Por fin
Estamos tratando de sobrevivir sin ning¨²n sentido, orientaci¨®n, proyecto o finalidad. Tambi¨¦n la historia humana ha perdido todo horizonte y se ha convertido en periodismo
Dado que ha concluido la Liga de f¨²tbol ahora ya puede volver a empezar. Las diversiones tienen mucho predicamento gracias a que se terminan. Es esencial que haya un final para que algo cobre sentido. Si no hay un fin, un t¨¦rmino, no hay modo de saber qu¨¦ sentido tiene el asunto o la experiencia. Tal es la funci¨®n del orgasmo. En tiempos cl¨¢sicos la historia de los humanos era c¨ªclica y cuando un c¨ªrculo se cerraba, otro empezaba y por eso pod¨ªa...
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Dado que ha concluido la Liga de f¨²tbol ahora ya puede volver a empezar. Las diversiones tienen mucho predicamento gracias a que se terminan. Es esencial que haya un final para que algo cobre sentido. Si no hay un fin, un t¨¦rmino, no hay modo de saber qu¨¦ sentido tiene el asunto o la experiencia. Tal es la funci¨®n del orgasmo. En tiempos cl¨¢sicos la historia de los humanos era c¨ªclica y cuando un c¨ªrculo se cerraba, otro empezaba y por eso pod¨ªan adivinar el futuro. El cristianismo cambi¨® la figura: la historia progresaba hasta la vida eterna, pero despu¨¦s del juicio final. Cuando el cristianismo fue perdiendo clientela apareci¨® la historia moderna, es decir, el fluir de una duraci¨®n sin final y por lo tanto sin sentido, el puro acontecer.
Una historia sin final genera tanta aflicci¨®n como la vida humana, la cual, precisamente por no esperar sino la muerte, es imposible que tenga sentido. Morir no es un final, es la aniquilaci¨®n de todo final, de modo que, para remediar el agobio, los modernos empezaron a suponer finales de la historia. El m¨¢s famoso es el de los marxistas: un progreso continuo hasta la extinci¨®n del Estado y de la lucha de clases. Una vez constatado que el resultado del marxismo era el opuesto, es decir, que s¨®lo subsist¨ªa un Estado cada vez m¨¢s opresor y violento, este truco dej¨® de tener encanto.
Podr¨ªamos seguir mirando hacia atr¨¢s, como hizo Karl L?with, en busca de las historias antiguas y sus ensalmos salv¨ªficos, pero no hay tiempo. Estamos ahora tratando de sobrevivir sin ning¨²n sentido, orientaci¨®n, proyecto o finalidad. Tambi¨¦n la historia humana ha perdido todo horizonte y se ha convertido en periodismo, en una niebla de noticias. No es f¨¢cil tenerse en pie azotados por el torbellino de las novedades.