Marruecos nos arroja a la nada
Las im¨¢genes que nos llegan estos d¨ªas desde Ceuta son el reflejo m¨¢s n¨ªtido y exacto del trato que da el r¨¦gimen marroqu¨ª a sus ciudadanos
Al mar, a la miseria, a la desesperanza y al vac¨ªo. Las im¨¢genes que nos llegan estos d¨ªas desde Ceuta son el reflejo m¨¢s n¨ªtido y exacto del trato que da el r¨¦gimen marroqu¨ª a sus ciudadanos. No ayer ni hoy, es lo que lleva haciendo d¨¦cadas y por eso la di¨¢spora marroqu¨ª es una de las m¨¢s numerosas, esparcidas las familias por todo el continente europeo, manteniendo como pueden redes de afectos internacionales. Emigrar es desde hace tiempo la ¨²nica salida, pero no nos fuimos porque quisi¨¦ramos conocer mundo, hacer turismo, por esp¨ªritu aventurero o vocaci¨®n de exploradores. No nos fuimos, en realidad, nos expulsaron de nuestras tierras al haberlas convertido quienes nos gobernaban en ¨¢ridos desiertos en los que es imposible proyectar un futuro, una vida digna.
El tratamiento lacrim¨®geno y sentimentaloide con que se aborda la situaci¨®n es otra forma m¨¢s de infantilizaci¨®n. Convertir en espect¨¢culo el dolor ajeno sale gratis y entretiene un buen rato a la audiencia aburrida. Pobrecitos los moros y los negros tiritando en el agua. Como si la pobreza fuera fruto de una cat¨¢strofe natural y la falta de recursos un destino fatal debido a la geograf¨ªa y no a la pol¨ªtica. El an¨¢lisis socioecon¨®mico parece ser otro privilegio m¨¢s solamente al alcance de los ciudadanos de esta parte del mundo. Nosotros somos pobres por naturaleza y con paternalismo denigrante hemos de ser tratados.
Nadie pone sobre la mesa lo que es un esc¨¢ndalo: que familias enteras carguen sobre las espaldas de sus hijos su proyecto migratorio, que Marruecos maltrate sistem¨¢ticamente a sus menores expuls¨¢ndolos al exterior en vez de protegerlos, alimentarlos y educarlos.
Pues no es destino ni es gen¨¦tica ni es geograf¨ªa, es que venimos de un r¨¦gimen cuyas ¨¦lites extractivas y carn¨ªvoras devoran a su propio pueblo, capitaneados por un monarca que vive en una opulencia medieval y sofoca con dureza salvaje cualquier atisbo de rebeli¨®n. Es que el Estado tiene como ¨²nico proyecto empujar a su gente al exterior para luego reclamar como suyos sus remesas, sus logros y sus ¨¦xitos. Pero nada pueden reivindicar quienes nos negaron el pan, la educaci¨®n y la existencia misma. Somos de donde comemos y respiramos, no del pa¨ªs que nos ahoga, ya sea en las aguas heladas de la frontera o bajo el sol abrasador de un despotismo nada ilustrado que nos abandona a nuestra suerte. Esto, en el mejor de los casos.
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