Los cuatro tornillos de la revoluci¨®n
Una novela de Juan Gabriel V¨¢squez reconstruye de la mano de la familia de Sergio Cabrera el gran af¨¢n del siglo XX
En su ¨²ltima novela, Volver la vista atr¨¢s, Juan Gabriel V¨¢squez escribe: ¡°No, la historia no era una aplanadora en Am¨¦rica Latina: era un lanzallamas, y segu¨ªa incendiando el continente como si el operario hubiera enloquecido y nadie hubiera tenido el coraje de detenerlo¡±. En otro momento, y para levantar acta del esp¨ªritu que gobernaba aquellos a?os fren¨¦ticos, apunta refiri¨¦ndose a un personaje: ¡°Le hab¨ªa tocado una ¨¦poca en que todo el mundo, en todas partes, por todos los medios, ten¨ªa un solo objetivo: hacer la revoluci¨®n. Qu¨¦ suerte era estar vivo¡±. Ocurri¨® el siglo pasado, con una intensidad mucho mayor tras la entrada triunfal de Fidel Castro y los suyos en La Habana el 1 de enero de 1959, pero ese af¨¢n formaba parte de la atm¨®sfera que se respiraba en los sitios m¨¢s diversos durante la Guerra Fr¨ªa.
Lo que hace Juan Gabriel V¨¢squez es bajar de aquella abstracci¨®n, de aquel concepto ¡ªo, si se prefiere, de aquel sue?o¡ª, al barro de cada d¨ªa y reconstruir los episodios y las circunstancias, los esfuerzos y las renuncias, la cadena de afectos y el bombardeo de consignas, el recuerdo de los pesares y sacrificios, las lecturas y las conversaciones y los desencuentros y las traiciones a los que fue obligando aquel camino, el camino de la revoluci¨®n. Lo hace siguiendo las peripecias de la familia del director de cine colombiano Sergio Cabrera. Su abuelo y su t¨ªo abuelo defendieron la Rep¨²blica durante la guerra civil espa?ola, su padre era un ni?o entonces pero aprendi¨® a distinguir al enemigo con claridad, as¨ª que salieron al exilio llevando encima el sabor amargo de la derrota pero intacta la querencia de seguir batallando para que los cosas mejoraran. Terminaron en Colombia y la vida los fue llevando por derroteros imprevisibles, ya saben, y un d¨ªa se encontraron Sergio y su hermana y sus padres instalados en Pek¨ªn, poco antes de que estallara en 1966 la Revoluci¨®n Cultural. El plan era que los muchachos se quitaran de encima el veneno peque?oburgu¨¦s que llevaban dentro y se prepararan para servir de verdad al pueblo.
Eso obligaba a una rigurosa educaci¨®n, con adoctrinamiento militar incluido. Sergio andaba entonces en los 16 a?os, su hermana Marianella ten¨ªa unos 14. Aquella muchacha escribi¨® en el diario que llevaba aquellos d¨ªas: ¡°Somos una familia revolucionaria, los cuatro, cuatro tornillos revolucionarios, a¨²n siendo tan peque?os. Siento una gran alegr¨ªa en mi coraz¨®n¡±. El apunte est¨¢ fechado en febrero de 1968. Poco tiempo despu¨¦s, ya de regreso en Colombia, los dos j¨®venes tornillos fueron conducidos a pelear con la guerrilla en la selva.
Mao hab¨ªa escrito que ¡°una sola chispa puede incendiar toda una pradera¡±, y con la hip¨®tesis de cumplir esa promesa se manejaban los m¨¢s osados para acabar con una realidad podrida. Durante su preparaci¨®n en China, Marianella se qued¨® sorprendida cuando observ¨® que los trabajadores de una f¨¢brica le hac¨ªan durante el desayuno grandes peticiones a ¡°una enorme foto del presidente Mao adornada con banderas y guirnaldas de flores artificiales¡±. No tardaron en darle una respuesta: ¡°Mire, se?orita, la diferencia es muy clara: ustedes, en su pa¨ªs, tienen un Dios muerto. Nuestro Dios est¨¢ vivo¡±. Lo que no le llegaron a explicar es que ese Dios devoraba a sus criaturas.
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