El pa¨ªs que nunca ha sido
Biden se presenta como hombre de consenso pero, si gana, la jubilosa noticia es que habr¨¢ perdido Trump. Los dem¨®cratas de todo el mundo depositan hoy sus esperanzas en Kamala Harris, potencial vicepresidenta
Se atribuye al pol¨ªtico galo Pierre Mend¨¨s France la sugerencia de que, siendo EEUU una potencia mundial, los europeos, a quienes afectan seriamente las decisiones de la Casa Blanca, deber¨ªan poder votar en las elecciones americanas. Semejante reflexi¨®n la habr¨ªa hecho en plena efervescencia de la Guerra Fr¨ªa y cuando el poder econ¨®mico y militar americano empe?aba todos sus esfuerzos en la construcci¨®n de su imperio. Mientras tanto, Europa apenas comenzaba a recuperarse de los estragos de la II Guerra Mundial. Verdadera o falsa, la an¨¦cdota responde a la fundada impresi¨®n de que de los resultados de los comicios que ma?ana se celebran depende no solo el futuro de los ciudadanos norteamericanos, sino en gran medida el nuestro. Y lo que se juega hoy en Am¨¦rica es el porvenir de la democracia.
Le¨ª hace semanas las declaraciones de un periodista neoyorquino en las que aseguraba que la democracia americana ha sido desde el principio una democracia imperfecta. Todas lo son en realidad, y est¨¢ bien que lo sean. Una democracia que se considere a s¨ª misma perfecta no ser¨ªa jam¨¢s democr¨¢tica, porque debe aspirar a la gobernaci¨®n de las imperfecciones. Es un r¨¦gimen basado en la diversidad, la discusi¨®n y el debate, siempre amenazados por un uso sectario de las libertades que proclama y protege. La ¨²nica defensa frente a esas asechanzas reside en las instituciones, y en el consenso en torno a las leyes que la constituci¨®n ampara. La fragilidad del sistema es por lo mismo evidente y as¨ª se explica que las democracias reales que hay en el mundo no sean muchas y que merezcan semejante apelativo desde hace apenas un siglo, cuando las mujeres accedieron al derecho al voto.
La polarizaci¨®n ideol¨®gica, las desigualdades econ¨®micas casi abismales, la confrontaci¨®n racista y la apelaci¨®n al discurso del odio componen mayormente el escenario en el que se han de celebrar las elecciones de ma?ana. Trump ha alimentado esas tendencias con su nacionalismo primario, su jerga demag¨®gica y su dominio del reality show. Pero ¨¦l no es tanto la causa de esa deriva antidemocr¨¢tica, sino m¨¢s bien la consecuencia. Cuenta con una s¨®lida base electoral que aglutina entre un 30% y un 40% de la poblaci¨®n, a la que se dirige con intuici¨®n y desparpajo para gritarles lo que quieren o¨ªr: ¡°Hagamos grande Am¨¦rica de nuevo¡±.
El eslogan responde a la percepci¨®n de que la primac¨ªa mundial estadounidense est¨¢ en entredicho y su imperio se tambalea. Ya no es la primera potencia mundial: no lo es en tecnolog¨ªa y est¨¢ a punto de perder el liderazgo econ¨®mico. Le queda no obstante su inmenso poder¨ªo militar con cerca de ochocientas bases en m¨¢s de sesenta pa¨ªses del extranjero, pese a lo cual sufri¨® un formidable descalabro en Vietnam; Afganist¨¢n e Irak son tambi¨¦n ejemplo de que las victorias en la guerra no garantizan siempre el dominio en tiempos de paz. La recuperaci¨®n del prestigio, y de la capacidad productiva y de distribuci¨®n de bienes frente al gigante chino, es una prioridad no solo del partido republicano, sino tambi¨¦n del dem¨®crata. La guerra comercial con Pek¨ªn, desatada por Trump, se mantendr¨¢ por eso latente a¨²n en el caso de la victoria de Biden, y marcar¨¢ el devenir de lo que comienza a perfilarse como una nueva Guerra Fr¨ªa entre EEUU y el pa¨ªs m¨¢s poblado de la tierra, que emerge ya como el gran protagonista del siglo XXI.
Es de esperar que si ganan los dem¨®cratas, como generalmente se predice y personalmente deseo, haya un retorno al multilateralismo; un regreso al Pacto de Par¨ªs sobre el cambio clim¨¢tico y a la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Los problemas globales que enfrentamos necesitan soluciones globales: desde la pandemia y el calentamiento global hasta los movimientos migratorios, las desigualdades econ¨®micas y el envejecimiento de la poblaci¨®n en muchos pa¨ªses desarrollados, cuando pronto tendremos 8.000 millones de habitantes sobre la Tierra. Pero el nacionalismo no es solo una enfermedad europea ni tampoco una se?a de identidad exclusiva del Partido Republicano. Desde Jefferson hasta nuestros d¨ªas la consideraci¨®n del ¡°destino manifiesto¡± de EEUU como promotor de las libertades en pa¨ªses sojuzgados o colonizados ha justificado intelectual y an¨ªmicamente las intervenciones militares en el exterior.
