Nuestra Universidad
La reforma est¨¢ en marcha. La ense?anza superior debe estar financiada con dinero p¨²blico, promover la investigaci¨®n y hacerlo dentro de los valores de justicia, igualdad y diversidad de nuestro tiempo
La suya, la m¨ªa, la de todos, porque ese es el significado de la universitas scholarium, esa instituci¨®n casi milenaria, en cuya importancia todos concuerdan y a la que pocos ayudan en la pr¨¢ctica. En la ¨²ltima d¨¦cada el financiamiento de las universidades p¨²blicas espa?olas descendi¨® en un 21%, las tasas aumentaron en algunas comunidades m¨¢s del 30%, el abandono escolar se increment¨® y el empleo de miles de profesores e investigadores se precariz¨®. Mientras, aprovechando la crisis de lo p¨²blico, algunos intentaron sacar tajada. Se acab¨®. El Gobierno del que formo parte, junto con las comunidades aut¨®nomas, estamos revirtiendo estos procesos, ahora que tenemos, por fin, unos presupuestos expansivos que nos permiten aumentar un 70% el gasto en educaci¨®n y un 80% en investigaci¨®n.
Pero no solo es cuesti¨®n de gastar, hay que saber para qu¨¦. Y por eso hemos definido un modelo de Universidad hacia cuya realizaci¨®n van orientados nuestros esfuerzos. Empezando por la afirmaci¨®n sin ambages de la Universidad p¨²blica, que alberga la gran mayor¨ªa de estudiantes, como pilar de nuestro sistema, en concordancia con el contexto europeo. Sin que ello represente menoscabo a las privadas de calidad cuya contribuci¨®n es indispensable para amplios sectores del alumnado.
Nuestro modelo prioriza a los estudiantes. Aunque sin investigaci¨®n no hay Universidad, la raz¨®n de ser de la Universidad siempre han sido, son y ser¨¢n los estudiantes. Lo cual implica proporcionar becas suficientes como derecho subjetivo para que cualquier persona que cumpla requisitos de admisi¨®n pueda hacer estudios universitarios cualesquiera que sean sus recursos. Quiere decir una reducci¨®n gradual de los precios p¨²blicos tendiendo hacia la gratuidad. ?Por qu¨¦ puede haber sanidad p¨²blica gratuita y educaci¨®n obligatoria gratuita y no as¨ª educaci¨®n superior en los mismos t¨¦rminos? Teniendo en cuenta que hoy d¨ªa un empleo de calidad depende en buena medida de una formaci¨®n universitaria. Claro que para cumplir ese objetivo las universidades p¨²blicas tendr¨¢n que ser financiadas por fondos p¨²blicos y no por las familias. Prioridad a los estudiantes implica no solo un menor coste para ellas, sino una ense?anza de calidad. Lo cual pasa por la formaci¨®n del profesorado, por terminar con la precarizaci¨®n de su empleo y por su promoci¨®n poniendo ¨¦nfasis en la evaluaci¨®n de su docencia, en concomitancia con la evaluaci¨®n de su investigaci¨®n.
La investigaci¨®n, la mayor parte de la cual se realiza en las universidades, tiene que ser impulsada, tanto con ayudas a la misma y a la participaci¨®n en programas de investigaci¨®n como mediante la inserci¨®n de nuestros profesionales en redes europeas y en programas de movilidad nacional e internacional. En un momento en que se est¨¢n alcanzando nuevas fronteras del conocimiento, hay que hacer un esfuerzo especial para aprovechar el potencial de nuestros j¨®venes investigadores, muchos de los cuales emigran descorazonados por la falta de perspectivas. Para ello, pondremos en pr¨¢ctica un ambicioso programa de ayudas posdoctorales que financiar¨¢ estancias plurianuales de investigaci¨®n en Espa?a y en el extranjero para cientos de j¨®venes doctores. Al mismo tiempo, reforzaremos los programas de atracci¨®n de talento cient¨ªfico internacional que contribuya a que nuestras universidades participen en las redes de investigaci¨®n m¨¢s avanzadas. Porque la investigaci¨®n actual no existe fuera de la pertenencia a esas redes globales de intercambio. La colaboraci¨®n entre las universidades, los organismos p¨²blicos de investigaci¨®n y las empresas incrementar¨¢ la creatividad y productividad del conjunto del sistema.
