?Vete a un m¨¦dico!
A todos nos gustar¨ªa tener un especialista cerca para contarle, unos, el mordisco de la soledad, la precariedad laboral, los horarios abusivos; todos, el miedo a enfermar, a morir
Diazepam, trankimaz¨ªn, lexat¨ªn, lorazepam, valium. Cuando escuch¨¦ a ??igo Errej¨®n pronunciar esos nombres tan familiares, imagino, para ustedes tambi¨¦n, a?ad¨ª otros que me han aliviado la ansiedad o el insomnio, que han paliado el jet lag, la soledad, la ansiedad recurrente que se manifiesta en trastornos de la piel, del est¨®mago, en tirones musculares. Cuando Carmelo Romero, desde la bancada del PP, grit¨®: ¡°?Vete al m¨¦dico!¡±, de inmediato pens¨¦ en Mariela Michelena, en Diego Figuera, en Luis Salvador Carulla, en Francisco Orengo o en Vladimir Gasca, que alivi¨® mis soledades neoyorquinas en esa peque?a consulta suya de Queens. A Gasca lo m¨ªo le deb¨ªa de parecer pan comido teniendo en cuenta que en la planta de psiquiatr¨ªa del tremendo Elmhurst Hospital que ¨¦l dirig¨ªa con determinaci¨®n y sosiego se atend¨ªa a personas con ese tipo de trastornos que socavan el desarrollo deseable de una vida. Si el peri¨®dico daba cuenta de un individuo que se hab¨ªa arrojado a las v¨ªas del metro, inevitablemente Gasca corr¨ªa a informarse de si se trataba de uno de sus pacientes. La soledad, las obsesiones que provoca la vida en una gran mole urbana, la precariedad, todo eso unido al miedo, en el caso de inmigrantes, a ser expulsados, un miedo que se acrecent¨® considerablemente en la era de Trump. Me pregunto c¨®mo habr¨¢n sido estos meses en ese hospital que ¨¦l mismo defini¨® al principio de la pandemia como el centro del epicentro.
Cuenta en sus diarios Zenobia Camprub¨ª que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez era tan hipocondriaco que le tranquilizaba mucho viajar o vivir al lado de un m¨¦dico. Hab¨ªa sido diagnosticado como neurast¨¦nico y sus s¨ªntomas eran de tal diversidad que no me extra?a que el poeta se sintiera inseguro en esa vida forzadamente cosmopolita a la que le oblig¨® el exilio y una mujer mucho m¨¢s audaz que el caballero espa?ol. La aventura y la incertidumbre que conlleva no son una buena experiencia para los esp¨ªritus fr¨¢giles.
Nosotros nos hemos visto azotados por una aventura ins¨®lita, no por reducirse a las paredes de nuestro hogar menos desafiante. Los que padecemos ansiedad de f¨¢brica hemos visto c¨®mo esa sensaci¨®n tan lacerante, que se ubica por las ma?anas en la boca del est¨®mago, que altera el sue?o, que mantiene nuestro natural sistema de alarma siempre alerta o que nos sume de pronto en una tristeza indefinida se ha convertido en un efecto secundario de la pandemia que amenaza con hacernos infelices por un largo periodo. Mientras la felicidad es un s¨®lido dif¨ªcil de definir, la infelicidad es algo perfectamente identificable. Y es un asunto del que hay que hablar, m¨¢s a¨²n en el Congreso de los Diputados y en los parlamentos auton¨®micos. Los sanitarios de especialidades entendidas como fisiol¨®gicas se han curtido en este tiempo en la tarea de acompa?amiento en la enfermedad y en el luto. Tambi¨¦n ellos han necesitado de ayuda an¨ªmica. Se ha destapado una necesidad urgente que hab¨ªa sido enmascarada por el tab¨², ocultada por el estigma. A todos nos gustar¨ªa tener un especialista cerca, como Juan Ram¨®n, para contarle, unos, el mordisco de la soledad; las otras, la precariedad laboral; el otro, los horarios abusivos; los m¨¢s j¨®venes, la necesidad de convivir con sus pares; todos, el miedo a enfermar, a morir; los ancianos, el temor a perder el ¨²ltimo acto de la vida encerrados. Ahora entendemos lo que es ser animal y estar enjaulado.
Por eso, cuando escuch¨¦ al burdo diputado burlarse de un sufrimiento m¨¢s com¨²n de lo que se aparentaba y habitual tras un a?o de restricciones e incertidumbre, pens¨¦ en que a menudo nuestros pol¨ªticos (no todos), entregados como est¨¢n a sus no siempre nobles ambiciones, no llegan a sentir lo que masivamente la ciudadan¨ªa padece. Estamos tocados. Como consuelo echamos mano de esos medicamentos que Errej¨®n pronunci¨® por vez primera en el Congreso. No s¨¦ cu¨¢nto aumentar¨¢ nuestra ansiedad esta nueva campa?a electoral que promete ser guerracivilesca y trumpera. Justo lo que nuestra salud mental estaba necesitando.
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