?El Tarajal, Gilead o realidad?
Lo ¨²nico digno que puedo hacer es comprender, aceptar que no soy una espectadora privilegiada de una dolorosa realidad, sino que formo parte de ella y que mi entendimiento es capaz de cambiar las cosas
Estoy viendo la cuarta temporada de El cuento de la criada. En el sexto episodio el drama migratorio entre Gilead y Canad¨¢ es tan crudo que ha terminado por arrancarme alguna l¨¢grima. Y mira que esta temporada es decepcionante, pero aun as¨ª. Todo lo que ha pasado June Osborne (Elisabeth Moss) para volver a poner un pie en Canad¨¢. La hija que le robaron, los abusos sufridos, la impotencia ante el Estado que viola y castiga, los a...
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Estoy viendo la cuarta temporada de El cuento de la criada. En el sexto episodio el drama migratorio entre Gilead y Canad¨¢ es tan crudo que ha terminado por arrancarme alguna l¨¢grima. Y mira que esta temporada es decepcionante, pero aun as¨ª. Todo lo que ha pasado June Osborne (Elisabeth Moss) para volver a poner un pie en Canad¨¢. La hija que le robaron, los abusos sufridos, la impotencia ante el Estado que viola y castiga, los a?os perdidos. La campa?a de marketing de HBO ha sido agresiva (marquesinas, internet, metro¡) y ha jugado a comparar la distop¨ªa ficticia de Gilead con el mundo actual. ¡°La libre circulaci¨®n de personas en el pa¨ªs est¨¢ restringida. ?Gilead o realidad?¡±, increpa la publicidad.
Y la realidad responde: El Tarajal. Por eso antes de apagar la tele, en la misma cama donde acabo de llorar por June Osborne, me desmorono sobre la pantalla del m¨®vil. Qu¨¦ dolorosa ha sido la semana. Todos esos ni?os, sobre todo los ni?os. Muchos hemos llorado desde nuestros sof¨¢s, nuestras casas, desde la solidaridad que otorga un pasaporte europeo. Qu¨¦ pena nos dan todos los que no lo tienen. Menos mal que apareci¨® la foto de Juanfran, el guardia civil que rescat¨® un beb¨¦ de solo dos meses. Viajaba en la espalda de su madre. No sabemos c¨®mo se llamaba, pero s¨ª que est¨¢ vivo. Las v¨ªctimas nunca tienen nombre, solo los malvados y los h¨¦roes. La imagen de Juanfran ha dado la vuelta al mundo. ¡°Por profesionales como vosotros vale la pena ser espa?ol¡±, leo en Instagram. ¡°Por personas como t¨² tengo fe en este pa¨ªs¡±, en Twitter. Es la imagen que necesit¨¢bamos para lograr empatizar con nuestra idea de Espa?a. En este conflicto, todos queremos ser Juanfran. ?l o Luna, la voluntaria social que abraza desde su chaleco rojo la desesperaci¨®n de un joven bell¨ªsimo. El mundo de esa foto es el que queremos. Casi parece otra campa?a de marketing. ?El Tarajal o realidad?
Despu¨¦s est¨¢n los culpables, esos tambi¨¦n parecen claros. Al menos todas las frases en todos los peri¨®dicos arrancan por el mismo sujeto. Marruecos provoca, Marruecos empuja, Marruecos obliga, Marruecos coacciona¡ La mayor¨ªa de nosotros nos hemos perdido varias temporadas de esta serie. No nos acordamos del cap¨ªtulo titulado la Marcha Verde (1975) ni de aquel otro tan importante, en la temporada dos, cuando la desastrosa descolonizaci¨®n espa?ola del S¨¢hara. Pero eso ahora da igual, juzgamos igual, nos emocionamos igual. Pero ?existe la emoci¨®n sin comprensi¨®n? ?O acaso estoy llorando igual por una actriz que por un ni?o de 12 a?os a punto de morir ahogado?
La pregunta da miedo. Y conduce a otras obligatorias. ?Qu¨¦ demonios es Ceuta? ?Qui¨¦n vive all¨ª? ?De qu¨¦ color es la gente que se abraza por sus calles? Y Marruecos ?eso qu¨¦ es? Los magreb¨ªes son todos moros ?Verdad? Qu¨¦ mal los moros, qu¨¦ palabra m¨¢s fea. Y qu¨¦ oscuros son, eso tambi¨¦n. Pero qu¨¦ pena los ni?os, sobre todo ellos. Y las mujeres, ellas tambi¨¦n. Pero dices moro y ya es otra cosa. Igual que Marruecos, qu¨¦ mal tambi¨¦n. Menos mal que est¨¢ Ceuta que es espa?ola y es buena y est¨¢ llena de h¨¦roes que dar¨ªan su vida por la de esos ni?os. Claro que la mayor¨ªa de espa?oles solo hemos visto Ceuta por la tele. En aquella otra serie, El pr¨ªncipe. Sal¨ªa ?lex Gonz¨¢lez, guap¨ªsimo y hac¨ªa de h¨¦roe, o sea de poli. Y se enamoraba de Hiba Abouk, preciosa, que estaba casada con un moro muy malo.
He llorado estos d¨ªas abriendo el peri¨®dico, frente a la pantalla del m¨®vil. Pero no tanto como en el final de Years and years, cuando Danny, uno de los protagonistas (brit¨¢nico con pedigr¨ª) se ve obligado a llegar en patera a su propio pa¨ªs para introducir ilegalmente a Viktor, su novio. Los dos consiguen cruzar, pero Danny llega muerto. Fue dur¨ªsimo ver su cad¨¢ver sobre la arena. Twitter se llen¨® de indignaci¨®n despu¨¦s de aquel cap¨ªtulo. Su cuerpo tan blanco y tan british all¨ª tirado. Fue terrible. Porque Danny pod¨ªa ser cualquiera de nosotros. ?l era uno de los que s¨ª tienen pasaporte, de los que viven del lado bueno de las concertinas. Como June Osborne. ?l era un h¨¦roe, porque lo pod¨ªamos entender.
En cambio es mucho m¨¢s dif¨ªcil entender a la gente que cruza en El Tarajal. Solo sabemos que su vida es muy triste y que nada podemos hacer por ayudarlos, como mucho llorar y rescatar sus cuerpos. Pero entonces veo el v¨ªdeo sobrecogedor de un adolescente que llora en el agua y entre sollozos grita a un militar espa?ol: ¡°?Traten de entendernos!¡± Es una s¨²plica tan profunda, tan sincera y desesperada que me atraviesa. Como si la comprensi¨®n pudiera arreglarlo todo. Y en el fondo creo que s¨ª. Que tiene raz¨®n. Que lo ¨²nico digno que puedo hacer es comprender, meter al otro dentro de m¨ª, aprehenderlo. Aceptar de una vez que no soy una espectadora privilegiada de una dolorosa realidad, sino que formo parte de ella y que mi entendimiento es capaz de cambiar las cosas. El mundo no vamos a cambiarlo llorando. Es hora de tratar de comprender.