Guerras arcaicas
Sin duda, la reapertura de la guerra de religi¨®n obedece a una estrategia deliberada del Gobierno S¨¢nchez. Pero no est¨¢ claro cu¨¢les son sus objetivos
Vuelven las guerras de religi¨®n. Como si no tuvi¨¦ramos bastante con la politizaci¨®n de la pandemia, la clase pol¨ªtica se las ingenia para abrir nuevas guerras culturales por las que culpar a los rivales de ser la causa de todo mal. Y ahora toca reabrir el conflicto Iglesia-Estado, que vuelve a ser causa de confrontaci¨®n con un doble casus belli: la ense?anza concertada, que se dice agredida por la ley Cel¨¢a; y la eutanasia, anatema para el dogma cat¨®lico, cuya ley ha sido por fin aprobada por iniciativa ¡®socialcomunista¡¯. Todo para esc¨¢ndalo de Vox: el partido del nacional-catolicismo q...
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Vuelven las guerras de religi¨®n. Como si no tuvi¨¦ramos bastante con la politizaci¨®n de la pandemia, la clase pol¨ªtica se las ingenia para abrir nuevas guerras culturales por las que culpar a los rivales de ser la causa de todo mal. Y ahora toca reabrir el conflicto Iglesia-Estado, que vuelve a ser causa de confrontaci¨®n con un doble casus belli: la ense?anza concertada, que se dice agredida por la ley Cel¨¢a; y la eutanasia, anatema para el dogma cat¨®lico, cuya ley ha sido por fin aprobada por iniciativa ¡®socialcomunista¡¯. Todo para esc¨¢ndalo de Vox: el partido del nacional-catolicismo que hace suya la lucha contra la ¡®ideolog¨ªa de g¨¦nero¡¯ reprobada por el episcopado.
Sin duda, la reapertura de la guerra de religi¨®n obedece a una estrategia deliberada del gobierno S¨¢nchez. Pero no est¨¢ claro cu¨¢les son sus objetivos, si profundizar en la polarizaci¨®n derecha-izquierda, para echar a Cs y PP en brazos de Vox como pretende Iglesias, lo que se ha logrado con la ley Cel¨¢a; o por el contrario surfear con la geometr¨ªa variable para tratar de atraerse a Cs, como le conviene a S¨¢nchez y se ha conseguido con la ley de eutanasia. Pero poco importa su intenci¨®n ¨²ltima, pues lo que m¨¢s cuenta es la voluntad de abrir nuevos ejes de conflicto, por si tuvi¨¦ramos pocos con los que ya les enfrentan.
En un c¨¦lebre texto de 1967, Lipset y Rokkan fijaron en cuatro los ¡®clivajes¡¯ o ejes de conflicto que articulan las divisiones pol¨ªticas de una democracia. El primero fue el eje ¡®centro-periferia¡¯, el segundo el eje ¡®Iglesia-Estado¡¯, el tercero el eje ¡®rural-urbano¡¯ y el cuarto el eje ¡®obreros-patronos¡¯. Este ¨²ltimo es el eje econ¨®mico que ha predominado sobre los dem¨¢s desde hace m¨¢s de un siglo, enfrentando a izquierda y derecha. Pero tras el triunfo de la globalizaci¨®n, y su consiguiente proceso de desclasamiento, hoy el eje material entre la clase obrera y la clase propietaria se ha difuminado, siendo sustituido por otros ejes de conflicto, algunos arcaicos como los dos primeros, territorial y religioso, y otros postmaterialistas, como los conflictos identitarios, multiculturales y de g¨¦nero.
Es lo que ocurre en Espa?a, donde ya no existe apenas conflicto econ¨®mico entre izquierda y derecha, pues ambos bloques gobiernan con los mismos presupuestos que aplican directrices impuestas por el directorio europeo de Frankfurt y Bruselas, y por eso el antagonismo electoral se juega en otros campos de lucha cultural. Pero a diferencia de los vecinos europeos, cuyas guerras culturales se centran en la segregaci¨®n de refugiados e inmigrantes, entre nosotros se produce una arcaica regresi¨®n hacia guerras antimon¨¢rquicas, secesionistas y religiosas. Se debe a la existencia en Espa?a de una doble red de ense?anza p¨²blica y privada, cuya muy elevada proporci¨®n, especialmente alta en Euskadi, Navarra y Catalu?a, s¨®lo es superada en la OCDE por el caso belga: otro Estado imposible con fragmentaci¨®n de partidos en trance de ineluctable divisi¨®n territorial.