El yihadismo, desaf¨ªo social
La respuesta a la amenaza pasa por encuadrarla en un conflicto que sit¨²a a la tolerancia frente a la intolerancia y en evitar que los extremistas nos dividan en funci¨®n de antecedentes culturales o religiosos
Acaba de ocurrir en Austria al igual que pocos d¨ªas antes ocurri¨® en Francia y del mismo modo que seguir¨¢ ocurriendo durante bastante tiempo a¨²n, en forma de sucesivos incidentes epis¨®dicos, en otros pa¨ªses europeos. En t¨¦rminos de amenaza terrorista, Francia no es un caso idiosincr¨¢tico por las caricaturas del Profeta publicadas en Charlie Hebdo, por sus intervenciones militares en el exterior contra bases de organizaciones yihadistas, o por los pronunciamientos laicistas del presidente Emmanuel Macron. No es un caso al que mirar, desde Espa?a por ejemplo, como si los m¨¢s recientes actos de terrorismo yihadista en un suburbio de Par¨ªs y en Niza fuesen expresiones de un problema meramente franc¨¦s. No lo son.
A la inversa, tampoco cabe tanta extra?eza de que las calles de Viena, capital de un pa¨ªs aparentemente tranquilo, hayan sido escenario de un atentado yihadista. En realidad, lo sorprendente es que sea el primero, despu¨¦s de distintas tentativas previas desbaratadas a tiempo por los servicios antiterroristas nacionales. El pasado a?o, no en vano, solo Francia, el Reino Unido y Espa?a superaron a Austria, entre los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, en n¨²mero de detenidos por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista. En ese mismo ¨¢mbito comunitario, ¨²nicamente B¨¦lgica se sit¨²a por encima de Austria en n¨²mero de combatientes terroristas extranjeros por cada mill¨®n de habitantes que desde 2012 hasta 2017 partieron hacia Siria e Irak.
A lo largo de esos seis a?os, tras desatarse la guerra en Siria, se produjo un ciclo de movilizaci¨®n yihadista sin precedentes que afect¨® en especial a una docena de pa¨ªses de Europa Occidental. Aunque los niveles de radicalizaci¨®n violenta y de reclutamiento terrorista variaron sensiblemente de unos pa¨ªses a otros, decenas de miles de j¨®venes musulmanes europeos, o residentes en Europa Occidental, adoptaron una visi¨®n fundamentalista y belicosa del credo isl¨¢mico. Una parte de ellos, cerca de 6.000, viajaron a zonas de conflicto para unirse a organizaciones yihadistas en Siria e Irak, tanto a las relacionadas con Al Qaeda como, sobre todo, al Estado Isl¨¢mico. Otra parte, incluidos individuos frustrados por no haberse podido desplazar, permaneci¨® en suelo europeo.
Pese al declive, acentuado desde 2018, de aquel ciclo de movilizaci¨®n, el volumen de individuos radicalizados durante el mismo y que est¨¢n dentro de Europa Occidental, no pocos ya excarcelados tras cumplir condenas de relativa corta duraci¨®n por delitos de terrorismo yihadista, supone un potencial de amenaza que no puede ser erradicada a corto o medio plazo y va a persistir en estado de latencia, con manifestaciones peri¨®dicas. El eventual retorno sin control de algunos combatientes terroristas extranjeros y la siempre posible penetraci¨®n por diferentes v¨ªas, desde Oriente Medio o el norte de ?frica, de yihadistas decididos a atentar en territorio europeo, se a?aden a la amenaza. Esta puede adoptar varias modalidades, desde los atentados cometidos por actores solitarios y con armas blancas a los ejecutados en grupo y combinando armas de fuego con explosivos.
Pero el terrorismo yihadista, adem¨¢s de ser una amenaza a la seguridad, constituye hoy, m¨¢s que nunca, un desaf¨ªo a la cohesi¨®n interna de las sociedades europeas. Para luchar adecuadamente contra el yihadismo como amenaza a la seguridad, el Estado de derecho que es inherente a nuestras democracias liberales cuenta, en lo fundamental, con leyes, instituciones judiciales, agencias policiales, servicios de inteligencia, centros penitenciarios y cooperaci¨®n internacional. Para responder debidamente al yihadismo en tanto que desaf¨ªo a la cohesi¨®n social, la ciudadan¨ªa y las entidades de la sociedad civil necesitan disponer de ideas suficientemente claras y compartidas sobre qu¨¦ pretenden los terroristas, cu¨¢les son las creencias a que apelan y d¨®nde hallan entornos permisivos.
