La l¨ªnea roja
Ahora llega el reto m¨¢ximo. Porque no hay mecanismo m¨¢s necesario para un proceso democr¨¢tico que el respeto de los contendientes por un resultado electoral
A las 2.30 de la madrugada electoral en Washington, el presidente de Estados Unidos comparec¨ªa ante el mundo para decirle que no aceptaba los resultados de una elecci¨®n en la que los votos todav¨ªa se estaban contando. Que ¨¦l, Donald Trump, se consideraba como ganador de facto en Estados clave cuyos resultados no conoc¨ªan ni los propios organizadores de las elecciones, ni las personas que estaban encargadas de sumar sufragios.
Nos avis¨® de que iba a hacerlo. Dijo y repiti¨® durante la campa?a que no ten¨ªa intenci¨®n de conceder si perd¨ªa, porque asum¨ªa (sin prueba alguna) que si acababa pasando era porque hab¨ªa fraude. Es decir: si las cosas no sal¨ªan como ¨¦l quer¨ªa, es que por definici¨®n algo andaba mal. Esta quintaesencia del capricho autoritario ni siquiera se esper¨® a tener resultados firmes. Hab¨ªa una raz¨®n para la prisa: la oportunidad. En ese instante, en Estados clave, el recuento se decantaba de su lado. Era un espejismo, claro, porque justamente las papeletas que faltaban ven¨ªan por voto anticipado, m¨¢s probablemente dem¨®crata. El propio Trump se hab¨ªa encargado de abonar el terreno durante toda la campa?a, insistiendo en un supuesto riesgo de enga?o masivo en el voto por correo del que no hay indicio alguno. Al hacerlo, estaba marcando este m¨¦todo como propio del rival, poni¨¦ndole una se?al, y preparando su argumento para el momento en el que sab¨ªa que iba a soltar la bomba: la noche electoral, en mitad de un conteo apretado.
La corta carrera pol¨ªtica de Trump puede entenderse como una progresiva prueba de carga sobre la democracia estadounidense. Toca una instituci¨®n, la tensa, y mira hasta d¨®nde aguanta para cumplir sus deseos por encima de los dem¨¢s. Luego otra, y otra, y otra m¨¢s. Pero de todas las instituciones que ha ido testando, la m¨¢s importante para ponerle l¨ªmites es tambi¨¦n la que le ha permitido m¨¢s espacio de maniobra: el Partido Republicano.
D¨ªa tras d¨ªa, desaf¨ªo tras desaf¨ªo, esc¨¢ndalo tras esc¨¢ndalo, los republicanos (con algunas honrosas excepciones que han terminado casi siempre fuera de la formaci¨®n) han garantizado el desaf¨ªo autoritario de Donald Trump, apalancado en la polarizaci¨®n. Pero ahora llega el reto m¨¢ximo. Porque no hay mecanismo m¨¢s necesario para un proceso democr¨¢tico que el respeto de los contendientes por un resultado electoral. Esperemos que esto s¨ª constituya, al fin, una l¨ªnea roja. @jorgegalindo
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