Pero la expansi¨®n sigue, ¨²ltimamente sobre el Pac¨ªfico central, hasta las Islas Salom¨®n. El dise?o es mundial y llega a los puertos mediterr¨¢neos, desde el Pireo a Valencia.
Es la vertiente pac¨ªfica de un imperialismo agresivo, econ¨®mico y pol¨ªtico-militar, en que se funden ecos del pasado mao¨ªsta, frente a India, y falsas legitimidades hist¨®ricas, como la soberan¨ªa sobre el mar de la China meridional hasta Filipinas. Nada de derechos, ni libertad mar¨ªtima; solo armas cuentan. En este sentido, el Gobierno moviliza a la opini¨®n con pel¨ªculas de exaltaci¨®n patri¨®tica, actualizaci¨®n de los clich¨¦s nacional-revolucionarios mao¨ªstas. Ejemplo, la exitosa Lobo guerrero 2, de 2017, donde un militar heroico libera a los chinos cercados por mercenarios occidentales durante una misi¨®n asistencial en ?frica. Un v¨ªdeo oficial reciente simula el bombardeo de una base militar americana en la isla de Guam. T¨ªtulo: El dios de la guerra pasa al ataque.
La voluntad de dominio absoluto se vuelca asimismo hacia el interior de China, en un ejercicio ilimitado del chauvinismo han, de la etnia aut¨®ctona, el 92% de la poblaci¨®n, sobre las minor¨ªas, en particular tibetanos y uigures. El dominio y la desnacionalizaci¨®n de T¨ªbet vienen del mao¨ªsmo. El grado de represi¨®n y persecuci¨®n religiosa sobre los uigures, con su asimilaci¨®n forzosa, es responsabilidad de Xi y al ser programada, constituye un genocidio. M¨¢s de un mill¨®n de musulmanes est¨¢n recluidos en centros de ¡°formaci¨®n¡± y las mujeres son objeto de todo tipo de vejaciones. Hay que fundirles como sea en el molde chino. En la ¨®ptica de Xi, los derechos humanos no existen.
El c¨ªrculo se cierra con el establecimiento de un orden totalitario superior a cualquier precedente hist¨®rico. La tradici¨®n mao¨ªsta cuenta. El presidente chino es hijo de un viceministro de Mao y le imita en el prop¨®sito de eliminar p¨²blicamente la m¨¢s m¨ªnima disidencia. Sus colaboradores ensalzan ¡°el pensamiento de Xi Jinping¡± y hacen obligatoria su visi¨®n del pa¨ªs, expuesta en ¡°Estudiar la Gran Naci¨®n¡±, una aplicaci¨®n de m¨®vil que actualiza la vocaci¨®n de pensamiento ¨²nico del viejo Libro rojo mao¨ªsta. Confucio propuso que quien no ejerciera cargos, se abstuviera de hablar del Gobierno, y que la obediencia al padre prefigurara la debida al gobernante. Desde este 2020, la revoluci¨®n tecnol¨®gica hace posible materializar semejante objetivo de obediencia a un Estado de vigilancia universal. Todas las actuaciones del s¨²bdito quedan reflejadas en un expediente de ¡°cr¨¦dito social¡± del cual dependen sus expectativas, profesionales, financieras, de obtener un pasaporte o de no ser detenido. Estar¨¢ conectado con las im¨¢genes de las c¨¢maras instaladas en las calles, y en los visores de la polic¨ªa, propiciando un control permanente. Estamos en el paisaje orwelliano de 1984: ¡°El Gran Hermano te vigila. Sus ojos te siguen all¨ª donde est¨¦s¡±.
Ante esto parece irrelevante un efecto colateral del ¡°sue?o chino¡±: la destrucci¨®n de decenas de especies animales. Lo constat¨¦ personalmente hace dos a?os, siendo testigo de la extinci¨®n de los delfines fluviales chatos del r¨ªo Mekong, por la construcci¨®n de una gran presa china. Todo fuera por el beneficio econ¨®mico, incluida la comercializaci¨®n que afectaba a especies protegidas, caso de los cuernos de rinoceronte o de un bichito llamado pangol¨ªn. ?A qui¨¦n importa si de ah¨ª procede una pesadilla universal?
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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