La deriva turca
El cambio en la Casa Blanca puede ayudar a frenar la escalada autoritaria de Erdogan tras el reprobable golpe de 2016
La justicia turca dict¨® el jueves una sentencia de enorme relevancia en la historia reciente del pa¨ªs. Un tribunal conden¨® a cadena perpetua a 333 militares y cuatro civiles por su papel en el golpe de Estado de julio de 2016 en Turqu¨ªa, en el que murieron al menos 250 personas ¡ªen su mayor¨ªa civiles y polic¨ªas fieles al Gobierno¡ª y fue bombardeado el Parlamento y atacado sin ¨¦xito el palacio presidencial. Otras 70 personas fueron absueltas en el proceso m¨¢s destacado de los muchos que juzgan aquella condenable sublevaci¨®n, atribuida a la secta pol¨ªtico-religiosa de Fethullah G¨¹len.
El l¨ªder turco, Recep Tayyip Erdogan, la defini¨® como ¡°un regalo de Dios¡±. Signific¨® ciertamente una quiebra en la historia de Turqu¨ªa, que abri¨® la espita de una deriva acelerada hacia un r¨¦gimen abiertamente autoritario. Unas 250.000 personas fueron detenidas, 26.000 de las cuales permanecen todav¨ªa encarceladas. Cerca de 126.000 funcionarios fueron despedidos de la Administraci¨®n p¨²blica, sobre todo de la Polic¨ªa, el Ej¨¦rcito y la judicatura, pero tambi¨¦n del sistema escolar. Otros han sufrido represalias en el sector privado, tambi¨¦n en los medios de comunicaci¨®n. La represi¨®n contra los golpistas se extendi¨® a toda la oposici¨®n, y de forma destacada al Partido Democr¨¢tico de los Pueblos y a su dirigente Selahattin Demirtas, encarcelado desde hace cuatro a?os a pesar de la sentencia adversa del tribunal de derechos humanos de Estrasburgo sobre la prisi¨®n preventiva.
El golpe de 2016 signific¨® el enfrentamiento final entre G¨¹len y Erdogan, estrechos aliados desde antes de la llegada del ¨²ltimo al poder en 2003. Muchos son los interrogantes sin esclarecer sobre la naturaleza y las responsabilidades del inaceptable golpe, pero no ofrece dudas la evoluci¨®n autoritaria del r¨¦gimen, su estrecho control de la justicia y la p¨¦rdida de libertades civiles. En ese escenario, resulta esencial la m¨¢xima vigilancia de las instituciones internacionales ante la evoluci¨®n de un pa¨ªs que es socio de la Alianza Atl¨¢ntica y todav¨ªa candidato a la Uni¨®n Europea, al menos sobre el papel. Algunos factores se conjuran para lograr que la presi¨®n externa surta mejor efecto. Por un lado el cambio de Administraci¨®n en Estados Unidos, con la salida de un Trump complaciente con los dirigentes autoritarios y la llegada de un Biden mucho m¨¢s comprometido con los valores democr¨¢ticos. En segundo lugar, las dificultades econ¨®micas que atraviesa Turqu¨ªa complican la posici¨®n de Erdogan, que acaba de renovar la direcci¨®n econ¨®mica de su Gobierno y del banco central. El dirigente busca en paralelo gestos que mejoren la p¨¦sima imagen del pa¨ªs y atraigan inversiones extranjeras. Habr¨¢ que presionar al m¨¢ximo para que los cambios no sean cosm¨¦ticos, sino sustanciales, empezando por la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos y el fin de cientos de procesos penales de clara ¨ªndole pol¨ªtica.
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