Per¨², una derrota segura
La narrativa de la segunda vuelta nos ha contado una serie de hip¨¦rboles inexactas sobre la verdadera disputa en juego. Pero a estas alturas, hay una sola posibilidad de que sobrevivamos como rep¨²blica
Keiko Fujimori y Pedro Castillo sobrevivieron a una primera vuelta mediocre que aniquil¨® a los candidatos que en teor¨ªa part¨ªan como favoritos en las elecciones de Per¨². En otros comicios, sus escasos porcentajes ni siquiera les hubieran valido para quedar entre los cuatro primeros lugares. La pol¨ªtica peruana es una timba con una constante segura: la resistencia del fujimorismo. El centro pol¨ªtico fue diezmado porque sus l¨ªderes abrazaron un discurso republicano que nunca empat¨® con el humor nacional de un pa¨ªs hecho despojos tras la crisis sanitaria y pol¨ªtica. ?ramos un cementerio de incredulidad y sospechas, porque tras los esc¨¢ndalos de Lava Jato y el Vacunagate, todo vestigio de fe en nuestra dirigencia qued¨® dinamitado.
El abismo social peruano, aquel del que habl¨® el historiador Jorge Basadre como una de las razones para caer derrotados aplastantemente contra Chile en la Guerra del Pac¨ªfico, volvi¨® a agrietarse con mayor hondura tras la pandemia. La pobreza alcanz¨® al 30% de los peruanos, recreando un escenario propicio para el ascenso de los discursos populistas. La narrativa oficial de la segunda vuelta en el Per¨² nos ha contado una serie de hip¨¦rboles inexactas sobre la verdadera disputa en juego. Se ha dicho que el balotaje entre Castillo y Fujimori era la batalla de la defensa de la democracia contra el comunismo totalitarista, la reyerta entre la extrema derecha que se enfrentaba a la izquierda radical, la lucha entre el modelo econ¨®mico que se debat¨ªa contra el plan estatista.
Todas estas visiones pasan por alto que esta segunda vuelta ha sido esencialmente un enfrentamiento entre los defensores del sistema y sus detractores. Los defensores se perciben como triunfadores del conjunto de ideas liberales que ha gobernado el Per¨² en los ¨²ltimos 30 a?os desde las reformas aplicadas por Alberto Fujimori. En cambio, los detractores, algunos que incluso se han beneficiado de la prosperidad econ¨®mica, denuncian el pecado mortal del modelo peruano: el ¡°hortelanismo¡± (un concepto desarrollado por el polit¨®logo peruano Alberto Vergara y predicado por el expresidente Alan Garc¨ªa, que pon¨ªa ¨¦nfasis en hacer ¡°uso de los recursos que no utilizamos¡± para prosperar, pero en donde ¡°la preocupaci¨®n por el Estado de derecho, la democracia o las instituciones brilla por su ausencia¡±). El hortelanismo ha regado su estela de ninguneo pol¨ªtico por las regiones y las zonas rurales del Per¨², donde jam¨¢s nos preocupamos de construir instituciones pol¨ªticas inclusivas.
Keiko Fujimori ray¨® r¨¢pidamente la cancha coloc¨¢ndose como defensora del modelo y el ¨²nico giro que ensay¨® fue el clientelista (bonos y reparto del canon minero). Nunca le escuchamos encarnar en propuestas concretas aquello que predic¨® como ¡°el cambio hacia adelante¡±. Jam¨¢s critic¨® a las ¨¦lites, dejando ese espacio libre para Castillo. Recibi¨® el respaldo del establishment en pleno, m¨¢s que por convicci¨®n, por instinto de supervivencia. Incluso viejos opositores que enarbolaron la bandera del antifujimorismo como Mario Vargas Llosa se le unieron.
Pero tambi¨¦n la han acompa?ado l¨ªderes pol¨ªticos de la derecha como C¨¦sar Acu?a, Hernando de Soto y Rafael L¨®pez Aliaga, y la mayor¨ªa de medios de comunicaci¨®n se inclinaron con notoriedad a su favor (aunque hay que reconocer que Castillo, sea por limitaciones o por estrategia decidi¨® esquivar muchas entrevistas). En el af¨¢n de detener la emergencia de Castillo muchas redacciones y canales de televisi¨®n cayeron rendidos ante Keiko y se convirtieron casi en medios propagand¨ªsticos, a los que se sumaron los m¨¢s importantes conductores de espect¨¢culos, programas de reality en horario estelar y hasta algunos seleccionados de f¨²tbol. As¨ª ha sido esta campa?a electoral: se han politizado hasta los espacios m¨¢s seculares que un¨ªan con alfileres nuestra autoestima colectiva como el f¨²tbol, que tanto nos api?¨® en el Mundial de Rusia 2018. El jueves pasado, cuando Colombia nos gole¨®, en muchos hogares hasta se gritaron los goles cafeteros: a ese grado de histeria colectiva nos ha conducido la campa?a electoral.