M¨¢s all¨¢ de matar, herir y destruir para infundir terror entre quienes han terminado por definir como enemigos de Al¨¢ y por tanto sus enemigos, los yihadistas buscan socavar las sociedades occidentales en general y las europeas en particular. Su estrategia pasa por enmarcar la violencia que practican en una supuesta guerra de Occidente contra el islam y consiste en acrecentar la fractura entre musulmanes y no musulmanes que, en t¨¦rminos generales, con mayor o menor intensidad, existe dentro de aquellas. Nuestra respuesta social ha de pasar por encuadrar esa violencia en un conflicto que sit¨²a a la tolerancia frente a la intolerancia y debe consistir en evitar que los extremistas nos polaricen y dividan en funci¨®n de antecedentes culturales o religiosos.
Muchos llamar¨ªan a esto crear una contranarrativa, pero, en realidad, la contranarrativa es la que tratan de imponer los yihadistas. A nosotros debe bastarnos, en primer lugar, con saber distinguir entre islam e islamismo; y, en segundo lugar, con discernir entre conciudadanos musulmanes leales a los principios y procedimientos democr¨¢ticos y quienes, present¨¢ndose igualmente como musulmanes, se valen de las oportunidades que ofrecen las sociedades abiertas pero consideran y predican que la democracia es pecado. Esto ¨²ltimo pese a la aparente paradoja de vivir bajo un orden constitucional, cosa que resuelven doctrinalmente aludiendo a una suerte de pacto por el cual no deben manifestarse en favor del terrorismo yihadista en pa¨ªses donde habitan protegidos y asistidos, aun si lo glorifican en otros lugares.
El islam es una religi¨®n. En el islam como religi¨®n existen distintas escuelas y tradiciones, algunas fundamentalistas y excluyentes incluso respecto a los musulmanes que no observan los postulados rigoristas que tratan de imponer sino otros inclusivos. El islamismo no es una religi¨®n, sino una ideolog¨ªa pol¨ªtica. Adem¨¢s, una ideolog¨ªa pol¨ªtica de cariz antipluralista y divisivo. Entre los islamistas se encuentran los salafistas, fundamentalistas isl¨¢micos m¨¢s o menos tradicionalistas, m¨¢s o menos politizados, m¨¢s o menos violentos. Quienes de alguna manera est¨¢n implicados en el terrorismo yihadista, por cierto una violencia practicada contra no musulmanes y contra musulmanes a quienes los extremistas niegan la condici¨®n de tales, son salafistas que han optado por la versi¨®n m¨¢s belicosa de su doctrina.
Cuando los yihadistas atentan en los pa¨ªses europeos, los islamistas en general y los salafistas en particular favorecen que se ampl¨ªe la brecha entre musulmanes y no musulmanes. Gracias a sus habilidades como emprendedores organizativos, al apoyo material por parte de Gobiernos o donantes extranjeros de su misma orientaci¨®n, y benefici¨¢ndose en ocasiones de amenazas que inhiben a los musulmanes que no son islamistas ni salafistas de asumir el liderazgo de las congregaciones y otras responsabilidades p¨²blicas, los islamistas en general y los salafistas en particular se apropian de la religi¨®n y ejercen una influencia desmedida en las asociaciones que, en los pa¨ªses de Europa Occidental, deber¨ªan articular los intereses de la poblaci¨®n musulmana.
Islamistas en general y salafistas en particular inducen a que confundamos islam con islamismo para acusar de islam¨®fobos a quienes critican el islamismo, cuando lo que produce islamofobia e incrementa la distancia entre musulmanes y no musulmanes, quebrando cada vez m¨¢s la cohesi¨®n social, es no hacer esa distinci¨®n. Mientras, los yihadistas nos infunden o tratan de infundirnos terror.
Fernando Reinares es director del Programa sobre Radicalizaci¨®n Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, catedr¨¢tico en la Universidad Rey Juan Carlos y adjunct professor en la Universidad de Georgetown.
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