Gibraltar tan lejos, tan cerca
El acuerdo de principio entre el Reino Unido y Espa?a sobre el territorio tiene dimensiones hist¨®ricas y supera al tradicional planteamiento de limitarse a reclamar la espa?olidad del Pe?¨®n sin resultado alguno
Siempre me llam¨® la atenci¨®n que los principales ministerios de Asuntos Exteriores de Europa que yo conoc¨ª ten¨ªan un sello, una marca inconfundible por circunstancias hist¨®ricas muy diversas, una marca que les identificaba, con irrelevancia del color del Gobierno.
En Francia, el Quai d¡¯Orsay era esencialmente gaullista, europe¨ªsta, pero Francia antes que Europa. Sus negociadores siempre estaban impregnados de un cierto esp¨ªritu de superioridad, quiz¨¢ procedente de la famosa Escuela Nacio...
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Siempre me llam¨® la atenci¨®n que los principales ministerios de Asuntos Exteriores de Europa que yo conoc¨ª ten¨ªan un sello, una marca inconfundible por circunstancias hist¨®ricas muy diversas, una marca que les identificaba, con irrelevancia del color del Gobierno.
En Francia, el Quai d¡¯Orsay era esencialmente gaullista, europe¨ªsta, pero Francia antes que Europa. Sus negociadores siempre estaban impregnados de un cierto esp¨ªritu de superioridad, quiz¨¢ procedente de la famosa Escuela Nacional de Administraci¨®n (ENA).
En Italia, la Farnesina estaba dominada por la democracia cristiana hasta su desaparici¨®n, con un inter¨¦s profundo por las cuestiones europeas. Cuanta m¨¢s Europa, resumiendo, mejor para Italia.
En Portugal, con independencia de las personas, se respiraba un cierto aire ¡°frente¡± a Espa?a, en el sentido de que la derecha tradicional portuguesa se reafirmaba en su nacionalismo precisamente en relaci¨®n con Espa?a. Era necesario tener opini¨®n propia y, si fuera posible, distinta de la de Espa?a. Insisto, nada que ver con las posiciones individuales de los diplom¨¢ticos.
En el Reino Unido, el Foreign Office funcionaba como un engranaje perfecto, acostumbrado a gobernar un imperio. All¨ª se gestionaban ¨²nicamente intereses, con ausencia de sentimientos o afinidades. La m¨¢quina no necesitaba grandes nombres (que los hubo), sino que cada uno en su puesto cumpliese fielmente con su obligaci¨®n.
En Alemania, sobre todo antes de la unidad, ten¨ªa el sello del partido liberal que lo hab¨ªa controlado muchos a?os, especialmente con Hans Dietrich Genscher. Muy europe¨ªsta, pero dejando siempre claro que sin Alemania no pod¨ªa hacerse nada en Europa.
No puedo evadirme de hablar del palacio de Santa Cruz, sede hist¨®rica de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores. En mi opini¨®n, el ministerio durante muchos a?os fue esencialmente castiellista, es decir, llevaba la marca del ministro Fernando Mar¨ªa Castiella (1957-1969), 12 a?os, que marcaron un estilo y unas maneras que no derivaban, directamente, de la dictadura.
Pol¨ªtico pr¨®ximo a la democracia cristiana empez¨® la apertura al exterior y quer¨ªa que Espa?a estuviese presente en foros, reuniones y organismos internacionales. Consciente de las dificultades de representar a una dictadura, quer¨ªa que se notara la presencia de Espa?a. Era m¨¢s importante la forma (estar) que el fondo (actuar). En la segunda mitad de la d¨¦cada de 1960 ingresaron en la carrera diplom¨¢tica numerosos diplom¨¢ticos que tuvieron carreras muy brillantes y que destacaron en el ejercicio de su profesi¨®n y que l¨®gicamente bebieron de lo que era la doctrina de la ¨¦poca. Algunos han sido ministros en la democracia. Publicar nombres ser¨ªa olvidar a muchos. Pero s¨ª dir¨¦ que Marcelino Oreja y Fernando Mor¨¢n fueron ministros de estilo castiellista, obviamente haciendo todas las salvedades, y que Miguel ?ngel Moratinos fue el primero en romper claramente con la tradici¨®n para apuntarse al posibilismo. Hay que actuar porque todo es posible.
