Educaci¨®n

Entiendo bien a la tal se?ora Lastra. Felipe Gonz¨¢lez ha de callarse o quiz¨¢s incluso mejor morirse. En la sociedad ideal que planean Iglesias y S¨¢nchez un hombre de 78 a?os no tiene otro deber que morir. Alguien que ha cumplido una funci¨®n hist¨®rica, que lleg¨® al poder por aclamaci¨®n, alguien con estudios y experiencia internacional, es el zumbido de un mosquito en la siesta de un Gobierno inerme, con escaso conocimiento del mundo, sin otra experiencia que husmear el rastro de los zapatos por las moquetas y sin inter¨¦s por nada que no sea su beneficio inmediato.

El jefe de ventas de La Moncloa ha ordenado que a la gente de esa edad hay que aplaudirla, s¨ª, aplaudirles mucho, pero solo cuando est¨¢n agonizando en hospitales y residencias gracias a la pericia de un ministro de Sanidad que viene de la filosof¨ªa catalana. Casi con seguridad los agonizantes son gente que sabe cosas como la capital de Islandia, el autor de La monta?a m¨¢gica o el c¨¢lculo integral. Son conocimientos que escandalizan al actual Gobierno y deben ser combatidos. La se?ora Cela¨¢ est¨¢ logrando acabar con los suspensos, no fuera a ser que el Gobierno tuviera una tonelada de los mismos. As¨ª que, con toda autoridad, puede presentar a la se?ora Lastra como un modelo para el futuro educativo de Espa?a: no tiene estudios y ha vivido en los pasillos del partido pasando curso sin necesidad de aprobar absolutamente nada. Abundemos, pues, con Lastra: c¨¢llense los viejos que no entienden el mundo actual. Paso a la juventud.

Me asalta una duda. En realidad, quien afea su edad a Gonz¨¢lez, con ese delirio de Peter Pan que afecta al Gobierno, es una mujer talluda. ?Debemos confiar m¨¢s en una cuarentona indocta que en un sabio setent¨®n? Y sobre todo ?por qu¨¦?