Lo que se espera de nosotros
Olv¨ªdense de nuestra vieja y denostada capacidad de razonar ante la realidad que llega tras la pandemia
?Qu¨¦ va a suceder despu¨¦s de la pandemia? Esta es sin duda una de las preguntas que nos obsesiona desde hace meses. Y, si al principio de la crisis, la mayor¨ªa de nosotros tuvimos pesadillas que manifestaban nuestros temores, ¨²ltimamente, parece, tenemos otro tipo de sue?os en escenarios pospand¨¦micos en los que viajamos, vamos a fiestas, tiendas, conciertos, ese tipo de cosas.
Desde finales del a?o pasado los medios empezaron responder a nuestros anhelos haciendo un, podr¨ªamos denomi...
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?Qu¨¦ va a suceder despu¨¦s de la pandemia? Esta es sin duda una de las preguntas que nos obsesiona desde hace meses. Y, si al principio de la crisis, la mayor¨ªa de nosotros tuvimos pesadillas que manifestaban nuestros temores, ¨²ltimamente, parece, tenemos otro tipo de sue?os en escenarios pospand¨¦micos en los que viajamos, vamos a fiestas, tiendas, conciertos, ese tipo de cosas.
Desde finales del a?o pasado los medios empezaron responder a nuestros anhelos haciendo un, podr¨ªamos denominarlo, ¡°an¨¢lisis de futuro¡±. Este t¨®pico ha estado especialmente presente en el semanario The Economist que, el pasado 8 de diciembre, publicaba un art¨ªculo titulado: Razones para estar contentos. En ¨¦l se defend¨ªa que, a pesar de que el Banco Mundial preve¨ªa una ca¨ªda de la productividad en los pa¨ªses afectados por la covid cercana al 9%, hab¨ªa muchas razones para creer que esa tendencia iba a revertirse e ¨ªbamos a entrar en un periodo de crecimiento sin precedentes. Fundamentaban estas predicciones en un paralelismo de la ¨¦poca actual con los a?os posteriores a la Gran Depresi¨®n y en la explosi¨®n de la industria tecnol¨®gica, e introduc¨ªan la idea de unos ¡°nuevos felices a?os veinte¡±.
Dos d¨ªas despu¨¦s, el nobel de econom¨ªa Paul Krugman publicaba en The New York Times una columna titulada: Las cosas van a ir mejor, en serio, en la que pronosticaba una recuperaci¨®n econ¨®mica debida al auge del consumo sustentado en el ahorro de las familias durante la crisis. Y una semana m¨¢s tarde el epidemi¨®logo social Nicholas Christakis declaraba que nos aproxim¨¢bamos a una era de desenfreno sexual y social.
La idea de esta euforia pospandemia ha ido calando, apuntalada por declaraciones como las Tilman Fertita en enero en la CNBC: ¡°Esto va a ser como los felices veinte¡± afirmaba el multimillonario empresario, ¡°el consumidor ha vuelto, all¨ª donde se pueda hacer negocio, se har¨¢ negocio¡±. Hasta el mundo de la moda se ha hecho eco del asunto, as¨ª, en un art¨ªculo en The Guardian que ha sido muy comentado, se defend¨ªa que habr¨¢ una ¨¦poca de hedonismo que desatar¨¢ un auge nunca visto de este sector.
The Economist ha seguido publicando art¨ªculos que insisten en la misma l¨ªnea, el ¨²ltimo, hace poco, propon¨ªa que las econom¨ªas del G-7 tendr¨¢n un boom, debido al gasto, que prev¨¦n desbocado, y a que las crisis fomentan que la gente asuma riesgos impensables en otras circunstancias. Algo parecido, defienden, sucedi¨® en la ¨¦poca de la peste negra en Europa, que habr¨ªa desencadenado la fiebre conquistadora, ¡°si la gente se estaba muriendo en casa no parec¨ªa tan descabellado meterse en un barco rumbo a lo desconocido¡±.
Hace unas semanas me sucedi¨® algo que me hizo replantearme a fondo esta cuesti¨®n del ¡°despu¨¦s¡±: estaba en un espacio cerrado con unas veinte personas y me tuve que retirar un segundo la mascarilla. Al quit¨¢rmela me invadi¨® el ambiente: el aroma a madera vieja y a polvo, una brisa a suavizante que entraba por las ventanas y los perfumes y el olor personal de los que me rodeaban. Fue abrumador. Durante horas no pude quitarme ese instante de la cabeza. Hab¨ªa olvidado que llevaba meses sin oler otra cosa que no fuera el ambiente de mi propia casa. Despu¨¦s de un a?o sin apenas usar el olfato la realidad resultaba extra?a. De pronto la idea de ir a fiestas multitudinarias o meterme en tiendas atestadas de gente me result¨® poco atractiva. Esta sensaci¨®n de extra?amiento de lo real, que, como propusieron los formalistas rusos, es fuente del pensamiento creativo, podr¨ªa servir para inaugurar nuevas v¨ªas, y permitirnos repensar nuestro lugar en el mundo.
Se?alaba Miquel Echarri, en este mismo diario, que el historiador Mart¨ªn de la Guardia tambi¨¦n vaticina una ¨¦poca de euforia colectiva unida al consumismo, pero se?ala que ¡°en alg¨²n momento nos pararemos a pensar y acabaremos de procesar lo que ha supuesto para nosotros la experiencia tan extrema que hemos vivido¡±. Ser¨ªa bonito, ?verdad? Detenerse a reflexionar, preguntarse qu¨¦ nos ha conducido hasta aqu¨ª y c¨®mo seguir adelante y qu¨¦ cosas es necesario cambiar y, tal vez, cuidar de lo que nos rodea, en vez de dejarnos llevar por la fiebre de la explotaci¨®n y la conquista.
Mucho me temo que esto no va a suceder. Nuestra visi¨®n del mundo ha sido colonizada por el lenguaje burs¨¢til: la euforia, la ca¨ªda, el riesgo, y es enorme la presi¨®n por convencernos de que la ¨²nica forma de enfrentar el futuro es con m¨¢s de lo mismo, es decir, padeciendo alguno de estos estados alterados de conciencia. Olv¨ªdense de nuestra vieja y denostada capacidad de razonar. Nos hemos acostumbrado a asumir que somos una especie de enfermos cr¨®nicos atrapados en un trastorno bipolar. Estamos, como los activos de bolsa, al alza, o de baj¨®n. Hemos asumido ambos polos como lo natural y esto nos impide imaginar otras posibles salidas.
Y s¨ª, ya estamos so?ando con el pr¨®ximo subid¨®n, tal y como se espera de nosotros.
Pilar Fraile es escritora. Con su ¨²ltima novela, D¨ªas de euforia (Alianza), ha ganado el Premio de la Cr¨ªtica de Castilla y Le¨®n.