Carta de Cicer¨®n a mi madre
Me parece tr¨¢gico, tantos siglos despu¨¦s, que la discriminaci¨®n por edad se haya convertido en algo tan cotidiano como opresor
La semana pasada mand¨¦ a mi madre por WhatsApp el chiste del a?o, ¡°25 de diciembre. Zoom, Zoom, Zoom¡± pero no le hizo ninguna gracia: ¡°A mi edad cada a?o significa un a?o menos. A la tuya es todav¨ªa uno m¨¢s¡±, dijo. Yo intent¨¦ consolarla sin ¨¦xito, porque como bien explica Martha Nussbaum, para hablar convincentemente de la vejez, como m¨ªnimo hay que acercarse a ella. Entonces se me ocurri¨® pedir ayuda a Cicer¨®n, viejo colega. Pens¨¦ que el autor de De Senectute, la apolog¨ªa de la vejez escrita hace m¨¢s de 2000 a?os, podr¨ªa consolarla mejor que yo. Como era de esperar, Cicer¨®n no se ha jubilado ni muerto. Y enseguida me hizo llegar esta carta por mail que ya envi¨¦ a mi madre y comparto tambi¨¦n con vosotros, por si fuera de vuestro inter¨¦s.
Querida Esther
Lamento que te haya tocado iniciar la ¨²ltima etapa de tu vida inmersa en un discurso pol¨ªtico y social que desprecia a los mayores. Lamento tambi¨¦n la pandemia aunque te confieso que no parece tan grave cuando llevas dos mil a?os bajo tierra, bien sabes t¨² que todo es cuesti¨®n de perspectiva, por m¨¢s que quienes gobiernen carezcan de ella. Lo que s¨ª me parece tr¨¢gico, tantos siglos despu¨¦s, es que la discriminaci¨®n por edad se haya convertido en algo tan cotidiano como opresor.
Debes saber que no sois la primera generaci¨®n que padece este maltrato. Tambi¨¦n yo pas¨¦ por lo que ahora sientes. ¡°Cuando lo medito en mi interior, encuentro cuatro motivos por los que la vejez puede parecer miserable¡±, escrib¨ª entonces. ¡°La primera, porque aparta de las actividades; la segunda, porque debilita el cuerpo; la tercera, porque priva de casi todos los placeres; la cuarta, porque no est¨¢ lejos de la muerte¡±. Ayer tu hija me cont¨® que la pandemia ha agravado los cuatro motivos. Y que los ancianos est¨¢n siendo aniquilados, no ya tanto por el virus como por una sociedad que los considera in¨²tiles e incapaces, carentes de iniciativa, adem¨¢s de una carga. Una consideraci¨®n que afecta por igual a todos los de tu edad, sin importar las situaciones personales. Por eso te incluye tambi¨¦n a ti, que te sent¨ªas joven cuando empez¨® el confinamiento. Sin embargo, ahora ya te piensas m¨¢s in¨²til y acabada. Debes saber que es el efecto de su manipulaci¨®n, no de tu edad.
Dicen que la Covid ha apartado a¨²n m¨¢s a los mayores de las actividades cuando es una mentira demostrable. Desde luego lo es en tu caso. Me cuenta tu hija que ahora escaneas c¨®digos QR en los restaurantes, que mandas audios por WhatsApp, haces videoconferencias con tus nietas, viajas por YouTube y que hasta te has pasado a la banca digital. TikTok no s¨¦ a¨²n lo que es, pero ya me lo contar¨¢s. Eso no es estar m¨¢s lejos de las actividades. Lo que pasa es que has rejuvenecido. Y los j¨®venes se pasan el d¨ªa pegados al m¨®vil. Esa es su actividad.
En cuanto a que la vejez debilita el cuerpo es un hecho. Pero en una pandemia como la que viv¨ªs, el cuerpo no es lo m¨¢s importante. Si acaso el problema lo tendr¨¢n los j¨®venes que tienen que encerrar el suyo cargado de hormonas en peque?as habitaciones. T¨² lo disfrutaste sin entregar una pizca de belleza o vigor a la enfermedad o al miedo. Es precisamente ahora cuando sirve m¨¢s el amor que el vigor. M¨¢s la experiencia que la fuerza. Los m¨¢s j¨®venes necesitan que est¨¦s a la altura. ¡°A duras penas podr¨ªamos decir que un capit¨¢n de barco es incompetente porque no pueda remar¡±. Dicen que esta frase tambi¨¦n es m¨ªa. Y me encanta.
Luego est¨¢ lo de que los viejos no tenemos placeres, que probrecitos, qu¨¦ pena de vida. Pero di la verdad. Si est¨¢s ah¨ªta de placer. Todas las fiestas, tantos platos en tantos fregaderos como cigarros en ceniceros, tanta m¨²sica, tantas reuniones familiares, tantos nietos tantas veces, tantas risas, tantos bailes. ?Sabes ese momento de la fiesta en que uno se pregunta hasta cu¨¢ndo ser¨¢ obligatorio seguir divirti¨¦ndose? Ese momento solo lo entender¨¢n quienes han acumulado tanto placer como para saber que estar libre de su tiran¨ªa es una forma de felicidad. Y a ti te la han puesto en bandeja, en el mejor momento. Disfr¨²tala sin culpa antes de que los hijos y nietos te llenen la casa de ruido otra Navidad.
Y por ¨²ltimo queda el tema de la muerte, la mentira m¨¢s grande de todas. Que el virus os acerca m¨¢s a ella. Que los viejos sois los peor parados, los m¨¢s fr¨¢giles, los que m¨¢s crudo lo ten¨¦is, los que hay que proteger, los que no pueden ya decidir por s¨ª mismos. ?Qu¨¦ clase de manipulaci¨®n de la voluntad y control del cuerpo es esta! T¨² no lo tienes peor que los m¨¢s j¨®venes ante la muerte, si acaso mejor. Porque mientras ellos esperan vivir m¨¢s que t¨², el hecho es que t¨² has vivido ya m¨¢s que ellos. La covid puede afectar a cualquiera, como toda enfermedad. Nadie es due?o del ma?ana. As¨ª que ni se te ocurra tener miedo, eso d¨¦jaselo a los j¨®venes cuyo futuro es m¨¢s incierto de lo que fue nunca el tuyo. Recuerda que la enfermedad del alma puede hacerte tanto da?o como la del cuerpo, incluso m¨¢s llegados a cierta edad. Porque tu cuerpo ya no es tan valioso mientras que tu esp¨ªritu no conoci¨® momento m¨¢s pleno. Sabes m¨¢s, amas mejor, entiendes m¨¢s. En este momento debes protegerte tanto del virus como de aquellos que intentan convertir tu edad en un problema que no ten¨ªas antes de conocerlos.
Defi¨¦ndete, amiga, porque te atacan. Y dale un beso a tu hija de mi parte. Ten paciencia con ella, a¨²n es demasiado joven.
Nuria Labari es periodista y escritora.
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