Salir de la cueva
De r¨¢fagas de verdad se nutre el medio que ha cambiado nuestra forma de relacionarnos y de vivir. Cada vez que en la peque?a pantalla aparece alguien aut¨¦ntico se reivindica el invento
De vez en cuando la televisi¨®n se da una sorpresa a s¨ª misma y escapa de esa especie de endogamia en la que vive. Absorta en su propio ombligo de personajes fabricados seg¨²n sus intereses, a veces le pasa lo que a nosotros mismos, que nos asombramos de nuestro propio potencial desaprovechado. De tanto en tanto aparece una persona real o se cuenta una historia que hace estallar chispas de autenticidad en la tele y retorna su valor de ventana al mundo. Hace unos meses pas¨® con un episodio de ?vole en el que a ra¨ªz del cierre ...
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De vez en cuando la televisi¨®n se da una sorpresa a s¨ª misma y escapa de esa especie de endogamia en la que vive. Absorta en su propio ombligo de personajes fabricados seg¨²n sus intereses, a veces le pasa lo que a nosotros mismos, que nos asombramos de nuestro propio potencial desaprovechado. De tanto en tanto aparece una persona real o se cuenta una historia que hace estallar chispas de autenticidad en la tele y retorna su valor de ventana al mundo. Hace unos meses pas¨® con un episodio de ?vole en el que a ra¨ªz del cierre de una tienda de trofeos se retrataba a ganadores sin nombre ni brillo p¨²blico. Sus declaraciones eran m¨¢s estimulantes y enriquecedoras que la mayor¨ªa de las deposiciones de relevant¨ªsimos personajes. Algo as¨ª sucedi¨® el otro domingo con el programa de Jes¨²s Calleja. El espacio de Cuatro es una amable excursi¨®n con alg¨²n famoso al que el presentador coloca en una situaci¨®n de relajo y confianza mientras afrontan el reto f¨ªsico o las vacaciones encubiertas. Pero en los riscos c¨¢ntabros de Li¨¦bana se escond¨ªa algo m¨¢s hondo y singular, pura tele.
No es f¨¢cil que te sorprenda un programa en el que el invitado sea Miguel ?ngel Revilla. El presidente c¨¢ntabro es casi un recurso de emergencia en las cadenas generalistas. Tiene la capacidad de enlazar en la misma frase un discurso de izquierda, derecha y centro sin dejar de sonar sincero, atrevido y prudente. Pero ante la invitaci¨®n de Planeta Calleja comparti¨® el hallazgo reciente de una cueva en la que hab¨ªa sobrevivido varios a?os escondido tras la guerra un maqui de la regi¨®n. M¨¢s all¨¢ de los avatares de la escalada, la reconstrucci¨®n de la peripecia de una familia rota tras la guerra civil se transform¨® en un ejercicio de memoria emocionante. El maqui, abatido tras a?os de furtivismo por la Guardia Civil, se escond¨ªa en un risco inalcanzable, m¨¢s apto para una cabra montesa que para un ser humano. Y ejemplificaba, para esos que no se quieren enterar, que la guerra convirti¨® a las personas en hienas.
Durante el programa, Revilla revivi¨® su infancia y su cambio de paradigma ideol¨®gico. Pero lo m¨¢s emotivo culmin¨® en el encuentro virtual con el hijo del maqui, ahora un anciano. Con 13 a?os lo metieron en un barco y lo mandaron, muerto de hambre y miedo, a vivir con su t¨ªo exiliado en M¨¦xico. Aquel hombre al recibirlo jur¨® que su ¨²nica venganza consistir¨ªa en educar a ese muchacho como un hombre de bien. Ahora que nos hemos convertido en un pa¨ªs de acogida de inmigrantes sin recordar que fuimos un lugar cuyos conflictos expulsaban a personas despojadas de toda dignidad a tierras extra?as, nunca viene mal recordar que el futuro siempre es el pasado pero retorcido por las iron¨ªas del destino. Las l¨¢grimas de Revilla y Calleja y de todos los espectadores ante ese reencuentro, que era un reencuentro con nosotros mismos, propici¨® un instante de televisi¨®n tan m¨¢gico como inolvidable. De esas r¨¢fagas de verdad se nutre el medio que ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, de vivir y de organizarnos socialmente durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. Cada vez que en la peque?a pantalla aparece alguien aut¨¦ntico se reivindica el invento. Lo podr¨ªamos aplicar incluso a esta larga crisis sanitaria. Hemos convertido a las v¨ªctimas diarias en un n¨²mero sin significado, una cifra deportiva, pero tras cada ara?azo resonar¨¢ una historia durante generaciones.