S¨ªmbolos y raspas de pescado
Antes de considerar algunas instituciones una antigualla conviene ver todas las razones de su existencia
Si no hubiera sido por toda la pol¨¦mica organizada ¡ªorganizada por Donald Trump¡ª en torno a las elecciones, el recuento, la proclamaci¨®n de resultados y lo que vendr¨¢, las reuniones de ayer del Colegio Electoral estadounidense hubieran pasado pr¨¢cticamente desapercibidas. Una ceremonia curiosa y simp¨¢tica, una reliquia del pasado, un anacronismo prescindible o un detalle con el que enriquecer ¡ªo rellenar, que de todo hay¡ª las cr¨®nicas electorales un poco como se explican los cuartos antes de las doce campanadas de Nochevieja: ¡°Hay que recordar que en estas elecciones no se elige directamente al presidente, sino a un colegio electoral que...¡± Vamos, que hay quien lo considera un tr¨¢mite simb¨®lico. Y como nos hemos zambullido en un modo de pensar en el que lo simb¨®lico es un engorro desechable puede parecer que en condiciones normales aquello no tiene valor. Pues no.
Al presidente de EE UU lo elige mucha gente, s¨ª, pero quienes lo designan en ¨²ltima instancia son los Estados y por eso los votantes de cada Estado eligen a unos representantes que con su voto deciden quien ocupar¨¢ la Casa Blanca. ?Y por qu¨¦ los Estados y no el voto popular en su totalidad? Esto ¨²ltimo puede parecer m¨¢s justo, m¨¢s representativo de la voluntad popular y adem¨¢s se ahorrar¨ªan las ¨²ltimas interminables noches electorales donde lo ¨²nico que se saca en claro es que el condado de Erie est¨¢ en Pensilvania y el de Maricopa en Arizona.
Sin entrar en detalles, hay un par de razones de fondo que, como se dan por supuestas, hay veces que se olvidan. Las democracias no solo deben cumplir los deseos de las mayor¨ªas, sino tambi¨¦n respetar a las minor¨ªas e incluirlas en el proyecto com¨²n. Si la elecci¨®n se decidiera por votos totales los vecinos de Wyoming, Alaska o Vermont no tardar¨ªan en llegar a la ¡ªacertada¡ª conclusi¨®n de que no pintan nada. Cierto es que ahora pintan poco, pero del poco a la nada va un largo trecho. Y una vez que una comunidad, por peque?a que sea, interioriza el ninguneo, todo lo que viene a continuaci¨®n son problemas. Gobernar no consiste solo en escuchar a los individuos sino tambi¨¦n a comunidades y estas se agrupan en torno a cualquier cosa, incluido el queso, como puso certeramente de ejemplo en un momento de desesperaci¨®n Charles de Gaulle. Y no es una excentricidad estadounidense. No es necesario salir de la zona de confinamiento sanitario hispano para encontrarse esta pugna entre el voto popular y su representaci¨®n.
Pero otra raz¨®n poco citada para mantener el Colegio Electoral es su simbolismo. Es un engarce entre el pasado del pa¨ªs y el futuro que escribir¨¢ el nuevo presidente. La cr¨ªtica a un s¨ªmbolo por el continente es simplona y falaz, porque lo que le da valor a un s¨ªmbolo es el contenido. Sin este, todo son raspas de pescado: una bandera es un trapo; una asamblea, un grupo como cualquier otro y una instituci¨®n, un pu?ado de privilegios. Claro que los s¨ªmbolos responden a una tradici¨®n. Otra palabra castigada al rinc¨®n de pensar. La democracia tiene sus s¨ªmbolos y hay que dejarlos estar.
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