Estamos tristes, abuelo
Hace 25 a?os Isaac Rabin fue asesinado
Ma?ana hace 25 a?os que la Historia volvi¨® a dar uno de sus habitualmente inesperados giros. La acci¨®n de un individuo cambi¨® su curso y dej¨® el dolor en una familia, el desconcierto en mucha gente y la tan in¨²til pregunta que comienza por ¡°Y si¡¡± flotando en el ambiente. Un interrogante cada vez m¨¢s difuminado con el paso del tiempo como el humo que sale del ca?¨®n de una pistola. La pistola de la que, en este caso, salieron los dos tiros que acabaron con la vida de Isaac Rabin, entonces primer ministro de Israel, quien contra viento y marea estaba defendiendo un proyecto de entendimiento con los palestinos conocido como los Acuerdos de Oslo, que han pasado a estar archivados en la biblioteca de la Historia en la secci¨®n de lo que pudo haber sido y no fue.
Hay quien dice que una muerte tr¨¢gica tiende a engrandecer. Resalta virtudes (a veces las inventa) y pasa por alto los defectos. Se tienden a interpretar las acciones del fallecido desde la perspectiva de su muerte, lo cual es un error, porque en general uno no sabe cu¨¢ndo ni c¨®mo va a morir. Y, lo que es peor, tambi¨¦n se interpretan sus intenciones sin que el aludido tenga, obviamente, la oportunidad de decir cosas como ¡°precisamente eso ni se me hab¨ªa pasado por la imaginaci¨®n¡±.
Rabin fue un general. Y no uno cualquiera, sino uno muy bueno. De esos que conducen a la victoria a unos soldados que respetan m¨¢s que a los galones a quien los lleva. Bajo su mando, el Ej¨¦rcito de Israel gan¨® la guerra de los Seis D¨ªas y extendi¨® su control sobre Cisjordania, el Sina¨ª, los Altos del Gol¨¢n y ¡ªlo m¨¢s importante para Israel¡ª Jerusal¨¦n Este. Vistiendo el uniforme, Rabin fue un h¨¦roe en su pa¨ªs.
Cuando colg¨® las botas, se dedic¨® a la pol¨ªtica y lo hizo desde la izquierda. Resulta curioso que se identifique siempre a los militares con un pensamiento muy conservador en lo pol¨ªtico, cuando no necesariamente es as¨ª. Y no son menos curiosas las reticencias que levantan los militares que dejan el uniforme y se pasan a la pol¨ªtica, y no tanto, por ejemplo, los empresarios que entran en pol¨ªtica sin terminar de dejar sus negocios. Abundan los ejemplos.
Rabin pens¨® que ganar la guerra no era el ¨²ltimo paso, sino que era preciso consolidar la paz. Los Acuerdos de Oslo tal vez fueran una magistral idea o una utop¨ªa irrealizable y f¨²til. Ya da lo mismo. Pero dejan la lecci¨®n de que, al igual que la guerra, la paz tambi¨¦n puede costar la vida.
Hubo muchos que celebraron el asesinato de Rabin. Jud¨ªos, ¨¢rabes y cristianos. Pero tambi¨¦n hubo muchos que se sintieron desamparados. Shlomo Artzi tiene una alegre canci¨®n ¡ªAferrados¡ª que es un himno a la vida. En ella cita la muerte ¡°de nuestro padre Isaac¡±. Orfandad. Quiz¨¢ fue un visionario determinado o tal vez un pol¨ªtico equivocado. O simplemente, un hombre. Un cuarto de siglo despu¨¦s siguen resonando las palabras de Noa, su nieta, en el entierro: ¡°Sentimos tanto fr¨ªo y tristeza...¡±.
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