La producci¨®n de conocimiento en la Universidad debe articularse con las necesidades econ¨®micas y sociales de su entorno territorial y del pa¨ªs en su conjunto, en colaboraci¨®n con las Administraciones, con las empresas, con la sociedad civil y con los agentes sociales. Habr¨¢ que dise?ar programas de ense?anza que, dentro del m¨¢s estricto control de la calidad acad¨¦mica, tengan la empleabilidad de sus graduados como un objetivo fundamental.
Ahora bien, el relanzamiento cuantitativo y cualitativo de la actividad universitaria tiene que ser gestionado por las propias universidades, en ejercicio de su autonom¨ªa plena, principio constitucional y rasgo definitorio de la Universidad en todo el mundo. Las comunidades aut¨®nomas deben asumir sus competencias de pol¨ªtica universitaria y el Estado debe garantizar la cobertura normativa y presupuestaria del conjunto del sistema, respetando el car¨¢cter no finalista de las transferencias. En ¨²ltimo t¨¦rmino, sin embargo, es cada universidad la que debe gestionar sus recursos y dise?ar sus ense?anzas y programas de investigaci¨®n, incorporando nuevas metodolog¨ªas pedag¨®gicas y adapt¨¢ndose a la transformaci¨®n tecnol¨®gica, en el marco de una digitalizaci¨®n generalizada cuya utilidad se ha hecho patente durante la pandemia. Sin olvidar que la ense?anza presencial debe seguir siendo la norma, porque siglos de experiencia as¨ª lo aconsejan.
Afirmar la autonom¨ªa de la Universidad no se refiere tan solo a sus ¨®rganos de gobierno, sino al conjunto de la comunidad universitaria, estudiantes, personal administrativo y de servicios, docentes e investigadores. La universitas scholarium es una instituci¨®n participativa y democr¨¢tica, en cuya gesti¨®n se involucra el conjunto de sus miembros. Pero tambi¨¦n es una organizaci¨®n compleja que debe ser capaz de reaccionar con un sistema de decisi¨®n ¨¢gil y ejecutivo a los r¨¢pidos cambios de la sociedad.
Y, desde luego, la Universidad es y debe ser una instituci¨®n comprometida con los grandes desaf¨ªos de nuestro tiempo, la justicia social, la defensa de la igualdad y la diversidad y la lucha contra todas las discriminaciones, empezando por defender la igualdad de g¨¦nero y orientaci¨®n sexual. Afirmando adem¨¢s la identidad cultural propia del territorio del que emana, en di¨¢logo con la cultura universal. Asumiendo un protagonismo en la transici¨®n ecol¨®gica en la que estamos inmersos y en la batalla decisiva contra el cambio clim¨¢tico. Los recintos universitarios deben ser modelos de sostenibilidad, vivida como experiencia y no solo en t¨¦rminos acad¨¦micos.
En fin, la pandemia nos ha recordado que la salud es la base de la vida. En consonancia con este principio, las universidades no solo deber¨¢n enfatizar m¨¢s que nunca la ense?anza y la investigaci¨®n en ciencias de la salud, sino que deber¨ªan integrar en sus planes de estudio pr¨¢cticas de salud cotidiana, haciendo del deporte y de la educaci¨®n f¨ªsica actividades transversales en todos los estudios. Bellas palabras, principios que invitan al consenso. Pero el escepticismo al que nos hemos acostumbrado tras tantos intentos fallidos de reforma tal vez desvirt¨²e su inter¨¦s por este texto. Le propongo un trato. Vaya contando leyes, normas, inversiones, programas, proyectos, as¨ª como su efecto sobre nuestras universidades. Empiece ya porque va con retraso. Y de aqu¨ª a un tiempo hablamos. La reforma de la Universidad est¨¢ en marcha.
Manuel Castells es ministro de Universidades.
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