Castiella, como es bien sabido, se empe?¨® a fondo en la cuesti¨®n de Gibraltar, quiz¨¢ la ¨²nica en la que la acci¨®n era tan importante o m¨¢s que la presencia. Le toc¨® un tiempo duro y no lo suaviz¨®. Un gran acierto suyo (y de su equipo) fue conseguir las resoluciones de la ONU sobre Gibraltar estableciendo la descolonizaci¨®n en el marco de las negociaciones entre el Reino Unido y Espa?a para recuperar la integridad territorial y no a trav¨¦s del derecho de autodeterminaci¨®n que imperaba en aquellos a?os. Un gran error fue (posiblemente no solo suyo sino provocado por Franco) el cierre de la verja como protesta por el refer¨¦ndum organizado en Gibraltar en 1967 (consulta ilegal que evidentemente iba en contra de las decisiones de la ONU) que a la larga cre¨® un nacionalismo gibraltare?o que no exist¨ªa antes. La verja estuvo cerrada hasta 1983 y, por tanto, afect¨® muy negativamente a casi dos generaciones de llanitos.
De aquella ¨¦poca surgi¨® en el Ministerio espa?ol de Asuntos Exteriores una especie de doctrina ortodoxa, algo intocable que deb¨ªa preservarse como la sagrada tradici¨®n o las tablas de la ley. La derecha de aquel tiempo, pero tambi¨¦n la derecha democr¨¢tica posterior, asumi¨® como ¨²nica la l¨ªnea de dureza extrema y de simplificaci¨®n total del conflicto. Una dureza de planteamiento de posici¨®n de fondo, pero nunca de acci¨®n. Una postura que niega el pan y la sal a los habitantes de Gibraltar como si fueran okupas, pero al mismo tiempo se niega sistem¨¢ticamente a enfrentarse al Reino Unido, que al fin y al cabo es el verdadero responsable de la situaci¨®n colonial.
Se puede gritar muy fuerte ?Gibraltar espa?ol! y a continuaci¨®n seguir inactivos en la soluci¨®n del contencioso. Y cuando a Espa?a le cae encima el chollo del Brexit (en relaci¨®n con Gibraltar) no se le ocurre otra al Gobierno que desempolvar el imposible concepto de ¡°soberan¨ªa compartida¡± que no existe en ning¨²n lugar del mundo, y al ministro Garc¨ªa Margallo decir: ¡°En cuatro a?os pongo la bandera de Espa?a en el Pe?¨®n¡±. Vaya manera de hacer amigos.
?De verdad alguien piensa que un conflicto del siglo XVIII va a resolverse con m¨¦todos de aquel tiempo cuando las coronas europeas compraban y vend¨ªan territorios o los intercambiaban seg¨²n el resultado de las constantes guerras? ?De verdad alguien cree que una mayor¨ªa de gibraltare?os un d¨ªa, de repente, van a decir que quieren ser espa?oles?
Los defensores de la ortodoxia, esos herederos de aquella doctrina establecida hace casi 60 a?os, escriben y refunfu?an contra el acuerdo de principio entre el Reino Unido y Espa?a del pasado 31 de diciembre para que, simplificando, Gibraltar sea un territorio Schengen y dicen que Espa?a ha perdido una gran ocasi¨®n. Dif¨ªcil de entender. La firme decisi¨®n de la ministra Gonz¨¢lez Laya y el atrevimiento del chief minister Picardo han propiciado un acuerdo de dimensiones hist¨®ricas y quiz¨¢ por eso duela. Nunca ha estado tan presente Espa?a en Gibraltar como lo estar¨¢ cuando el acuerdo se ejecute y nunca hab¨ªa estado Gibraltar tan integrado en la Uni¨®n Europea como la va a estar a partir del d¨ªa D.
Dicen los guardianes del palacio que no se habla de soberan¨ªa y que esto es un retroceso. No, lo que es un retroceso es gritar que Gibraltar es espa?ol y luego dejar que transcurran 300 a?os m¨¢s con la misma situaci¨®n, eso s¨ª, preservando la doctrina. Robert Schumann dijo el 9 de mayo de 1950, en su famosa declaraci¨®n: ¡°Europa no se har¨¢ de una vez ni en una obra de conjunto. Se har¨¢ gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho¡±, y se trataba de reconciliar a Alemania y Francia, nada menos. Creo que ¨¦ste es un buen camino para el futuro de Gibraltar en relaci¨®n con Espa?a. Y quien tenga una idea mejor que la ponga encima de la mesa.
Josep Pons Irazaz¨¢bal es embajador de Espa?a.