En el imaginario colectivo hay tres hitos fundamentales en la historia americana: la guerra de la Independencia contra los ingleses, la guerra de Secesi¨®n, y la victoria contra el nazismo en la II Guerra Mundial.Esta ¨²ltima opac¨® el programa del New Deal de Roosevelt, primer intento de crear algo parecido a un Estado del bienestar en un pa¨ªs construido en gran medida por el desarrollo del capitalismo salvaje. JF Kennedy trat¨® de rescatarle con su eslogan de la Nueva Frontera (New Frontier) y Obama reclam¨® su herencia cuando implement¨® programas sociales como el Obama Care, de servicios sanitarios, hoy amenazado por las pol¨ªticas de Trump. Pero ninguno de esos tres grandes presidentes dem¨®cratas renunci¨® al intervencionismo en las m¨¢s variadas de sus formas cuando vio amenazado el inter¨¦s, la influencia o la seguridad del pa¨ªs. De forma parad¨®jica, el todav¨ªa hoy presidente se presenta a la reelecci¨®n sin haber declarado ninguna guerra o guerrita en alg¨²n lugar del mundo, a fin de galvanizar el sentimiento de superioridad de su pueblo. Al parecer, su histrionismo y su demagogia le bastan y le sobran para ello.
De modo que, gane quien gane ma?ana, es improbable que la deriva actual de EE UU, o el sentimiento popular respecto al declive de su influencia en el mundo, experimenten un cambio radical en el corto plazo. Si es Biden quien vence tendr¨¢ que enfrentar en el interior un estado de guerra civil larvada, alimentada por el racismo, que encabezan minor¨ªas militarizadas, la desigualdad econ¨®mica, el desastre de la pandemia, y las expresiones de odio que el propio Trump protagoniza. En pol¨ªtica internacional, las promesas de rescatar el multilateralismo chocar¨¢n contra el desorden que la globalizaci¨®n y el miedo a sus efectos han generado en los pa¨ªses aliados, mientras China ejerce un padrinazgo cada vez m¨¢s evidente en el continente africano y Am¨¦rica del Sur. No le ser¨¢ dif¨ªcil restablecer el equilibrio con Europa, pero habr¨¢ de contar con los l¨ªmites que Mosc¨² imponga, dispuesto como est¨¢ Putin a impedir que las fronteras de su propio y destartalado imperio se acerquen demasiado a la capital, caso de que Ucrania y Bielorrusia cayeran en la ¨®rbita de los pa¨ªses democr¨¢ticos. Un nuevo actor, cada d¨ªa m¨¢s arisco, es tambi¨¦n la Turqu¨ªa de Erdogan, aspirante a encabezar la protesta isl¨¢mica contra lo que considera el lenguaje de las nuevas Cruzadas, pero todav¨ªa aliado de la OTAN con un ej¨¦rcito de proporciones casi descomunales.
En semejantes circunstancias es lamentable que ninguno de los dos grandes partidos en liza hayan sido capaces de presentar mejores candidatos, m¨¢s acordes en su imagen y en sus prop¨®sitos con los tiempos que vivimos. El dem¨®crata se presenta como un hombre de consenso, capaz de restablecer el di¨¢logo y buscar la armon¨ªa, pero todav¨ªa no ha descrito a las claras las l¨ªneas rojas que no est¨¢ dispuesto a traspasar y, lo que es peor, no consigue emocionar a sus propios seguidores con el sue?o americano. El republicano es el payaso que ya conocemos y que ha destrozado la convivencia y convertido el sue?o en pesadilla. En definitiva, si triunfa Biden la verdadera y jubilosa noticia ser¨¢ que ha perdido el otro. Quiz¨¢ tengamos que esperar d¨ªas, y hasta semanas, para saberlo habida cuenta del tortuoso sistema electoral y las amenazas de Trump de denunciar un fraude si pierde. Por ello los dem¨®cratas de todo el mundo depositan hoy sus esperanzas en Kamala Harris, la potencial vicepresidenta, quiz¨¢ destinada a suceder en el cargo a quien encabeza el ticket. Mientras aguardamos los resultados vale la pena entonar la plegaria del gran poeta negro Langston Hughes: ¡°Dejad que Am¨¦rica sea Am¨¦rica de nuevo/ el pa¨ªs que nunca ha sido todav¨ªa y que todav¨ªa debe ser¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.