Pedro Castillo, en cambio, prefiri¨® una campa?a artesanal en la que abus¨® del mitin pol¨ªtico y m¨¢s de una vez enton¨® un discurso que desafi¨® la existencia no solo del modelo econ¨®mico, sino de instituciones fundamentales para la democracia como la Defensor¨ªa del Pueblo y el Tribunal Constitucional. Si algo preocupa a estas alturas en Castillo, no es su radicalismo, sino su improvisaci¨®n, su incapacidad de construir una propuesta congruente. Dilapid¨® un capital pol¨ªtico que lo distanciaba entre 12 y 20 puntos de Keiko Fujimori, y lo hizo con esfuerzo. Hasta el fin de semana pasado no sab¨ªamos qui¨¦nes finalmente formaban parte de su equipo. Nos ha dicho que el l¨ªder de su partido, Vladimir Cerr¨®n, no ser¨¢ ni portero en su Gobierno, cuesti¨®n que resulta inveros¨ªmil. Cerr¨®n, con una condena judicial firme por delitos de corrupci¨®n, es el autor intelectual del plan de Gobierno marxista-leninista que intent¨® morigerar Castillo en el tramo final, y que parece sacado de una biblioteca estalinista antes de la ca¨ªda del muro. Es, sin ninguna duda, el personaje m¨¢s oscuro dentro de otros tantos que acompa?aron al profesor Castillo. Sin embargo, se ha alimentado de a?os de indiferencia pol¨ªtica. Ha recibido el respaldo de los miembros de la izquierda progresista de Ver¨®nika Mendoza a quienes Cerr¨®n despreci¨® ostentosamente en la primera vuelta, pero los ha vuelto a convocar al redil para reforzar un equipo que se ca¨ªa a pedazos. Aun as¨ª, el respaldo m¨¢s importante que ha garantizado su aguante a pesar de un terrible desempe?o en la segunda vuelta, ha provenido del partido pol¨ªtico m¨¢s grande del Per¨²: el antifujimorismo.
Tras el cierre de las urnas, el conteo r¨¢pido al 100% de Ipsos-Per¨², la empresa encuestadora que hist¨®ricamente ha acertado con mayor precisi¨®n en las elecciones del pa¨ªs, arroj¨® un 50,2 % para Castillo y un 49,8% para Fujimori. En este conteo se re¨²ne una muestra representativa de actas reales en todo el Per¨² y tambi¨¦n en las mesas del exterior. Con un margen de error del 1%, se trata de un empate estad¨ªstico en toda regla. El reporte oficial de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, al 68,18% de actas procesadas, mostr¨® a Fujimori liderando con un 52,48% mientras Pedro Castillo obten¨ªa un 47,52%, con una gran mayor¨ªa de las actas procesadas de las zonas urbanas, pero en las que faltaba la mayor parte del voto rural y el extranjero. Una timba con final incierto.
Hace 141 a?os, un 7 de junio, Francisco Bolognesi decidi¨® defender heroicamente el morro de Arica ante las fuerzas chilenas que superaban ampliamente en n¨²mero a la resistencia peruana. Aquella guerra no s¨®lo merm¨® nuestra econom¨ªa y territorio, sino que hiri¨® nuestra alma colectiva. Un 7 de junio del 2021 los peruanos estamos aqu¨ª como entonces, arrastrados a un abismo social al que nos ha arrojado una segunda vuelta sin cuartel, donde el clasismo y el racismo han campeado impunemente y donde todas las costuras que han remendado nuestra democracia en los ¨²ltimos 20 a?os comienzan a descoserse. Es la hora de los sensatos, aquellos que no se hayan precipitado fan¨¢ticamente y que podr¨¢n tender los puentes, porque sea quien sea el vencedor, el fracaso es cierto si no curamos heridas. A estas alturas, al pr¨®ximo Gobierno le deseo, m¨¢s que asegurar reformas ambiciosas en el Per¨², que perviva. Hay que asegurar que los remiendos democr¨¢ticos no se rompan. O sobrevivimos como rep¨²blica o nos precipitamos por el barranco, cuando la moneda sigue a¨²n en el aire; de lo contrario, Per¨² se acerca a una derrota segura.
Gonzalo Banda es analista pol¨ªtico y profesor universitario en Arequipa, Per¨².
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