Madrid en mayo: la izquierda
Plantear la pol¨ªtica desde la l¨®gica del miedo siempre corre el riesgo de degenerar en sectarismo
Todos los recursos se movilizaron pero no hubo sorpresa: el penalti entr¨®. Por ello urge plantear qu¨¦ lecciones extraer de un ciclo pol¨ªtico, el 2011-2021, marcado por lo ocurrido hace diez a?os en el 15-M y, en 2014, en su cristalizaci¨®n institucional. Mucho se ha hablado del auge y decadencia de la ¡°nueva pol¨ªtica¡±, pero cabr¨ªa preguntarse si el p...
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Todos los recursos se movilizaron pero no hubo sorpresa: el penalti entr¨®. Por ello urge plantear qu¨¦ lecciones extraer de un ciclo pol¨ªtico, el 2011-2021, marcado por lo ocurrido hace diez a?os en el 15-M y, en 2014, en su cristalizaci¨®n institucional. Mucho se ha hablado del auge y decadencia de la ¡°nueva pol¨ªtica¡±, pero cabr¨ªa preguntarse si el plebiscito madrile?o, con los diferentes resultados de PSOE, Podemos y M¨¢s Madrid, permiten un diagn¨®stico calibrado de cara a un futuro pr¨®ximo.
Encuentro en el ensayo de Santiago Alba, Espa?a (Lengua de Trapo, 2021), una oportuna lectura: somos una naci¨®n tard¨ªa que, por desgracia, ha tendido a construirse demasiadas veces desde imaginarios idealizados del pasado a costa de los espa?oles concretos. Estas meditaciones quijotescas en el XXI reconocen tambi¨¦n la esterilidad de otro idealismo, en verdad no tan violento y menos exitoso: un izquierdismo, imaginario reactivo del idealismo reaccionario, que tambi¨¦n ha pretendido ¡°muscularmente¡± imponer una idea a un cuerpo social o movilizarlo hacia ella. Este planteamiento ilumina la campa?a madrile?a: ?no hemos asistido a la lucha de dos imaginarios hist¨®ricos resucitados, una lucha entre molinos de viento que se representaban a s¨ª mismos y a los otros como ¡°gigantes¡±? ?Entre el supuesto peligro de la ¡°vuelta al fascismo¡± y el de la ¡°vuelta al comunismo¡±?
Ayuso quiso para mayo de 2021 un marco trumpista de confrontaci¨®n pol¨ªtica desde la c¨²pula del establishment madrile?o y sus intereses econ¨®micos (el 80,4% de la inversi¨®n extranjera acaba en Madrid). Este ha cuajado sobre sedimentaciones hist¨®ricas cuyas inercias parec¨ªan difuminarse en Espa?a en el paisaje social del mayo de hace diez a?os. Las grandes consignas de campa?a buscaron movilizar afectivamente estratos afectivos del pasado eclipsando toda discusi¨®n sobre medidas concretas. Ciertamente, no se trataba de una simple invocaci¨®n de fantasmas pret¨¦ritos: exist¨ªa la concreta amenaza de que la ultraderecha pudiera gobernar en Madrid, justo ese escenario t¨®xico de malestar que aparentemente parec¨ªa quedar vacunado, a contracorriente de otros pa¨ªses, por el cortafuegos del 15-M. Lo que ha de discutirse aqu¨ª es la efectividad de una respuesta moralizante que subordina toda estrategia pol¨ªtica al coraje activista. Que se haya acusado de equidistancia a quienes, sin rebajar la gravedad de nuestro posfascismo tard¨ªo, han intentado plantear la efectividad de estas respuestas se?alando otros escenarios de lucha y sortear algunas trampas es sintom¨¢tico.
En esta movilizaci¨®n de dos espectros del pasado en busca de sus cuerpos sociales, donde la vida cotidiana presente se difumina, la derecha tiene ventaja por tocar m¨¢s realidad. La fuerza del PP en Madrid reside no solo en un programa de ingenier¨ªa social urban¨ªstica y educativa forjado durante d¨¦cadas; tambi¨¦n se apoya en un imaginario de libertad. Uno de los factores que han quedado eclipsados bajo el marco antifascista, junto a la mala gesti¨®n y la discusi¨®n sobre la orfandad sanitaria y educativa bajo Ayuso, es la cuesti¨®n de la modernizaci¨®n. Si Ayuso proyecta para muchos una imagen ¡°libre¡± y moderna frente a la caricatura moralista izquierdista es porque nos cuesta disputar otra posible modernidad, otro imaginario pol¨ªtico de libertad. Como observaba Stuart Hall acerca de los an¨¢lisis del thatcherismo en la izquierda laborista: por ¨²til que sea a corto plazo, es un error confrontar contra una ¡°fascista arp¨ªa¡± sin estrategias afirmativas. Plantear la pol¨ªtica desde la l¨®gica del miedo siempre corre el riesgo de degenerar en sectarismo, m¨¢xime cuando tu adversario est¨¢ tan movilizado o m¨¢s que t¨².
Estas elecciones han ahondado en la herida global de la izquierda. Aunque estos d¨ªas se hablar¨¢ mucho del fracaso del asalto a Madrid de Pablo Iglesias y se comparar¨¢ con el buen resultado de I?igo Errej¨®n, una aproximaci¨®n no cortoplacista exige un an¨¢lisis de fondo del aut¨¦ntico problema: en qu¨¦ medida la tradici¨®n marxista y socialdem¨®crata est¨¢n obligadas a medirse sin nostalgias pero sin adanismos hist¨®ricos con el reto del programa social neoliberal y su desintegraci¨®n de identidades sociales. Que la relaci¨®n de Podemos con la sociedad civil, por mucha conquista de cuotas de poder hist¨®ricas, haya ido debilit¨¢ndose habla de un d¨¦ficit hegem¨®nico que no ha podido compensarse con la capacidad de Iglesias para galvanizar todo tipo de odios como catalizador pol¨ªtico.
Al lado de estas repeticiones espectrales tambi¨¦n ha ido ganando terreno una idea pol¨ªtica m¨¢s encarnada y menos grandilocuente. Pese a quedar eclipsada por la gran polarizaci¨®n ha encontrado o¨ªdos. Reconozcamos el m¨¦rito de M¨¢s Madrid por introducir medidas como la reducci¨®n de la jornada laboral, el derecho al tiempo, el reto ecol¨®gico o la salud mental. No olvidemos que son estas cuestiones, aparecidas en los setenta tras la crisis de la sociedad del trabajo, las que a veces parecen secundarias para la izquierda. Es esa combinaci¨®n de libertad y protecci¨®n social, junto a su empat¨ªa como sanitaria en primera l¨ªnea del horror madrile?o, la que ha convertido a M¨®nica Garc¨ªa en un s¨®lido valor de futuro en un contexto oscuro.
Germ¨¢n Cano es profesor de Filosof¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.