La violencia en la Transici¨®n
Todav¨ªa nos aferramos a interpretaciones simplistas de un periodo tan importante en nuestra historia. La sangre que corri¨® no fue un producto del proceso de cambio, sino de quienes se opon¨ªan al mismo
Pese a que contamos con una amplia bibliograf¨ªa sobre la violencia pol¨ªtica durante la Transici¨®n, sus conclusiones apenas han trascendido del ¨¢mbito acad¨¦mico. En general, todav¨ªa nos aferramos a interpretaciones simplistas y poco documentadas. Por un lado, un relato en el que se resaltan el protagonismo de las ¨¦lites y las luces del proceso de democratizaci¨®n mientras se minimizan sombras como las del terrorismo y la actuaci¨®n de algunos altos funcionarios y de una parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Esta imagen de una Transici¨®n pac¨ªfica y mod¨¦lica ha sido utilizada como una especie de mito fundacional de la monarqu¨ªa parlamentaria. Otra narrativa oculta el papel desestabilizador de bandas terroristas como ETA y los GRAPO para acentuar la violencia de un sector de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), supuestamente orquestada (o amparada) por el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez, al cual tambi¨¦n se responsabiliza del terrorismo ultraderechista y parapolicial. Con el mito de la Transici¨®n sangrienta se pretende desmentir que hubiera un cambio real: la dictadura habr¨ªa prevalecido en el subsuelo, por lo que jam¨¢s hemos disfrutado de una aut¨¦ntica democracia. En definitiva, por en¨¦sima vez, nuestra historia es percibida como una anomal¨ªa.
Adjetivos como ¡°pac¨ªfica¡± o ¡°sangrienta¡± no califican tanto a la Transici¨®n como a las intenciones de quienes los emplean. Aunque contengan una dosis de verdad, ambas versiones est¨¢n distorsionadas por los prejuicios ideol¨®gicos y los intereses partidistas. Tal vez valgan para el debate pol¨ªtico o las tertulias televisivas, pero no nos ayudan a conocer mejor el pasado.
En la obra 1980. El terrorismo contra la Transici¨®n, que he coordinado con Mar¨ªa Jim¨¦nez, se indica que desde 1976 a 1982 (ambos a?os incluidos) los atentados causaron 498 v¨ªctimas mortales y 450 heridos. Las diferentes ramas de ETA acabaron con la vida de 340 personas (el 68% del total) y ocasionaron lesiones a otras 305. En la clasificaci¨®n les siguieron el terrorismo de extrema izquierda, como los GRAPO, con 73 asesinatos (15%); el de ultraderecha y parapolicial, como la Triple A o el Batall¨®n Vasco-Espa?ol, con 62 (12%); el de organizaciones palestinas y armenias, con ocho (2%); y el del independentismo catal¨¢n y canario, con cuatro (0,8%).
El terrorismo fue la principal fuente de violencia, pero no la ¨²nica. En su tesis doctoral El mito de la transici¨®n pac¨ªfica Sophie Baby atribuye 178 fallecimientos a la acci¨®n de agentes de la ley. Hubo 32 v¨ªctimas mortales en manifestaciones, siete a consecuencia de torturas y 139 en incidentes policiales, aunque entre estos ¨²ltimos abundan los casos cuyo cariz pol¨ªtico es m¨¢s que discutible: accidentes, negligencias, actos en defensa propia ante delincuentes comunes, etc¨¦tera.
Sea como fuere, los datos son incontestables: los de la Transici¨®n espa?ola fueron ¡°a?os de plomo¡±. ?Cabe hablar, por tanto, de una Transici¨®n sangrienta? ?Si la comparamos con qu¨¦ exactamente? ?Con otras etapas de nuestra historia o con sucesos similares en otros pa¨ªses? Empezaremos por esto ¨²ltimo. Al ampliar el foco a escala internacional confirmamos que durante la segunda mitad del siglo XX numerosas dictaduras desaparecieron de manera relativamente incruenta. No obstante, s¨ª se registraron altos ¨ªndices de violencia en pa¨ªses como Per¨², Ruman¨ªa o Yugoslavia, cuya desintegraci¨®n arroj¨® un saldo de 140.000 v¨ªctimas mortales. Ya en el siglo XXI la primavera ¨¢rabe ha venido acompa?ada de terrorismo y guerras civiles. Baste pensar en Siria, Libia o Yemen. Por supuesto, no hay que olvidar que tambi¨¦n hubo pasos atr¨¢s, golpes de Estado y dictaduras que se perpetuaron ahogando en sangre al incipiente movimiento civil a favor de las reformas, como ocurri¨® en la masacre de la plaza de Tiananmen (Pek¨ªn) en junio de 1989.
