Una hoja de ruta para la era covid
El virus amenaza la cohesi¨®n social a la vez que la salud. Hay que cuidar ambas
La pandemia est¨¢ golpeando de forma severa a millones de personas en todo el mundo. Pero impacta tambi¨¦n con igual vehemencia a las fuerzas que conforman las sociedades contempor¨¢neas. Los procesos de digitalizaci¨®n de la econom¨ªa y de la vida social se aceleran; la globalizaci¨®n y sus l¨ªneas de suministros se alteran; el papel del Estado se redefine; la lucha contra el cambio clim¨¢tico se reconfigura, por ejemplo, con los inesperados fondos disponibles en la UE como parte de la respuesta a la crisis, la desigualdad corre el riesgo de dispararse. Naturalmente, estas circunstancias est¨¢n en un segundo plano ante la prioridad absoluta: la protecci¨®n de la salud de las personas. Y, en este sentido, las vacunas se despliegan como una promesa de salvaci¨®n. Pero la inmunizaci¨®n al virus no detendr¨¢ de por s¨ª todas las alteraciones en los procesos socioecon¨®micos, que tambi¨¦n tienen un grave impacto. Los efectos de la pandemia sobrevivir¨¢n a la crisis sanitaria.
El elemento m¨¢s inquietante de todos estos desarrollos es el riesgo de un grave incremento de la desigualdad. Esta condici¨®n por encima de otras ¡ªla sensaci¨®n de amplias capas de las sociedades occidentales de haber salido perdiendo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, subyugadas por las ¨¦lites y abandonadas por la pol¨ªtica¡ª es la que ha provocado las grandes desestabilizaciones del ¨²ltimo quinquenio, desde el Brexit al trumpismo. Ahora, distintos factores amenazan con exacerbar esa desigualdad. Las clases desfavorecidas son las m¨¢s expuestas al virus al estar empleadas por lo general en actividades de car¨¢cter presencial o al tener peores condiciones habitacionales; son m¨¢s expuestas tambi¨¦n a las turbulencias del mercado laboral o a la disrupci¨®n de los servicios educativos; en paralelo, son las menos capacitadas para adaptarse a la digitalizaci¨®n del trabajo.
Las democracias liberales deben entender y asumir que desatender esta lacra representar¨ªa no solo una inaceptable injusticia desde el punto de vista moral, sino tambi¨¦n la alimentaci¨®n de una bomba de relojer¨ªa con potencial desestabilizador. Es a la vez justa y pragm¨¢tica una vigorosa intervenci¨®n para compensar esos desequilibrios, disolver ese malestar, hacer sentir a esa parte preocupada y desafecta de la sociedad que no es v¨ªctima del cambio, sino parte de ¨¦l ¡ªy que en ¨¦l hay una promesa para cada cual¡ª. Una promesa de oportunidad, de ascensor social, de premio al esfuerzo, al m¨¦rito, a la honradez.
La cohesi¨®n social no es solo moralmente deseable; es el puntal de las democracias liberales animadas por un capitalismo decente. Por ello, este peri¨®dico ha respaldado iniciativas como el ingreso m¨ªnimo vital o s¨®lidos esquemas de ERTE. En cuanto haya remitido lo peor de la tormenta econ¨®mica, por tanto, resultar¨¢ oportuno reanudar la senda ascendente del salario m¨ªnimo y elevar moderadamente la recaudaci¨®n fiscal para acercar a Espa?a a la media europea. Es preciso sostener mejores servicios p¨²blicos que defiendan esa cohesi¨®n social, con la educaci¨®n en lugar destacado.
El papel del Estado tiene en esta etapa una importancia extraordinaria. Adem¨¢s de sostener a los desfavorecidos, debe apoyar al sector privado en una crisis de causas ex¨®genas. Este ¨²ltimo es el gran generador de prosperidad y deben propiciarse las condiciones para que as¨ª sea. Pero algo ha fallado por el lado de la redistribuci¨®n y de la garant¨ªa de oportunidades para todos. Est¨¢ en el inter¨¦s del sector privado facilitar la reducci¨®n de la precarizaci¨®n. La apuesta por la construcci¨®n del Estado de bienestar en el siglo pasado puede inspirar el camino. En Europa, algunos lo construyeron por convicci¨®n; otros, por miedo al avance del comunismo. En cualquier caso, gener¨® un ciclo virtuoso de prosperidad y adhesi¨®n. Ese camino debe reanudarse, para sintonizarlo al tiempo moderno. Para adecuarlo a la era covid, que no terminar¨¢ con la inyecci¨®n de la ¨²ltima dosis de vacuna. Lo contrario es sembrar el terreno para cataclismos pol¨ªticos peores que Trump o el Brexit.
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