Adem¨¢s, no hay leyes universales en la historia: algunas dictaduras que cayeron pac¨ªficamente dieron paso a democracias fallidas o reg¨ªmenes autoritarios; otras que lo hicieron con tr¨¢gicas perturbaciones han acabado transform¨¢ndose en democracias plenas. La existencia de violencia pol¨ªtica no es prueba suficiente de la escasa viabilidad o calidad de una democracia. Valga como ejemplo nuestra anterior experiencia parlamentaria, la II Rep¨²blica. En Cifras cruentas Eduardo Gonz¨¢lez Calleja calcula que entre abril de 1931 y julio de 1936 la violencia de distinto signo arrebat¨® la vida a 2.629 seres humanos en Espa?a. Es un n¨²mero muy superior al de las v¨ªctimas mortales que hubo durante la Transici¨®n que, sin embargo, fue un periodo m¨¢s largo y en el que el pa¨ªs contaba con una poblaci¨®n mayor. Ahora bien, ser¨ªa injusto hablar de una Rep¨²blica sangrienta. Entre otras cosas porque la paramilitarizaci¨®n de la pol¨ªtica y el auge de los movimientos totalitarios no fue un fen¨®meno espa?ol, sino que afect¨® a gran parte de la Europa de entreguerras.
De igual modo, para entender la violencia que asol¨® la Transici¨®n es indispensable tener en cuenta el contexto en el que se desarroll¨®. En los ¨²ltimos a?os sesenta hab¨ªa comenzado lo que David C. Rapoport denomin¨® la tercera oleada internacional de terrorismo, cuyo culmen se alcanzar¨ªa entre finales de la d¨¦cada de los setenta y principios de la de los ochenta. De acuerdo con la Global Terrorism Database, entre 1970 y 1989 organizaciones de extrema izquierda, ultraderechistas y nacionalistas radicales asesinaron a 75.310 personas e hirieron a otras 56.932 en todo el planeta. Los pa¨ªses m¨¢s afectados fueron El Salvador (11.258 v¨ªctimas mortales), Nicaragua (10.449), Per¨² (8.917), Colombia (6.305), Sri Lanka (5.786), Guatemala (4.879), Filipinas (3.291), India (3.131), Reino Unido (2.841) y L¨ªbano (2.801).
Espa?a se sit¨²a en la decimocuarta posici¨®n de la tabla de la GTD: en las d¨¦cadas de los setenta y ochenta los terroristas perpetraron 851 asesinatos. No parece casualidad que la mayor¨ªa de estos cr¨ªmenes, 498, sucediesen en los siete a?os que van de 1976 a 1982. Siguiendo a Juan Avil¨¦s, la violencia pol¨ªtica que se sufri¨® en la Transici¨®n espa?ola es achacable, entre otros factores, a la tormenta perfecta que provoc¨® el cruce entre el proceso de democratizaci¨®n y el punto ¨¢lgido de la tercera oleada internacional de terrorismo: el momento de mayor debilidad del Estado de derecho coincidi¨® con el de mayor vigor de los enemigos de la democracia.
La violencia no fue producto de la Transici¨®n, sino de quienes se opon¨ªan a ella: algunos guardias y polic¨ªas nost¨¢lgicos de ¡°gatillo f¨¢cil¡± y, sobre todo, bandas terroristas que buscaban una involuci¨®n, una revoluci¨®n o la secesi¨®n de un territorio, entre las que descoll¨® ETA. Pese a su embate combinado, al que se sumaron las tramas golpistas que culminaron en el 23-F, la ciudadan¨ªa y sus representantes consiguieron que el joven sistema parlamentario sobreviviese y se consolidase. Seg¨²n los indicadores internacionales, hoy Espa?a goza de una democracia plena y estable. Todo un hito.
Gaizka Fern¨¢ndez Soldevilla es responsable de Archivo, Investigaci¨®n y Documentaci¨®n del Centro Memorial de las V¨ªctimas del Terrorismo.
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